Propuesta didáctica para alumnos de
bachillerato y aun universitarios.
Aquí les dejo un texto escrito por el
profesor Viçenç Navarro.
¿No
aparece en los programas de bachillerato el estudio de textos publicados en
medios de comunicación escritos?
.
Con frecuencia se proponen para ser comprendidos, y aun analizados, en las
pruebas selectivas de acceso a la Universidad.
.
Con frecuencia se queja mucha gente, docente o no, de que los alumnos nos
comprenden lo que en esos textos se dice.
. Con más frecuencia de la que se debiera se da
más importancia, y mejor calificación, en esas pruebas de acceso universitario,
a quien ha analizado con corrección sintáctica una línea y media de dicho
texto.
.
¿Por qué no poner en relación las expresiones lingüísticas que aparecen en el
texto y la aportación al análisis histórico que en el mismo aparece?
.
¿Por qué no realizar un análisis de los contenidos históricos que aparecen en
este texto que les propongo? Al fin y al cabo ha sido publicado en un
periódico.
.
Ya sé que en internet “se mira” más que “se lee” y que los periódicos no se
leen.
.
Les propongo la lectura comprensiva, el conocimiento histórico, la organización
expositiva y la interiorización personal del texto.
.
Profesores de Lengua española y de Historia, ahí tienen una propuesta.
(En la escuela de
mi pueblo nos decían que la bandera de España era “roja igualda”. Siempre pensé
que daba igual roja que no. Tardé mucho en entender lo de “roja y gualda”.
¿Significaban lo mismo las palabras “gualda” y “amarillo”? El maestro nunca
escribió en la pizarra esa expresión. Me
sonrojo con la agitación actual de banderas y pienso que “igual da”, “igualda”
que “y gualda”. )
Y
quien quiera aprender que aprenda.
El inicio del fin del régimen
del 78
Octubre 6,
2017
Vicenç
Navarro
Como indiqué
en un artículo anterior reciente (La necesaria movilización
de las fuerzas democráticas frente a los herederos del franquismo, Público, 28.09.17), ha
habido siempre dos visiones de lo que es España. Una ha sido la dominante, que
alcanzó su máximo desarrollo durante la dictadura franquista, y que ha
continuado durante todo el periodo postdictatorial democrático, como
consecuencia del gran dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron sobre el
aparato del Estado y sobre la gran mayoría de los medios de información en el
proceso de transición de la dictadura a la democracia, mal definido como
modélico. Tal visión es la uninacional, presentando a España como la única
nación existente de la península ibérica no portuguesa, y que se encuentra
reflejada en un Estado monárquico centrado en la capital del Reino, Madrid (que
tiene poco que ver con el Madrid popular), de la cual irradian todas las otras
regiones, situación claramente reflejada en su sistema de transporte radial,
tomando la capital como punto de llegada y de salida de cualquier vía de
trasporte. Tal visión de España ha sido históricamente la característica de las
derechas españolas. Ni que decir tiene que han ocurrido cambios importantes en
este Estado uninacional que han diluido algo su centralismo. Pero, por lo
general, este ha mantenido las principales características del Estado
uninacional, en cuyos aparatos continúa reinando la cultura heredada del
régimen dictatorial anterior, incluyendo su uninacionalidad.
La otra
visión es la plurinacional, que piensa que en España hay varias naciones con
distintos idiomas y culturas que deben asociarse voluntariamente y no por la
fuerza, con soberanías que puedan compartirse si así lo desean. Esta última
visión es la más arraigada en la cultura republicana, promovida históricamente
por las izquierdas. Alcanzó su máxima expresión durante la II República, que
fue interrumpida por un golpe militar (ayudado por tropas del régimen nazi
alemán y del fascista italiano) estimulado por las derechas, realizado por unas
tropas que se definieron a sí mismas como las “nacionales”, que dijeron
defender la Unidad de España, unidad que, por cierto, nadie estaba cuestionando.
Lo que el president Companys de la Generalitat de Catalunya estaba pidiendo no
era la desunión, sino la redefinición de España. El president Companys, lejos
de ser secesionista, se consideraba español y quería ayudar a establecer una
nueva España. Era altamente popular, no solo en Catalunya, sino también en el
resto de España. Un indicador de ello es que cuando fue liberado de la cárcel
de Cádiz, fue aclamado por la población de las distintas ciudades españolas que
tuvo que atravesar en su vuelta a Barcelona. Esta visión plurinacional fue
brutalmente reprimida (el president Companys fue fusilado) durante la
dictadura, siendo considerada como la anti-España. Tal visión plurinacional fue
también la que estaba en los programas de todos los partidos de izquierda,
tanto catalanes como españoles, durante la resistencia antifascista. Todos
ellos apoyaron el derecho de autodeterminación (lo que ahora se llama el
derecho a decidir), garantizando así una unión voluntaria y no forzada de los
distintos pueblos y naciones de España.
La
imposición por parte del Monarca y del Ejército de la visión uninacional en el
periodo democrático
Dicha visión
fue abandonada, sin embargo, durante la transición debido al veto que pusieron
el Monarca y el Ejército. Las izquierdas catalanas, sin embargo, nunca
abandonaron tal compromiso. Y el gobierno tripartito dirigido por el
socialista Pasqual Maragall propuso un Estatut en 2005 que definía a Catalunya
como nación dentro del Estado español, Estatut que, a pesar de haber sido
votado y aprobado por el Parlament, por las Cortes Españolas (con sustanciales
recortes) y por la población catalana en un referéndum, fue vetado por las
derechas españolas, lideradas por el PP, que controlaban (y continúan
controlando) el Tribunal Constitucional. Fue, como bien señala el conocido y
reputado catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo, en su
reciente artículo L’obligació de Rajoy, ARA (04.10.17), “un
golpe de Estado” en el que se violaba la llamada soberanía popular
(expresada en la aprobación del Estatut en el Parlament, en las Cortes
Españolas y en el referéndum que tuvo lugar en Catalunya) por parte de un
tribunal (el Tribunal Constitucional) controlado por las derechas herederas del
Estado franquista, vetándolo. Y todo ello bajo el acuerdo constitucional,
sancionado por la inmodélica transición. De ahí surgió, como también señala
Javier Pérez Royo, la rebelión que ha llevado al 1 de octubre. A ello ha
contribuido la enorme pasividad y el silencio ensordecedor del PSOE y de la
gran mayoría de la intelectualidad española. Esta rebelión fue radicalizándose
a medida que el gobierno Rajoy, máxima expresión e instrumento de los
vencedores de la Guerra Civil y de las fuerzas que dominaron la transición,
ignoró, desoyó y despreció las propuestas que le hicieron los sucesivos
gobiernos de la Generalitat para redefinir su relación con el Estado español.
Era, pues, inevitable que lo que está pasando, pasara. Los partidos
independentistas, principalmente dos bajo la alianza de Junts Pel Sí, no habían
sido independentistas hasta recientemente, siguiendo un proceso bastante
predecible: la gran mayoría de ellos (CDC y ERC) habían sido antes
federalistas, transformándose en independentistas cuando no vieron ninguna
posibilidad de cambio dentro del Estado actual.
Las raíces
franquistas de las derechas españolas (muchas de las cuales se definen como de
centro o centroderecha)
Está claro
que la mayor responsable de la gran crisis existente hoy en España es la
pervivencia de la cultura franquista en los aparatos del Estado. Hay que
recordar que el PP fue fundado en 1977 bajo el nombre de Alianza Popular, una
alianza de las asociaciones políticas de ultraderecha franquista de las cuales
las más destacadas fueron: Reforma Democrática, liderada por Fraga Iribarne,
ministro del Estado dictatorial franquista durante el periodo 1962-1969 y
1975-1976; Unión del Pueblo Español, liderada por Cruz Martínez Esteruelas,
ministro entre 1974-1976; Acción Democrática Española, liderada por Federico
Silva Muñoz, ministro en 1965-1970; Democracia Social, liderada por Licinio de
la Fuente y de la Fuente, ministro en 1969-1975, y vicepresidente del gobierno
durante el periodo 1974-1975; Acción Regional, liderado por Laureano López
Rodó, ministro en 1965-1967, 1967-1973 y 1973-1974; Unión Social Popular,
liderado por Enrique Thomas de Carranza, gobernador de Toledo en 1965-1969 y
procurador de las Cortes Españolas en 1971-1977, miembro de Fuerza Nueva; y
Unión Nacional Española, ministro en 1970-1974. Todos ellos eran fundadores de
dicha fuerza política. Hoy la relación entre tal partido y aquel régimen se
reproduce leyendo la biografía de gran número de sus dirigentes. Un ejemplo es
Rafael Hernando, actual portavoz parlamentario del PP en el Congreso de los
Diputados, que fue miembro de Alianza Popular desde los años ochenta, y que
según algunas informaciones periodísticas habría mostrado simpatías hacia el
partido de ultraderecha Fuerza Nueva.
Ni que decir
tiene que dicho partido es una especie de paraguas bajo el cual hay diversas
sensibilidades, desde la fascista (que explica que en España no haya un partido
ultraderechista de masas) hasta la cristianodemócrata y la liberal. Pero su
cultura hegemónica es claramente franquista, y su nacionalismo uninacional
extremo es heredero del existente durante la dictadura. Esta visión, tanto en
la versión extrema como en la versión más moderada, es la que domina la
intelectualidad española, basada en la capital del Reino. Han contribuido a
ello los mayores medios de información, incluyendo El País, que fue
establecido por algunos personajes dentro de la dictadura que se consideraron
reformadores, tales como Fraga Iribarne, quien fichó a Juan Luis Cebrián para
que lo gestionara. Juan Luis Cebrián (cuyo padre fue el director del diario Arriba,
el diario oficial del régimen fascista) había sido director de los servicios
informativos de la Radio Televisión Española en 1974, que era el mayor
instrumento propagandístico del régimen dictatorial. Ni que decir tiene que El
País fue abriéndose, permitiendo cierta pluralidad en sus páginas, de las
cuales fueron excluidas, con notables excepciones, las izquierdas y los que
cuestionaron la visión uninacional del Estado, convirtiéndose en el máximo
valedor de la Monarquía y de tal Estado. Su respuesta a la crisis actual ha
sido un furibundo ataque a las nuevas izquierdas y a los partidos
independentistas (el último ejemplo es el artículo de uno de sus intelectuales,
el Sr. Santos Juliá, que, predeciblemente, atribuye todo lo que ocurre en
Catalunya a la CUP, un partido independentista que obtuvo solo un 8% de los
votos validos en las elecciones de 2015).
El
establishment uninacional, heredero del franquismo, pone todo el peso de su
argumentario en defensa de su visión uninacional (que justifica la represión
llevada a cabo por los aparatos judiciales y de seguridad del Estado en
Catalunya) en el respeto a la ley y a la Constitución, leyes y Constitución que
en gran medida fueron elaboradas en un proceso altamente desigual (que
propagandística y erróneamente se definió como modélico), dominado por las
derechas.
Ni que decir
tiene que, incluso en el caso de que se aceptara que la ley refleja la
soberanía popular (supuesto altamente cuestionable), hay que señalar que el
gobierno Rajoy se ha saltado las leyes españolas constantemente, siendo uno de
los partidos políticos con mayor corrupción en España. Y, de nuevo, incluso
aceptando que la ley fuera resultado de la soberanía popular (que no lo es), su
aplicación es constantemente sesgada a favor de los intereses económicos,
financieros, religiosos, partidistas y de clase que ejercen un enorme dominio
sobre el aparato judicial; el caso Millet en Catalunya y el caso Púnica en
España son un ejemplo de ello. El enorme conservadurismo y corporativismo del
estamento judicial es de sobras conocido.
La
incapacidad de comprender qué pasa en Catalunya (y en España)
Otra
característica del pensamiento uninacional típico del régimen del 78 es su
incapacidad para entender lo que ocurre en Catalunya, atribuyendo el movimiento
de rebeldía en defensa de la identidad y la nación catalanas a la propaganda y
capacidad de movilización de los partidos gobernantes en la Generalitat de
Catalunya, antes Convergència i Unió (alianza de un partido liberal y un
partido cristianodemócrata) y ahora el mismo partido Convergència con ERC. En
dicha interpretación se olvida que el primer partido, Convergència, ha caído en
gran descrédito debido a haberse conocido la gran corrupción de su dirección,
que utilizó la Generalitat de Catalunya como si fuera de su propiedad para su
beneficio personal (situación que Pablo Iglesias ha definido, con acierto, como
el nacional-patrimonialismo del PP, y que puede atribuirse igualmente a CDC),
teniendo incluso que cambiar su nombre a PDeCAT. El otro partido de la
coalición CiU, Unió Democràtica, ha desaparecido.
Se olvida u
oculta también que los que propusieron el Estatut de Catalunya del 2005 fueron
las izquierdas (el tripartito dirigido por Pasqual Maragall). Y también se
ignora que las movilizaciones iniciales fueron para defender tal Estatut. Su
posterior radicalización es responsabilidad de la insensibilidad democrática y
de la falta de respeto a la plurinacionalidad por parte del Estado central. Es
sorprendente que la mayoría de artículos sobre la crisis publicados, por
ejemplo, en El País, hayan sido críticos con Junts Pel Sí y pocos con el
gobierno Rajoy.
El
sectarismo del establishment intelectual-mediático español
Creo haber
sido uno de los autores catalanes y españoles que más ha criticado en España y
en Catalunya al gobierno de Junts Pel Sí de la Generalitat de Catalunya por sus
políticas económicas y sociales, que pertenecían claramente a la sensibilidad
neoliberal, la misma, por cierto, que inspiró al gobierno del PP (en realidad,
las tensiones nacionales entre el gobierno del PP y Junts Pel Sí están ocultando
la enorme crisis social que sus políticas económicas han provocado; la
evidencia de ello es abrumadora). Y también he criticado el comportamiento
antidemocrático de Junts Pel Sí, mostrado en su manipulación sectaria del
Parlament de Catalunya, como bien denunció el parlamentario Joan Coscubiela, de
la coalición Catalunya Sí que es Pot.
Ahora bien,
es de un sectarismo denunciable el comportamiento del establishment
político-mediático español y de su intelectualidad (incluyendo grandes sectores
de la intelectualidad de la izquierda española), que mientras denuncian en
varias páginas de El País (uno de los rotativos más sectarios hoy en
España, eje del establishment mediático uninacional, profundamente hostil a los
nacionalismos “periféricos” y a las nuevas izquierdas, y defensor a ultranza
del régimen del 78, definiendo la transición como modélica) el comportamiento
antidemocrático de Junts Pel Sí, permanecen callados, en un silencio
ensordecedor, frente a la enorme represión que ha ocurrido en Catalunya
(alrededor de 900 heridos). Es interesante señalar que la atribución de la
mayor responsabilidad por la gran crisis política del país al gobierno catalán
es característica del uninacionalismo franquista vigente que apareció también
en el discurso del rey Felipe VI. Una postura más equilibrada, pero también
errónea, es la que atribuye la responsabilidad en igualdad de condiciones al
gobierno central y al gobierno catalán, y digo errónea porque es fácil de
demostrar que ha sido la versión uninacional franquista, presente no solo en el
gobierno Rajoy, sino también en el establishment político-mediático español, la
causante de la gran crisis política del país.
Una última
observación: el error de algunas voces de izquierdas
Una postura
bastante extendida en amplios sectores de las izquierdas españolas es
considerar estas discusiones y tensiones como resultado del protagonismo de los
nacionalismos en la vida política del país, que están ocultando la enorme
crisis social del país. Esta percepción, a la cual me he referido en varias
ocasiones, tiene un gran elemento de verdad. Describe parte de la situación
actual. Es, pues, necesario subrayar la importancia de este argumento. Ahora
bien, un argumento puede ser necesario pero no suficiente, ya que el mismo
Estado uninacional que prohíbe y persigue el plurinacionalismo en España es
también (como he documentado ampliamente) el Estado responsable de la crisis
social actual. Esto es una realidad obvia, de manera que el tema social está
íntimamente ligado al tema nacional. De ahí que históricamente las izquierdas,
no solo las catalanas, sino también las españolas, hubieran incorporado en sus
proyectos de gobierno el apoyo a un Estado republicano plurinacional. Hay que
recuperar la validez del proyecto republicano social y plurinacional. Y me
alegra constatar que ello está ya ocurriendo. En Catalunya, en las
movilizaciones, pueden verse más y más banderas republicanas. Y lo mismo está
ocurriendo a lo largo del territorio español.
Hay una
creciente constatación en Catalunya que para conseguir un cambio social y
nacional hay que favorecer y defender la reestructuración del Estado español,
por el bien de España y por el bien de Catalunya. Las nuevas izquierdas están
hoy cuestionando la uninacionalidad de España. Su iniciativa de invitar a todas
las fuerzas democráticas a actuar de forma colaborativa para trasformar España
(incluyendo Catalunya) es de una enorme trascendencia e importancia.
Ni que decir
tiene que las derechas postfranquistas están acusando a tales nuevas izquierdas
de ayudar al independentismo. Y dicho mensaje aparece extensamente hoy en el
establishment uninacional español, alcanzando niveles grotescos en su promoción
internacional. Nada menos que el director de la oficina en Madrid del Consejo
Europeo de Relaciones Internacionales (European Council of Foreign Relations),
escribió hace unos días un artículo que define al movimiento de rebelión en
Catalunya frente al Estado central como un movimiento racista (sí, ha leído
bien, racista) que considera a los españoles como inferiores, y acusando, por
si no fuera poco, a Podemos de proindependentista, utilizando “tácticas
insurreccionales” (tal personaje se llama Francisco de Borja Lasheras; su
artículo aparece en Social Europe). Y lo que es más lamentable es que
algunas izquierdas están contribuyendo a esta campaña. Pero cualquier persona
que conozca la realidad (pasada y presente) de este país puede ver que la única
solución para mantener España unida hoy es precisamente pidiendo una alianza de
todas las fuerzas democráticas en oposición al establishment heredero del
franquismo. La vía actual defendida por el Rey y por Rajoy creará la ruptura de
España.