He tomado el camino tantas veces recorrido, parejo al río ahora con aguas relucientes, hacia el norte, hacia Villalba Alta.
Cuando llego al vado el agua del cauce me impide el paso sin descalzarme. En verano, con cuatro pasos sobre las piedras es suficiente. Estos días mediados de febrero son fríos y soleados. Hiela `por las noches y luego, mientras dura el sol, el silencio del caminante es un gozo con la naturaleza ahora en la desandada invernal.
Cruzando el río hacia el oeste, camino de Perales, tengo a dos pasos el Molino de Arriba. Doscientos metros más allá, hacia el este, por el peirón dieciochesco, me encuentro con los dos de El Tormagal.
Los tres abandonados. Los tres desmoronados.
Este es el Molino de arriba visto desde el cauce del río. El cubierto del corral
de la Masada aún está en uso. Más antiguo que el de La Maquila (de
abajo). Los dos aprovechaban las aguas del Alfambra.Este de arriba, con sus paredes de adobe y su reloj de sol mirando al sur, ha sido invadido por las zarzamoras y la hiedra.
Estas son las aguas que movieron las ruedas de los molinos de El
Tormagal, el barranco que marca los límtes entre Villalba y Orrios.
Las paredes desmoronadas del Molino Bajo de El Tormagal muestran su cuerpo vacío hacia el silencio.
Los muros que quedan en piede el Molino Alto tormagalero aún sostienen
la Cuba pétrea donde el agua almacenada movía con fuerza las piedras
trituradoras de granos.
En el Molino Alto aún se conservan las piedras que fueron movidas por el Ruejo.
La mano que las selló dejó sus iniciales grabadas en el mortero y fijó la fecha del entierro: 1946.
El Molino Alto, hoy, frente al sol de la soledad del invierno,
Se hace difícil abrirse camino en este paraje, invadido por la
naturaleza. Donde hubo senderos para hombres y mulos cargados con sacos y
talegas con grano hoy los jabalís se refugian entre los espinos,enzarzados a las ramas tronchadas de la arboleda.
Texto y fotos de Clemente Alonso Crespo.-@cac.2015.-