lunes, 30 de mayo de 2011

Juan Rulfo, se han torcido las cruces.

@Juan Rulfo.


                Así decía Marcelo, el que está enterrado junto a Agripina, su mujer. Yo era un zagal entonces y, en la era, no paraba de mirar las rayas azules que llevaba marcadas en sus brazos. Lo miraba cuando torneaba la parva, en los mediodías del verano de sofocos. Marcelo y Agripina siempre vivieron en la cueva, por allá detrás del horno, en la revuelta que seguíamos cuando subíamos al castillo, por aquello de jugar a Trenavíos. Tres navíos en el mar… y otros tres en Portugal. Y qué lejos del mar.
        Marcelo y Agripina no tuvieron hijos. Ni tampoco tierras. Ni caballerías. No tenían más que la cueva. Una vez entré allí. La habían terminado de blanquear. Tampoco era de ellos. Sirvió de bodega a la que fue casa de la Marquesa, justo al lado. Aún hoy mantiene su escudo blasonado, con sus racimos de uvas y una espada cortadora. Luego fue casa del Curato y algún ensotanado emprendedor aderezó el corral y lo convirtió en jardín, y transformó las cuevas en estancias que se quedaron vacías. Grande la casa, con piedras sillares que miraban hacia la que aún se dice del Marqués, y las ventanas ajimezadas en su mirada al trinquete sobre el que se asentaba la escuela, hoy también vacía, Rulfo.
        Marcelo me hablaba de la escuela. Me preguntaba de todo mientras dábamos vueltas y más vueltas, modorros los machos, amodorrados nosotros sobre el trillo, desplazado lento mientras poco a poco la mies se deshacía y la paja y el grano quedaban separados. Miraba sus brazos. Fui sabiendo de sus tatuajes. Hablaba de la guerra y del barranco Lobo y de cuando en cuando decía entrecortado aquel diles que no me maten. Bebía Marcelo buenas chaparradas del vino del barral, cuando parábamos en los mediodías, refugiados en el pajar, entre el tamo del pazujero.
        Él fue un soldado cuota allá en Anual. Nunco tuvo donde caerse muerto. Su familia siempre había vivido arrastrada, sin nada de nada. Así es que su padre recibió cien duros y a él se lo llevaron por el Gurugú. Cuando el vino le calentaba los cascos joteaba con el Gurugú y no sé qué del África entera. Y entonces presumía y enseñaba sus brazos con un par de corazones tatuados, atravesados por espadas y unas iniciales que nunca dijo de quién hablaban, y de cómo corrían los moros, y de los desfiles del tercio, y de la sed que pasaban, y del beberse los orines de los mulos. Con qué por qué no darle al vino.
        Ten cuidado Marcelo que aún queda tajo, le dijo alguna que otra vez el Repoyo. Por el vino se perdía Marcelo. Entre todos los tragos no se llegaba a beber un barral al día. Pero le sentaba mal y la bilis le amargaba la garganta. Comer, comía lo que le daban. En los inviernos venía por darle vuelta al fiemo del corral y en los veranos por ayudar en la siega y luego por terminar la trilla, porque faltaban brazos y, a veces, tempraneaban las lluvias de septiembre y aún la mies estaba sin trillar y hasta germinaban los granos en las hacinas y ya tenían que andar con la siembra. Faltaban brazos y no había maquinaria. Así es que una comida de caliente nunca le faltaba en casa. Agripina siempre andaba mala. Que si los riñones, que si casi no veía, que siempre tosiendo y tosiendo. En los veranos se la veía por los Planos espigando, recogiendo las matas de trigo que se perdían entre los montones atrenalados. En esto era apañao Marcelo. Siempre dejaba buen rastro cuando segaba con la hoz y amontonaba las gavillas con la vuelta de la zoqueta. Sabía que dos o tres días después llegaría por allí su mujer y haría trenzados con las espigas. A lo más recogería un fajo al día, que ya era buena cosecha. Después lo aporrearía sobre la gamella en el corral y guardaría los granos para alimentar a las gallinas. No tenían más que media docena pero así se aseguraban la misma cena todos los días, junto a los girasoles rastreros crecidos entre los rastrojos cuando las primeras lluvias de otoño. 
@Juan Rulfo.
        Se fueron arrugando poco a poco. Al final de los años Agripina estaba ya ciega. Un médico que llegó a El Alcamín, que entendía la vida, así dijo, como un relámpago entre dos mundos le puso en la cara unas gafas de culo de botella y, con aquellos anteojos, aún se defendía. Pero al poco ya ni con ellas veía nada. Y se hicieron viejos en tres o cuatro años. La madre de los Novatos, la abuela del ojo estrábico velado por la catarata, la que siempre veía un paso más allá de los demás, le hizo un seguro de vida por medio de un sobrino que trabajaba en una mutua. Y con los días de cotización en los tiempos que presumía Marcelo de sus tatuajes pudieron llegar hasta el final. Mal, porque mal lo pasaron siempre. Siguieron metidos en la cueva, ya entonces cada día más húmeda, sin volver a ser blanqueada nunca.
        Los trajimos aquí a hombros de los quintos de aquel año, que tampoco tenían ninguna familia cercana. Ni lejana tampoco. Esta vez fue el cura recién llegado, el que arregló el corral de la casa de la Marquesa donde sembró rosales, quien dijo que había que pagarles el cajón. Y entre todos costeamos el ataúd, primero el de Marcelo y luego el de su mujer, que no se llevaron más que dos meses en morir.
        Los pusimos ahí abajo, justo en la misma esquina lindera de los sin ley, de los que no tienen tierra cristiana. No es mal sitio. Los quintos les hicimos una cruz a cada uno con las ramas de un guillomo, también trabajado en el taller que el mismo cura trajinó en su casa cuando le dio por las colmenas por aquello de la fiebre de los años de la miel.
        Mira, Juan Rulfo, se han torcido algo las cruces, pero aguantan fuertes. Ya sabes, de guillomo y bien trabajadas. Vamos a clavarlas un poco. Les viene bien que las proteja la barbacana que sujeta la tierra blanquecina, la que mira a la era de Terrer. No reciben más que el sol de la tarde, por eso están cubiertas de hongos verosos endurecidos en el invierno.
        Marcelo me hablaba en los días de la trilla del moro que le pidió con voz sin fuerza aquel diles que no me maten. Y del chirrido de la carne cuando la bayoneta de un cuota se metió entre los costillares del moro, acurrucado sobre una tierra blanquecina que tanto se parece a la de estos Aljezares en la solana de las Suertes. Y salpicaba sus palabras con el tu paisa amigo, tu volver a tu tierra esta mía, tú no pegar tiros, tú llegar a tu casa y salam alicum, que el sol sale para todos.
        Vio correr la sangre entre los costillares abiertos, dentro de una chilaba acuchillada. Y le dio tierra al moro allí mismo, y le hizo una cruz, con dos guillomos, me dijo, como nosotros a él, que las tierras bereberes son muy parejas a estas nuestras, me decía Marcelo. Y así lo hicimos nosotros, Rulfo, también con dos guillomos. Como en Comala en El Alcamín, que el sol en los estíos reverbera sobre los rastrojos de los Planos, y entonces las ovejas se ponen en careo, por taparse las unas a las otras, buscando la sombra de su propio cuerpo, ahí arriba, más allá de la Muela, pasada la cueva donde anidan los buitres.
@Juan Rulfo.

sábado, 21 de mayo de 2011

Metáselo usted por donde le quepa. Hartos pero no tontos.

¡Metáselo usted por donde le quepa!


                     Hartazgo. Indignación.

Por tanto bla, bla, bla de los que se llaman políticos.
Por tanto gastar y malgastar el dinero público.
Por tanto espabilado que te decía “tengo una inmobiliaria, se vende todo”.
Por tantos cargos, carguitos y carguetes creados para su clientela.
Porque el que no chupa del bote es un “desgraciao”.
Por tanto marear la perdiz para que los procesos de los sinvergüenzas y corruptos se eternicen.
Por tanto manipular los medios de comunicación.
Por tantas mentira en la televisión.
Por tanta mierda, sí, mierda, en algunos programas de televisión.
Por crear medios de comunicación para el servicio de quienes mandan.
Por tantos que se venden a quienes mandan.
Por decir medias verdades y mentiras para intoxicar a la población.
Por decir una cosa y la contraria según convenga.
Por decir que la mala situación es responsabilidad sólo del gobierno central cuando las autonomías controlan o descontrolan el gasto público y manejan los medios financieros.
Por el bombeo de dinero inyectado a Bancos y Cajas de Ahorro que se han convertido en las mayores inmobiliarias de España a costa de todos los ciudadanos que en ellas tienen depositadas sus nóminas.
Por la indemnizaciones millonarias que cobran quienes causaron los problemas económicos y los despidos de la gente que no tiene donde trabajar.
Porque algunos gobiernos autonómicos retrasan o no cumplen la ley de dependencia.
Por poner trabas y despreciar una educación “de la ciudadanía”  construyendo aulas en las nubes que explicaban lo inexplicable en inglés y alguien traducía al español sólo “por joder la marrana”, pero con dinero público.
Por apoyar y beneficiar la enseñanza privada en los lugares que les conviene a esos políticos que chupan del bote.
Por llenar de mierda, sí, de mierda, una situación que debería ser respetada como la muerte digna, haciendo culpables a médicos y enfermeras que sólo son responsables ante el dolor.
Por construir los políticos megalomaníacos ciudades que dicen de cultura o aeropuerto sin tráfico aéreo que no tendrán uso efectivo y que dejarán deudores empeñados durante varias generaciones.
Por prometer, prometer y prometer cuando llegan las elecciones y luego “si te he visto no me acuerdo”.
Por trincar todo lo que pueden.
Por haber trincado y salir de rositas.
Por no exponer en la campaña electoral los problemas reales de la población. Sólo se dicen a sí mismos el “y tú más”.
Por ni siquiera ser capaces de mantener los partidos políticos un pacto de Estado en temas tan amargos como el terrorismo y sus víctimas.
Por mentir con la realidad histórica más cercana de España.
Por no escuchar a la gente.
Por creer que el pueblo español es tonto.
Por mentir, mentir y mentir.
Por no querer cambiar la ley electoral.
Por no permitir listas abiertas de candidatos a alcaldes y concejales.
Porque queremos votar para botar a los chupópteros.
Porque  no tenemos miedo aunque no tengamos trabajo, ni casa, ni dinero.
Porque no queremos que los políticos utilicen las instituciones para su beneficio personal.
Porque algunos politiquillos quieren ser concejales, aunque sólo obtengan en algunos pueblos media docena de votos, y así ser consejeros de la Comarca o diputados provinciales y así tener el chollo del sueldo y dietas al menos durante los cuatro años de legislatura.
Porque ya vale de corrupción, injusticia e impunidad.
Porque ya está bien de especuladores, políticos corruptos, jueces no justos, fiscales del sistema no justo y tramas corruptas.
Porque cría cuervos y ganarás sus crisis.
Porque si votas igual, te joderán igual.
Porque si no tenemos sueños tendremos pesadillas.
Porque no es crisis es estafa.
Para que el botellón y la televisión se queden en el cajón.
Porque se acaban de una vez los protocolos y viajes en los que sólo se promociona a las personas del séquito en los periódicos y televisiones locales sometidos al jefe político que toca.

Todo con tu dinero y con el mío y con el de cualquier persona de a pie que paga sus impuestos y que está harta e indignada de tanto mediocre, de tanto arribista, de tanto sinvergüenza que llega a la clase política y se corrompe, se deja corromper y permite que los corruptos y los especuladores dominen el cotarro.

Os lo diré con palabras de Miguel Labordeta a vosotros
“… los inquisitoriales azuzadores de la matanza
los implacables dogmáticos de estrechez mentecata
los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa
los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones
preparais lo trituración de los sueños modestos…”







lunes, 9 de mayo de 2011

Inmigrantes

Donde sea, aquí no hay sitio.

                                       Inmigrantes (de hace diez años).


       
        Decía el hombre, cincuentón él, que ya sólo faltaba que se tuviera que dar clase de religión islámica en las escuelas, que por qué tenían que ir las mujeres a clase con el pañuelo sobre la cabeza, que encima les tendríamos que pagar entre todos a esos profesores, que además la muchacha no sabía lo que se hacía, que eran sus padres quienes le habían obligado a lo del pañuelo.
        No me pude callar. Se lo dije a botepronto. ¿Y a ti, cuándo te bautizaron? ¿A los ocho días de nacer? Porque sabías lo que hacías, claro.
        Reculó en seguida. Que si España era un país laico, que caminamos hacia una sociedad laica, que venga con lo laico por aquí y por allá. Y yo, que la Constitución no es laica, que se dice aconfesional, que la cosa es bien distinta. Que cuando se habló de laicismo fue en los tiempos de Azaña, que su gobierno sí que legisló en esa línea y que se las tuvo bien tiesas en el Parlamento de entonces.
        Y aún dije más, que es legal que la iglesia católica mantenga la enseñanza de sus dogmas en las escuelas, que así fue firmado por el gobierno de Suárez, que existen acuerdos de Estado con el Vaticano que, aunque no me gusten, los tengo que respetar porque son legales. Que han sido muy hábiles los miembros de la Conferencia Episcopal y los Nuncios Apostólicos que por España han caído, que bien han amarrado para que sean ellos quienes nombren a los profesores de Religión, para que los pague el Estado español con el dinero de todos los contribuyentes.
        El Judaísmo y el Islamismo podrían explicar sus doctrinas también en las escuelas. Al menos así se lo permite la ley. Pero no tienen conciertos económicos con el Estado, y deberían pagarse ellos los profesores.
        Pero claro, al cincuentón ya no le interesaba seguir por ahí. Luego desvió en que están llegando muchos emigrantes, que si el paro aumenta, que mira tú lo de El Ejido de hace un par de años, que ahora con lo de la fresa en Huelva, que siguen llegando las pateras, que además tendremos que hacer una nueva terminal en el aeropuerto de Fuerteventura. Se iba de un lado para otro.
        El cincuentón era pariente de un ochentón que dirigió los fusilamientos en Huesca, familia también de otras gentes menos afortunadas que tuvieron que pasar al otro lado del Pirineo, por aquello de Bielsa y su bolsa. Conocía de la misma manera a gentes que, cuando él tenía quince años y le llevaban de vacaciones a Cambrils, tenían que coger su maleta de cartón o de madera, atada con sogueta esparteñera, y se marchaban a las campañas de la vendimia en Francia o, cuando llegaban los otoños, aguantaban los gritos de los patrones franceses sobre los campos embarrados del cultivo de la remolacha. Sabía también de gentes que sufrieron los fríos de Zürich, de Insbruch, de las soledades de Ginebra o Munich, del peligro en el trazado de los trenes de cremallera en las nuevas estaciones invernales del Tirol.
        Eran ya los tiempos en que él moceaba con las jóvenes que acudían a las pistas de esquí de Candanchú. No le interesaba saber nada de los senegaleses que trabajan ahora en la vendimia de Cariñena, de los portugueses que hacen las campañas de la cereza en el Jalón, de los magrebíes que recogen las manzanas en Fraga, de los pakistaníes que bajaron a las minas de Escucha, de las ecuatorianas que él mismo ha empleado para atender a sus padres y suegros, hoy ya ochentones.
        Tampoco quiso saber nada del Parlamento aragonés que reside en la Aljafería, sede antigua de los reyes moros donde el propio Cid rindió pleitesía, ni de los alarifes que levantaron esa hermosa síntesis que se llama mudéjar, hoy patrimonio de la Humanidad.
        Quien quiera entender nuestra historia, la de España, la de Aragón, la de Teruel, que se asome sobre el solanar del museo turolense y observe la Catedral, El Salvador o San Martín. Después, por lo menos, que guarde silencio.

   Diez años después me lo encuentro en un entierro. Ha venido al pueblo que le vio nacer por eso de cumplir con la familia. Se acaba de jubilar haciéndole una trampa a Hacienda. Me vuelve a repetir las palabras que yo tenía guardadas entre revueltos papeles. Por eso las traigo ahora. Despotrica contra los de su pueblo que no fueron capaces de emigrar como él y siguen sembrando esta primavera el panizo de la esperanza. Despotrica pero luego se lleva las patatas y los huevos que le dan y hasta la longaniza y el lomo de la conserva. Eso sí, me vuelve a decir que los de aquí son tan tontos que pasan el mismo frío de siempre y criando sabañones. Dice que cada día van a pior. Sí, sigue diciendo a pior. Pero protesta de la baja pensión que le ha quedado cinco años antes de los sesenta y cinco. De la escuela cerrada no dice nada.
Buscando la esperanza. @cac.