jueves, 31 de marzo de 2011

El abuelo y tú, Juan Rulfo, almas gemelas.

                                                                El abuelo y tú, Juan Rulfo, almas gemelas.

@cac.

            No dices nada, Rulfo. Hablan tus silencios. Te refugias tras el humo del cigarro, aspiras hondo.
             Sí, la caída fue entre los tomarros del barranco Carnuzo. Todo el día arrastrando el cuerpo como pude. Con la punta de ovejas subiendo hasta la Muela. Me quedé por allí, por el llano, sentado entre un ribazo y otro, mientras las ovejas del vacío ramoneaban los armuelles mal nacidos. No podía caminar, andaba cojitranco, apoyado en el garrote. Me torcí el pie cuando resbalé por las correderas de las cabras. Rodaron las piedras de la senda y yo me fui con ellas. Una torcedura y buen mal. Parecía que no me dolía pero cuando llegué arriba, ya en la paridera del Matojo, junto a la carrasca de la perdiz, cuando me senté por echar un bocado y se enfrió el pie, vi que se iba hinchando y luego me costó levantarme y ya no pude apoyarlo en el suelo. Así es que todo el día bien jodido.
            Lo peor vino después, a la hora de ir otro vez Carnuzo abajo, y más aún porque la yegua Golondrina estaba empezando a corromperse y ya se marcaban los círculos de los vuelos de los buitres llegando por Palomera. Ya las patas de la yegua buscaban el tambor del cielo, tiesas hacia lo alto, la tripa a punto de explotar, los ojos de hielo, azabaches sin vida en el calor de la tarde de chicharras. Allí me quedé un rato. Volví al otro día y me senté por mirar a Golondrina, llorando y llorando, con mi pie vendado por el emplasto de la abuela.
            Dijo que no era nada cuando regresé con el sol puesto, a la hora del encierro en el cubierto de la era, ahí justo en frente de la puerta ahora encalada. En un santiamén lo hizo todo. Buscó un puñao de estopa, un manojo de cáñamo a mitad de agramar de los que quedaban entre los agujeros del tejado que cubría las barderas protectoras del carro, le dio unos golpes con el mismo garrote que yo traía, le quitó las motas más ariscas y lo puso sobre la mesa oscura y grasienta de la cocina, ovillándolo en forma de nido de gorrión. Luego se fue al nidal y trajo un par de huevos. Mientras ya había metido tres o cuatro flores de saúco a cocer en el puchero de barro. Me había mandado traerlas a mí, pero le dije que no podía, por aquello del dolor y del tobillo hinchado. Así es que volvió ellas misma con las flores del sabucar junto a la mimbrera de Donato, abajo en los prados, en los humedales del zaicacho que llega derecho hasta el río, debajo del Regajo, cuando este se disuelve entre las brozas y las clañiguerras de los últimos huertos.
            La cocina tomó los vapores y los olores del saúco. Los huevos, sólo las claras, batidas, echadas dentro del puchero para que cocieran junto a la estopa y el saúco macerado. Hervía todo a la vez. El cristal roto de la cocina se empañó y se llenó la estancia de un vapor acuoso. Con el mismo palo de dar la vuelta a las patatas destinadas a los puercos sacó el emplasto y me lo aplicó al pie. Casi me escalda pero dijo que aguantara, que el calor formaba parte de la cura. Me envolvió la planta del pie, era allí donde más me dolía. El tobillo estaba bien. El dolor apretaba. Dio un par de vueltas con el emplasto. Poco a poco se fue enfriando y, al cabo, el cáñamo quedó tieso. Ni el mejor yeso hubiera formado algo tan duro. Y al día siguiente otra vez de nuevo arriba y ya sentado entre los tomarros de las correderas del barranco Carnuzo, de vuelta con las ovejas para arriba, con la alpargata rajada por el cuchillo que ella misma afiló, mirando cómo los buitres se acercaban por comerse a Golondrina, que aquella muerte sí que dolió a la abuela.
            Pregúntale a ella, Rulfo, que aquí todos hablan en el silencio de sus tumbas. Todos huelen, aunque no sientan su vapores, los ramos florecidos del saúco crecido junto a la tapia que separa a los que se les negó el entierro en lugar cristiano. Por culpa del mal del hombre, como decía el abuelo, que, como tú, hablaba con los ojos y las manos. El abuelo Repoyo y tú, Juan Rulfo, almas gemelas.
@cac.

lunes, 21 de marzo de 2011

El Cubo del Molino de Orrios.


Orrios. El Cubo que acumulaba agua para el molino. @cac.
         La sala de investigadores del Archivo histórico nacional en Madrid es un lugar donde he pasado muchos momentos de alegría. Allí me he encontrado con los documentos originales de tiempos pasados que me hacían sentir la emoción del conocimiento de las gentes que habían hecho posibles los lugares donde pasé mi infancia y donde viví los momentos que marcaron mi vida futura.
         Entre los muchos documentos que he podido consultar en este archivo traigo hoy aquí uno. Se refiere a la construcción del Cubo de abastecimiento de aguas del molino harinero de Orrios.
         Cuando ya había terminado el curso escolar y nosotros aún no habíamos cumplido los diez años, que ya nos obligaban a algún trabajo siguiendo la espiga, subíamos por la senda pareja al molino y nos llegábamos hasta lo que llamábamos la acequia del Cubo. Entonces no pensábamos más que en sumergirnos entre sus aguas. Teníamos allí nuestro paraíso con el baño y con los juegos de la arcilla extraída por aquellas laderas. Moldeábamos ruedas y varas y hasta mulos que tiraban de aquel carro construido con nuestras propias manos puesto a secar entre la hierba de los ribazos. Nos creíamos en un mar abierto que se nos llevaba los barcos de papel fabricados por hojas arrancadas de nuestras libretas escolares. Chapoteábamos con nuestros pies y semejábamos olas que arrastraban nuestras diminutas barcas hacia el fondo de La Cava, la cueva construida cuando los moros, decíamos, que se sumergía entre el cinglo calizo y atravesaba de parte a parte el barrio del castillo para seguir luego más allá hasta regar los Cuadrones, en el camino hacia Villalba. Volvíamos a casa contentos y a ratos preocupados por si nuestras madres nos veían algo mojadas las alpargatas y se daban cuenta de habíamos estado jugando en el río, o en esa acequia del Cubo que nos advertían nos podía arrastrar hasta dentro de la cueva, que una y otra vez nombraban con nombre de “La Cava” y que nosotros asociábamos al miedo.
         Eran días de alegría irresponsable en la lejana niñez. Han tenido que pasar muchos años para volver a aquellos mismos lugares, cuando hoy las acequias de riego de Orrios se han canalizado y circulan sumergidas por tuberías de presión y son conducidas hacia los lugares de riego sin fugas que agotan el agua. Ya esta acequia no lleva las aguas más allá del cinglo de la piedra de Rodrigo ni el Cubo recibe el agua acumulada para que impulsara en cascada las ruedas del molino. Hoy son sólo recuerdos de los viejos tiempos. No lamento que se haya aprovechado mejor el agua para riego que asegura las cosechas de alfaz o de panizo y hasta ha evitado las filtraciones que se producían en las casas arracimadas a la piedra caliza. Tan sólo tengo nostalgia de aquellos años tan lejanos ya.
         Ahora, también en los primeros días de los calores del verano, tomo la mano de mis nietos y les conduzco por la misma senda que yo discurría cuando tenía sus mismos años. Me preguntan y contesto, y quieren ver la maquinaria del molino, y participar de la molienda, y ver cómo giran las ruedas, y adivinar por qué el agua mueve la dentadura cilíndrica de madera que aprenden se llama ruejo, y palpar la harina suave que aparece por los caminales. Y desde las paredes limitadoras del Cubo cubiertas de hierbajos miran el pueblo y quieren ser los mismos vencejos que van y vienen en sus vuelos rápidos en sus zigzag  sin fin. Más arriba, ya en el camino de las Suertes, les dejo que se bañen en las claras aguas de la acequia que recoge el agua de los caños. Y ríen y me río, y se abrazan entre ellos jugando con la misma arcilla que llaman plastilina,  y modelan figuras de monigotes que llaman dibujos animados. Los observo con la sonrisa llena de afecto de abuelo. Se me fusiona el pasado y el presente y no adivino el futuro que pueda suceder.
         Me guardo para mí la nostalgia que me produce este pueblo sin niños que es posible cierre su escuela el curso próximo. Se llena de gentes los meses de verano, aparecen nietos que desconocen los juegos de sus abuelos en estos mismos lugares, hijos de hijos nacidos en ciudades lejanas que en ocasiones descubren cómo nace un cordero, y cómo las gallinas ponen un huevo, y hasta es posible que encuentren un nido de gorrión, y vean el caminar rápido de una perdiz, y el vuelo planeado de los buitres en los anocheceres la luz fosforescente de las luciérnagas y los ojos asustados de algún mochuelo.
         Son emociones distintas pero igual de vívidas las de los documentos del Archivo madrileño que señalan los sueldos jaqueses que cobraron los albañiles llegados de Mirambel y estas mismas piedras troqueladas por sus manos, ahora llenas de broza sobre las que camino con mis nietos mientras los vencejos sobrevuelan los tejados.
Orrios desde El Cubo. @cac.
Orrios. Año 1718. 4560 sueldos jaqueses costó las construcción de El Cubo. Original en A:H.N.
Orrios
1718
A.H.N. Legajo 8292.1
Transcripción de Clemente Alonso Crespo.-



                                   Construcción del Cubo para el Molino



            Transcripción.-
                        In Dei Nomine Amen sea a todos manifiesto que nosotros Martin Doz y Jayme Asensio maestros canteros vecinos del lugar de Mirambel y de presente allados en la villa de Orrios de la religión de San Juan del Hospital de Jerusalen de nuestro buen grado y cierta ciencia otorgamos aver recivido del Illustre Señor fray Don Carlos de Sese Comendador de la dicha villa de Orrios, y por manos de Juan Vaguena Alcalde de dicha villa y domiciliado en ella quatro Mil quinientos y sesenta sueldos jaqueses los quales son por otros tantos que concertamos la obra del Cubo de piedra que hauemos hecho en dicha villa de Orrios para el molino y por la verdad renunciando la excepcion de frau y de engaño y de la non numerata pecunia otorgamos la presente Apoca para siempre firme y valedera y en cossa alguna no revocadora Hecho fue lo sobredicho en la villa de Orrios a veinte y tres dias del mes de Abril del año contado del Nacimiento de Nuestro Señor Jesuchristo de mil setecientos y diez y ocho siendo a lo sobredicho presentes por testigos Josef Vaguena y Andres Lopez vecinos de dicha villa de Orrios esta firmado el presente Instrumento en su original nota y matriz de las firmas que dispone el fuero de Aragon.

            Signo de mi Miguel Lopez domiciliado en la villa de Alhambra y por autoridad Appostolica por donde quiere publico notario que a lo sobre dicho presente me alle rogado testifique y cerre

martes, 15 de marzo de 2011

Miguel Delibes. Viejos oficios, palabras olvidadas



                        Ahora que se cumple un año de la muerte de Miguel Delibes se me aparecen de cuando en cuando recuerdos  de muchas de las palabras que nos dejó escritas. Durante muchos años, curso escolar tras curso escolar, traté de que mis alumnos se sintieran atraídos por el mundo literario de Miguel Delibes. Iba y venía según el momento el curso y las particularidades de los alumnos “El Camino”, “Cinco horas con Mario”, “Las ratas”, “Parábola del naufrago” o las “Viejas historias de Castilla la Vieja”, además de sus crónicas de viajes.
Orrios. Molino del Barrio Alto. @cac.
            Siempre mantuve una identificación personal con el narrador y con la persona que nos contaba aquellas historias vivenciales de gentes plantadas en la tierra, ancladas en los secanos o en llamazares, trabajando en lo cotidiano día a día, aceptando lo que viene y bregando siempre por salir adelante con la decencia o la golfería de cada cual.
            De cuando en cuando, años después, he recibido alguna carta en la que alumnos de entonces, ahora ya padres de hijos, me señalan algunos aconteceres de aquellas lejanas clases que les resultaron aleccionadoras y en las que yo tan sólo trataba de enseñarles a leer y a escribir. Creo que no hice nada más que eso toda mi vida docente. No sé si lo conseguí, pero siempre lo intenté. Leer y escribir no es tan simple, es algo muy complicado. Exige un esfuerzo diario y un conocimiento de la obra y de la vida del autor, de las circunstancias particulares de los alumnos, de los acontecimientos diarios de la sociedad y muchas horas de corrección de textos y de anotaciones particulares exigidas por los escritos elaborados por los alumnos.
            No siempre le fueron reconocidos los méritos literarios a Miguel Delibes. Incluso autores consagrados de hoy han tardado mucho tiempo en poner de manifiesto los valores que transmitían sus obras e incluso el respeto hacia su obra, e incluso lo tacharon de reaccionario porque eso del campo y del aire puro y de los hombres simples estaba pasado de moda.
            Hoy se me juntan los recuerdos en el momento en que el Nini hace creer que hay petróleo en el pozo de agua. Ahí, en “Las ratas”, entre otras cosas, aparece la rasmia de un Delibes que denunciaba la algarabía de la prensa en los años sesenta del pasado siglo, cuando los mandamases franquistas aireaban el fiasco millonario del gas y el petróleo en la comarca burgalesa de la Lora que tan bien conocía nuestro autor.
            Junto a ese recuerdo de el Nini me angustia el espanto del terremoto en Japón y la gravedad de la expansión radiactiva. ¿Qué escribiría hoy Miguel Delibes?
            Quiero homenajear hoy al maestro de la escritura y de la vida que nos hablaba de la salida y de la puesta de sol, de la sabiduría natural de las aves que van y vienen, del `pastor de dale y venga todos los días, del ciclo de la añada y del peligro de forzar la naturaleza porque ella es quien tiene las fuerzas incontrolables que de vez en cuando, como ahora en Japón, nos avisan con su presencia.
Alfambra. Brocal de entrada del agua para mover el ruejo.






            Como homenaje queden aquí estas palabras que a muchos les harán consultar el diccionario: muela, ruejo, prepalo, biga, dado, garzón, argollas, árbol, manzana, cerquillo, rodezno, rasera, palo, garrofones, clavos, caminales, cordón, encajado, tolva, botana, canal, cercillo, aliviador, adormidor, entabocado.
             Son los nombres de los objetos, ahora varados en el tiempo, usados en los molinos harineros. Corresponden a uno de los tres molinos que existieron en Alfambra, hoy desaparecidos. En Orrios, en el molino de la Maquila y en el del Barrio Alto, esos objetos aún se pueden contemplar y conocer. Más difícil es que las gentes de hoy los identifiquen por su nombre.

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   Los nombres aparecen en los documentos que adjunto en copia del original conservado en el Archivo histórico de Teruel y en la transcripción literal del mismo.

Alfambra

1738, nov. 14

Archivo histórico de Teruel. (A.H.T.)
Protocolos Notario Francisco DeOria
Transcripción de Clemente Alonso Crespo.-



                           Valoración de los objetos existentes en el molino harinero, año 1738



            Die Decimo cuarto mensis Nobembris ano a Nabitate Domini MDCCXXXVIII in vile de Alfambra



            Eodem die et loco que ante la presencia de mí Francisco DeOria Escribano Real por todas las tierras Reinos y señoríos de su Majestad y Domiciliado en la villa de Alfambra de la Religión del Señor San Juan de Jerusalén del partido de Teruel Reino de Aragón y de los testigos abajo nombrados comparecieron y fueron personalmente constituidos, de una parte Juan López, Molinero, vecino y residente en dicha villa, y de otra Apolinario Abril, labrador y vecino de la misma; como administrador o recaudador que dijo ser de los molinos arineros y demás cossas tocantes y pertenecientes a ellos de la expresada villa, por aberse obligado el ya difunto Gregorio Abril, padre del expresado Apolinario, en un instrumento público de arrendación siquiera arrendamiento por el mencionado Juan López; la qual dicha escritura fue echa y testificada por Martín Fuertes Nabarro, Escribano Real por todas las tierras Reinos y señoríos de su Majestad y domiciliado en el lugar de Celadas del partido de Teruel el que quisieron aber aquí por mencionado y calendado debidamente y según fuero del presente Reino; y como más fuere conveniente; y con fuerza de aber muerto dicho su padre aber quedado aquel heredero universal de todos sus bienes y acienda; y ser preciso dar quenta de los expresados molinos en la misma forma y manera que los arrendatarios de la Dominicatura y encomienda y demás lugares anexos a ella le entregaron al ya difunto Gregorio Abril su padre, como también todo lo demás existente en dichos molinos abente y dar todo ello buena y berdadera quenta a los que respectibamente se le pidieren; Por tanto por bía de amistad y amigable composición las otras dos partes juntas y cada una de por sí en aquellas mejores bía forma modo o manera que mejor podían y debían pasaban a nombrar y nombraron en Peritos Justipreciadores para que tasasran baluaren y justipreciaren todo el edificio y fábrica echa y distraida por el mencionado Juan López y demás mejoras hechas por aquel en los expresados molinos; a Diego Gascón? maestro molinero y Bartolomé Galera, maestro carpintero, ambos domiciliados en la ciudad de Teruel y allados de presente en esta villa,  y assí mismo a Joseph Esteban, molinero y vecino de la misma, peritos nombrados por las partes, y de orden y consentimiento de aquellas; y en virtud del citado nombramiento que por los dichos Juan López y Apolinario Abril se les tiene dado y concedido; dichos tasadores todos juntos y cada uno de ellos de por sí an aceptado y de nuevo aceptan dicho cargo y empleo y prometen y se obligan y juran por Dios Nuestro Señor y a una señal de cruz en poder y manos de el Alcalde Thomas Escusa, alcalde y juez ordinario de ello? y de usar bien y fielmente a su leal saber y entender y obrar conforme a derecho sin perjudicar a ninguna de las partes; y abiéndoles sido mostrados los expresados bienes por aquellos y bistos y reconocidos por los mencionados peritos tanteado su coste citado presente que tienen y el balor de estos tiempos hicieron tasación y justiprecio de todos ellos en la forma y manera siguiente,
            Primeramente accedieron dichos tasadores a el molino bajo de dicha villa en compañía y con asistencia de mí el Escribano y testigos abajo nombrados y estando en él bieron y reconocieron

 la muela y ruejo del expresado molino, y allose estar el ruejo del coto lo tasaron y justipreciaron en veinte y cinco libras                                                                                                                                                                           25 Libras la muela por allarse un dedo menos del coto se tasó en veinte y tres libras                                                            23 Libras

se tassó por los dichos el prepalo y la bija en cuatro libras diez sueldos                              4 L. 10 S.

se tasó por los dichos el dado y gorzón en cinco libras                                                        5 L.

se tasaron las dichas quatro argollas de ferro que tiene el árbol o manzana en una libra y quatro sueldos, digo            1 L.  4 S.

se tasó por los dichos el cerquillo del rodezno en tres libras                                               3 L.

se tasó por aquellos la rasera y palo para dar el agua todo de yerro en tres libras                3 L.

se tasaron los dichos dos gafarrones y sus clabos de yerro catorce sueldos                        14 S.

se tasaron los dichos dos caminales y cordón de la arina en una libra                                  1 L.

se tasó por aquellos el Encajado de la muela en dos libras                                                  2 L.

se tasó por los dichos la tolba y palos para sostenerla en una libra y doze sueldos              1 L.  12 S.

se tasó por los dichos el rodezno con su manzana en cinco libras                                        5 L.

se tasó por aquellos la botana en una libra ocho sueldos                                                     1 L. 8 S.

se tasó por aquellos la canal en ocho libras                                                                        8 L.

se tasó por los dichos tres cercillos de yesso para abrazar dicha canal en tres libras          3 L.

del banco alibiador y adormidor se tasó por aquellos en una libra                                        1 L.



     Y en virtud de aber concluido de tasar y baluar todo el edificio que de presente se alla en dicho molino bajo por dichos peritos arriba nombrados mediante el consentimiento dado y atribuido por las partes a aquellos y no abieren encontrado otros ni más bienes ni mejoras hechas y distraidas por el mencionado Juan López y en consideración de todo lo qual y de orden y mandamiento de las partes, accedimos yo El Escribano en compañía de dichos tasadores y testigos abajo nombrados a

 el molino alto de la mencionada villa y estando en él se tasaron baluaron y apreciaron por dichos peritos los bienes y mejoras infrascriptos y siguientes;

              Primeramente

la muela primera de dicho molino que por aber allado aquellos le faltaba quatro dedos y medio del coto (codo?) la tasaron en quinze libras, Digo                                                                                                                        15 L.

se tasó por los dichos el ruejo que por reconocer se allaba al coto? y no le faltaba cossa alguna a la marca la baluaron en veinte y cinco libras      25 L.

se tasó por aquellos el prepalo y la bija en cinco libras                                                       5 L.

se tasó por aquellos el gorzón y dao que por aberle allado le faltaba una cara y andante en otra y por combenio de las partes la baluaron en cinco libras                                                                                                                   5 L.         

se tasó por los dichos la rasera y palo de yerro para dar el agua en dos libras y diez sueldos  
                                                                                                                                         2 L. 10 S.

se tasó por aquellos el alibiador banco y adormedor en una libra                                         1 L.

se tasó por aquellos quatro loritas o argollas de la manzana en una libra y seis sueldos       1 L. 6 S.

se tasó por aquellos los caminales y caedor de la arina doze sueldos                                  12 S.

se tasó por los dichos el entabocado en una libra y seis sueldos                                         1 L. 6 S.

se tasó por los dichos la tolba y palos para sostenerla en una libra                                     1 L.

se tasó por los dichos el rodezno y su cercillo en diez libras                                               10 L.

se tasó por los dichos la canal en ocho libras                                                                     8 L.

se tasó por los dichos dos cercillos para abrazar dicha canal en dos libras y diez sueldos    2 L. 10 S.

se tasó por los dichos la botana gafarrones y clabos en una libra y doze sueldos                  1 L. 12 S.




              Y prosiguiendo dichos tasadores con el orden y consentimiento que por dichas partes se les tiene dado y atribuido pasaron a baluar y justipreciar las mejoras y fábrica echa y distraida por dicho López en el molar del rincón del citado molino y allóse aber en él lo siguiente

              Primeramente

una muela que por ser nueba y allarse al coto la tasaron y baluaron en veinte y cinco libras   25 L

por quanto el ruejo de dicho molar se alla de toba? y dize el mencionado Apolinario no es aparente para moler los vecinos de esta villa y demas desagregados de los lugares al contorno que concurren a moler a los mencionados molinos no la quiere admitir ni tomarle por mejora dicho ruejo; e instándoles dicho Juan López a dichos tasadores a que lo baluen y aprecien para los fines que le convengan y ará lugar a su derecho lo pasaron a tasar y baluar dichos peritos tasadores por las razones arriba dichas en veinte libras
                                                                                                                                             20 L.

se tasó y apreció por los dichos el prepalo y la bija en cinco libras                                          5 L.

se tasó y apreció por los dichos el gorrón y dao en cinco libras                                               5 L.

se tasó por aquellos seis argollas de yerro dos grandes y quatro pequeñas en una libra y diez sueldos
                                                                                                                                         1 L. 10 S.

se tasó por los dichos el alibiador banco y adormidor en una libra y diez y seis suel.           1 L. 16 S.

se tasó por aquellos la rasera en dos libras                                                                        2 L.

se tasó por aquellos la manzana del rodezno por allarse nueba en dos libras                        2 L.

se tasó por los dichos el cercillo de dicho moderno en tres libras                                        3 L.

se tasó por aquellos los caminales y caedor de la arina en diez y seis sueldos                     16 S.

se tasó por los dichos el entabocado de la muela en una libra diez sueldos                          1 L. 10 S.

se tasó por aquellos la tolba y palos para sostenerla en una libra ocho sueldos                    1 L. 8 S.

se tasó por aquellos la canal del molar del rincón que por allarse nueba la baluaron y apreciaron con dos cercillos que se abrazan de yerro en veinte y cinco libras                                                                                             25 L.



              Y en la forma que dicha es finalizaron la dicha tasación de los bienes y mejoras hechas y distraidas por el dicho Juan López en los mencionados molinos la que dijeron aber echo dichos tasadores bien y fielmente en todo su balor y estimación sin fraude ni engaño a ninguna de ambas partes por el juramento que dicho lleban según su modo de saber y entenderse y ciencia salbando error de pluma y suma, y no firmaron dichos tasadores y justipreciadores por que dijeron no saber de que yo el Escribano doi fee; todos los quales otros bienes en dicha preinserta escritura de tasación los entregó dicho Juan Lopez al mencionado Apolinario, como administrador que dicho ser de dichos molinos farineros los que en su poder otorgó aber recibido y de ellos otorgó ápoca en forma en la misma manera que dichos tasadores los an baluado tasado y justipreciado esceptando el ruejo de tolba del molar del rincón que por no ser al casso para moler los vecinos de dicha villa no quiso acerse cargo de él a lo qual tener y cumplir obliga y obligó el dicho Apolinario Abril su persona y todos sus bienes assí muebles como sitios donde quiere abidos y por aberse echo cargo de ellos a los que respectibamente se los pidieren y el dicho Juan López así mismo obligaba y obligó su persona y todos sus bienes assí muebles como sitios y a no contrabenir a todo quanto en dicha preinserta escritura de tasación amigablemente entre ambos tienen otorgado, y ambos quisieron que dicha escritura fuese arreglada con cláusulas de ejecución Precario constituto aprensión inbentario y emparamiento renunciaron y se jusmetieron a la jurisdicción de los señores Regente y oidores de la Real Audiencia de este reino y demás juezes y ministros de su Majestad renunciando large fiat ex quibus



              Testes   Blas Izquierdo, pelaire y vecino del lugar de Alcalá y Antonio Bela, albardero y vecino de el lugar de Villalba la Vaja y ambos allados de presente en dicha villa




              Yo Apolinario Abril otorgo lo dicho


              Yo Guan López otorgo lo sobredicho

              Yo Blas Izquierdo soi testigo de lo sobredicho y firmo por Diego Garzón, Joseph Esteban, maestro molinero y por Bartolomé Galera, maestro carpintero, tasadores y por Antonio Bela mi contestigo que dijeron no sabían escribir



              Notario.-   Francisco DeOria


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jueves, 3 de marzo de 2011

No oyes ladrar a los perros, ¿verdad Rulfo?

   ¿No oyes ladrar a los perros, ¿verdad Rulfo? La Mostaza no ladraba. Aquella mañana lloraba. Febrerico el loco, un día peor que otro, así decía mi madre. Esta hilera de aquí encima, la que se abría en los domingos después de misa para que se regaran los huertos, tenía unos chupones de hielo de a metro. No vimos en todo el día el sol. Se había agarrado bien la niebla y las rosadas de los días anteriores habían quemado hasta las hierbas de los ribazos. Unos hielos que ni te cuento. Las escorrentías de la hilera se habían quedado en unos chupones como garrotes. Cuando respirabas parecía que entraba un helor hasta el fondo de los pulmones. Los barros del badén debajo de la era Baguena, encima del cerrado de Casimiro, junto a la casa del señor Maestro, llevaban más de un mes sin deshacerse. Había que tener cuidado cuando pasabas por allí. Hasta las ruedas de los carros cargados con el estiércol de las femeras rebotaban sobre los barros helados. Ya podías pisar bien fuerte cuando íbamos a la escuela que no se deshacían.
            Sé que era una mañana de domingo porque ya habían dado el primer toque para la misa. Desde la era de Terrer ya ves Rulfo que se domina toda la vega hasta Larroya. Pero las mañanas de febrero hacen que se agarre la niebla por todos los campos y que ni siquiera se vean los chopos deeshojados del río. Quedan como fantasmas blanqucinos de abundosas ramas retorcidas. Los algodones enhebrados de la niebla se agarran a las pellizas y la moquita se hiela cuando desliza por la nariz. A la Mosdtaza se le había quedado helada la sangre agarrada a su hocico. ¿Por qué tuviste que matarla, Mariano? Tantas veces había subido contigo al monte, tantos días apretando el rabo, metido entre las patas, había achuchado a las ovejas para que salieran de la paridera, entumecidas por los hielos que las hacían resbalarse cuando enfilaban por la cuesta del cementerio. Tantas veces nos había sacado de los apuros cuando el hatajo se metía en los sembrados de los linderos. Tantas veces te había hecho compañía en un día y otro, en las chicharrinas de los veranos y en las heladas de los inviernos.
@cac.
            La mañana en que arrinconada en una esquina  del corral, justo al lado de las varas del carro, lloraba acurrucada cuando empezaste a chillarle y a jurar trayendo a cuento a todo el santoral. Estaba asustada, con la sangre helada, ennegrecida ya, pegada al hocico. Media docena de gallinas despanzurradas, con los cuellos rotos y las cabezas separadas, tendidas aquí y allá en lo alto de la femera. Lloraba la perra y se escondía cuando tú Mariano agarrabas un palo y le sacudías bien fuerte. La abuela que “déjala y que ya no hay remedio”. Y tú Mariano, que si dios y que si el copón bendito. Me fui de allí, asustado por tus gritos y los alaridos de la Mostaza. Ya cuando crucé el Regajo no oía más que los gritos, y al poco nada.
            Cuando volví, después de la misa, aún llevaba la abuela el mimbre en la mano. Te había sacudido un par de mimbrazos. Saliste por la puerta del carro porque por la falsa, la que estaba junto a las cortes de los puercos, se había atascado con los barros helados, arrastrados por las patas de las ovejas, cuando se metían con prisas en el cubierto en busca de la paja mezclada con centeno que les poníamos en las comederas. Llevabas en la mano el cuchillo de los perniles, aquel que tantos miedos me daba cuando lo veía junto a la capoladera de las morcillas. “Descuélgala” te dijo tu madre. Yo subí hasta la sala que daba al cementerio y al cerrado del panizar. En aquella misma habitación, una mañana heladora, justo el mismo día en que los Reyes Magos repartían los juguetes a los zagales del pueblo te fuiste tú al otro barrio y te quedaste ahí debajo  para siempre. Mirabas hasta este mismo lugar en que ibas a entrar muy pronto para ya no salir jamás de él, y veías también el mismo peral de Molinero.
            Allí la vi yo igual. La Mostaza se movía de un lado a otro, como un péndulo lento que buscaba el centro de gravedad del campo yerto. Me asusté, pero no pude dejar de mirar. Me quedé con las manos agarrotadas, enrojecidas por los sabañones, agarrado a los hierros de la ventana que tú pediste te abrieran aquella madrugada del día de los Reyes Magos. En tu última mañana te ahogabas en tus propios vómitos, te asfixiabas en el calor de tu propia sangre, la poca que te quedaba. Mientras tú te abrasbas la vida se te iba por momentos. Mirabas y mirabas las tapias del cementerio, con los ojos desorbitados. Te querías agarrar a la vida mientras deseabas dar el último paso para meterte tú mismo cubierto por la tierra para siempre.
            Pero te vi cuando llegabas con el cuchillo en la mano, justo debajo del peral de Molinero. Entonces lo entendí todo y durante mucho tiempo me diste miedo. Apareciste en mis sueños con el cuchillo en la mano y me despertaba asustado, metido en la misma cama de la abuela, allí donde dormía cuando el abuelo ya no estaba, porque me protegiera del frío y de mis miedos. Nunca le dije de mis sueños, pero quien pendía de la soga no era la Mostaza, era yo el que estaba a punto de ser colgado o quien pendía del colgajo, a punto de morir asfixiado. Luego me despertaba, con los ojos abiertos como platos, me cobijaba entre las enaguas de la abuela y volvía al sueño mientras pensaba que no era yo, sino la perra Mostaza quien caía al suelo patitiesa, entumecida, helada, aquella mañana de domingo, matadora de frío, cuando tú cortaste la soga con el cuchillos de los perniles. La misma que había atado sobre una rama justo en el rato que duró la misa, cuando yo me fui, cruzando el Regajo, y dejé de oir los lloros de la Mostaza
@cac.
            Te había dado un barrunto y decidiste que la perra era la culpable de todo aquel rastro de sangre y plumas en que se había convertido el corral y la femera. Y después de sacudirle tus buenos palos te la llevaste a rastras hasta el cerrado de Molinero mientras ella seguía llorando en sus gemidos. Echaste la soga encima de una rama de la noguera, ataste el lazo por encima del cuello y tiraste hacia arriba. La Mostaza ya ni ladró ni gimió ni lloró. Allí la dejaste hasta que, a la vuelta de misa, la abuela dijo que no la viera el zagal. Y el zagal se subió hasta la alcoba en que tú mismo te ahogaste en tu vómito una mañana heladora de enero. Y te vi cómo cortaste la soga y cómo la Mostaza cayó de golpe sobre el suelo, duras sus carnes ya, helada ya toda ella. Por eso vinieron luego mis miedos y mis sueños enloquecidos cuando no era la perra sino yo quien colgaba de la soga. De nada valieron las noches cuando me despertaba, una y otra vez, asustado porque disparabas con la escopeta para cazar a la zorra que había entrado en el corral, ayudada por la luna llena y espantaba en un guirigay a todo el gallinero. Volvía como siempre, como había llegado la noche en que quedaron despanzurradas las gallinas sobre la femera y hasta las paredes junto a la cuadra llenas de rastros y manchas de sangre.
            La zorra siempre fue la que atizó a los animales, la que vino a devorar los cuellos y las crestas, azuzada por el hambre con los fríos de los inviernos, cuando no tenía nada que comer entre las carrascas del monte. Entonces se llegaba hasta los corrales y se alimentaba con la sangre que luego lamía la Mostaza. Fuiste aquel día el más cruel de todos y me costó mi tiempo acercarme a ti. Tuvieron que pasar muchos inviernos y muchos veranos, cuando de nuevo me tirabas sobre el pazujero, cuando me enseñabas a encontrar los nidos de las perdices, cuando bajabas al río por pescar los cangrejos a mano, cuando preparabas las cañas para las truchas. Pero entonces ya la vida te había tronzado, ya habías hecho el camino de ida y vuelta, ya al poco no viste ni la ventana, ni el peral de Molinero, ni esta piedra barbacana de la era de Terrer, donde he puesto mi casa, donde platico con Rulfo, desde donde en las noches heladoras de luna llena, cuando llega la zorra, oigo ladrar a los perros.
@cac.