martes, 30 de enero de 2018

Miguel Espinosa, escritor grande, grande.




             

        
 
          Decidirse a ordenar una nueva biblioteca puede acarrear consecuencias insospechadas.
         En muchos casos supone condenar para siempre al olvido determinados libros, autores y papeles envejecidos por el castigo del tiempo. Y aun encontrarles sitio en el derrumbadero del destrozo destinado al desguace de la pasta de papel.
         En otros, sin embargo, supone un encuentro gozoso con autores y páginas que uno tenía leídos hace demasiado tiempo y que, ahora, de pronto, aparecen necesitados de una nueva lectura más sosegada, más profunda y más iluminadora.
         Así me ha ocurrido estos días con Miguel Espinosa. Escritor nacido en Caravaca (Murcia). Escritor grande, grande.
         He vuelto a leerlo sumergido en las palabras que me atrapan línea a línea, personaje a personaje, imágenes deslumbrantes, inteligencia desbordada, saberes clásicos, realidad ficcionada de una realidad real elaborada por la mente prodigiosa de este escritor grande, grande.
         Hoy mismo, mientras me adentro en las páginas de “Miguel Espinosa, mi padre” escritas por su hijo Juan, de improviso, leo la noticia de que ha fallecido a los ochenta y seis años Mercedes Rodríguez García, la Azenaia de múltiples identidades literarias aparecidas en “Escuela de mandarines” y otras obras espinosas entre los cientos y cientos de personajes, cuyos nombres se señalan en los índices y en las notas capitulares que el propio escritor trazó en las páginas prodigiosas de su desbordada escritura imaginativa.
             Casualidades gratificantes entre los herrumbres de una biblioteca.
   Lean, lean a Miguel Espinosa. 

     Les recomiendo que vayan a este enlace. De verdad que merece la pena. 

  http://www.miguelespinosagirones.es/

¿Dónde irán a parar? Años de dale y venga. @ cac.

Enjaulados en las viejas estanterías. @ cac.

Poco a poco irán encontrando su lugar en la nueva biblioteca de Orrios. @ cac.

        



            http://www.miguelespinosagirones.es/

lunes, 22 de enero de 2018

Puesto que Franco nos salvó de la muerte con la ayuda de Dios... ... ...





 

 
Primeras lecturas. Cuando los años cincuenta... del siglo pasado.


Había sólo un ejemplar en la escuela. Lo guardaba el maestro dentro de un armario de puertas mugrientas. Nos lo dejaba leer cuando ya lo hacíamos de carrerilla luego de haber estado tanto tiempo con aquello de la eme con la a ma y la pe con la a pa.
         En nuestras casas nadie ni ninguno teníamos un libro. Y todos lo queríamos leer a la vez. Por eso nos peleábamos entre nosotros y  hasta perdonábamos las partidas de pelota dispuestas debajo de la escuela, en el trinquete, las que nos dejaban las manos llenas de sangre entre las quebrazas que se nos abrían en los dedos curados con nuestros propios meos.
         Nos sabíamos los viajes de memoria y hasta los más mayores nos los recitaban e nuestras espaldas cuando los pequeñajos seguíamos la lectura.
         No habíamos salido nunca del pueblo, ni nos imaginábamos cómo era aquel acueducto o viaducto, ni aquellas torres que se nos quedaban sin imágenes aunque llenas del sonido de aquella palabra tan rara llamada mudéjar que con el tiempo se antojó tan bella.
         Y se nos quedaba bien adentro metida la imagen de aquel todopoderoso que nos miraba vigilante colgado en la pared central de la escuela, junto a la cruz donde boqueaba agonizante aquella figura desgarrada de dolor con el paño blanco cubriéndole las vergüenzas. Miradas de reojo por el pijaito de pelo engominado retratado a su lado, arremangada su camisa bordada en rojo con flechas yugoladas. Detrás justo del sillón ennegrecido de madera sobada que ocupó siempre y en todo lugar el maestro, quien nos hacía cantar todos los días , antes y después, aquellos himnos gritones de los luceros que nunca supimos qué eran, de la primavera dicente siempre que reía y del paso alegre de una paz manchada por aquel marxismo del que nos apuntaba la lectura, que vete tú a saber qué significaba la dichosa palabreja de la que los más mayores sólo nos decían que se escribía con equis, oye tú, con equis.
         Y por supuesto nos daban miedo las momias en que nos íbamos a convertir si aquel soldado de la estampa paginada apretaba el gatillo y nos cascaba el balazo.
         Aunque, claro, Franco todopoderoso, con la ayuda de Dios, que para eso se habían puesto de acuerdo en nuestra imaginación escolar, nos salvaría de la muerte.
         Y desde nuestro Teruel, nunca visto con nuestros propios ojos, seguíamos leyendo y viajando por la España que tantos años después llegamos a conocer y aun adquirir el libro de aquellos tiempos, en los mismos días en que el mismísimo general de todos los ejércitos, condecorado con la mismísima medalla laureada de san Fernando que él mismísimo también se concedió a sí mismísimo, se cagaba, hecho un guiñapo, en forma de melena según nos radiaban y aun televisaban los parlantes de turno delante de aquellos que se firmaban, según decían, el equipo médico habitual. Justo entonces, en los días ya lejanos de interminables exámenes de aquellas oposiciones que sólo se celebraban en la villa y corte madrileña, mientras el rastrapaja que suscribe habitaba hospiciano en una pensión de habitáculos barojianos en la mismísima calle Mayor, encontré, mientras caminaba de igual modo en paseo barojiano, en la mismísima cuesta de Moyano, cercana al lugar de suplicio opositor, encontré digo, entre los escombros de libros, éste igual que aquel que guardaba en el armario seboso nuestro maestro sentado todos los días en el no menos pringoso sillón, protegido por los retratos de nuestros dioses ya perdidos.






domingo, 14 de enero de 2018

San 18 de julio de 1942 en Villarroya de los Pinares (Teruel)




Original en Archivo histórico de Teruel.


         En todos lugares existen gentes y lugares royos, y si no que se lo pregunten a los de Villarroya. O a los mismos maquis que anduvieron por estos lugares de Peñas Royas, en lo más alto de esta sierra de Gúdar, escondidos y jodidos de frío entre las nieves y los pinares del Monegro y las masadas de Sollavientos.
       Así es que los de Villarroya son todos royos. Y algún que otro por estos lugares de los desiertos heladores de estas tierras fueron rojos. Y eso sí que no.
     Para meterlos en vereda ahí estaba el guardia segundo de la Guardia civil del puesto de Villarroya con su enrevesada mano para la escritura, y el Alcalde que mandaba al alguacil pregonar sus bandos, y el cura que oficiaba la misa dedicada a san 18 de julio, y el Gobernador Civil que imponía las multas porque mandaba más que Dios en 1942.
  Si es que a las villas royas de turno les deberían haber cambiado el nombre después de la guerra civil, elevada a los altares el 18 de julio de 1936. A ver, qué es eso de que una villa sea roya en este país enlutado.
         Si el Alcalde más arribaspaña que “por la victoria hacia Dios” manda que a misa por san dieciochodejulio pues a misa y prietas las filas, que por eso son las banderas imperiales, y al frente, que la Guardia Civil bien tricornia es.
  Y a pagar la multa, por trabajar en festivo tontosdelaba, Y veinticinco pesetas siempre fueron cinco duros de cuando entonces.
         Cuando entonces estos esquiladores destripaterrones, rastrapajas y peones, no tenían ni un duro para poder comprar la hoz y la zoqueta que les protegiera los dedos en esos días de julio, cuando los trigos tiesos había que tronzarlos por recoger los cuatro granos de centeno, por aquello de las tronadas cuando vienen no las para ni san Pedro bendito, aunque los curas y caciques sacaran en procesión a Santa Bárbara con sus milagros sin efecto ante los peñazos de la pedregada.
         A ver qué se han creído ustedes, que para eso hicimos una guerra, y para eso la ganamos y ponemos a los santos cuando queremos y hacemos una fiesta de guardar cuando nos da la gana.
      Y a la viuda del tuerto fusilado en Peñas Royas cabeza rapada y sanjoderse.
        Y si no vean, vean los documentos que les adjunto. Pueden acudir a los originales en el Archivo histórico de Teruel.
 
Original en A. H. Teruel.




Original en A. H. Teruel.

Original en A. H. Teruel.

sábado, 6 de enero de 2018

Alfambra, año 1804. Escuela pública, Cada quien a su manera.


                                       Aquí les dejo una carta enviada por el Maestro de Alfambra (Teruel) en octubre de 1804.
      La dirige al Ayuntamiento para defender la escuela pública y también para evitar ingerencias.
      Han llegado muchos años de sequía desde entonces. Han abandonado muchos lugares de esta tierra muchas gentes.
      Muchas escuelas públicas han echado el candado en sus aulas.
      Ninguna escuela privada se ha instalado por estos parajes.

      Les dejo dos aguafuertes de Goya. Hablan por ellos mismos.

    Aragonés exiliado por la gracia de su magestad Fernando II, a quien había retratado en una pintura. Véanlas más abajo. La verdad es que lo clavó. ¡Vaya cara!
      
                                               
Goya. "El sueño de la razón produce monstruos"

Goya. "Hasta su abuelo".



          
Goya. Retrato de Fernando II. (La verdad es que lo clavó)

                   M. Y. S.or

         Romualdo Aula Maestro de Niños de esta villa de Alfambra, con el mayor Respecto, a V.S. expone: Que habiendo, (como es publico y notorio) sugeto en el Pueblo, q.e exerce el empleo de Maestro, y q.e no tiene las seis horas devidas, desean algunos chicos de mi escuela pasarse (diciendo a sus Padres enseña mas) para tener la libertad de salir de la dicha escuela alas tres de latarde, y tener muchos días vacantes, pasearsen por una huerta, y no tener sugeccion alguna, y para quitar este desorden

A V.S.  Suplica se digne prohibir toda escuela mientras la Escuela Publica, para sosiego y honor mio, y bien del Publico, y adelantamiento de los Niños. Favor q.e espero de la acreditada piedad de V.S. cuya vida ruego al S.or le coserve m.s a.s  
                   Alfambra y Octubre 25 de 1804
                                    Romualdo de Aula  Supp.te

   Alfambra 21 (Novie)mbre de 1804.
         Los S.S. comp. Del Ayuntamiento de dicha villa en vista del antecedente memorial dixeron: Que no se permita otra escuela a mas de la Publica, mientras las horas de dicha Publica escuela según RR. Ordenes, y si alguna hubiere en dicho Pueblo, que contravenga a lo acordado por dichos S.S. sera castigado con la Pena pecuniaria que corresponda.
                            Lo que mandaron pusiese por Acuerdo, en dicha villa de Alfambra. F(a)acta ut Supra, lo que certifico.
                        Juan Ant.o Sanchez   S.rio.

   Aquí les dejo copia del documento original conservado en el Archivo del Ayuntamiento de Alfambra, a quien agradezco me haya autorizado su consulta.
        

1804. Archivo Ayuntamiento de Alfambra.