viernes, 28 de febrero de 2020

Relatos de la gente humilde. "El hombre del zorzal".





                                               El Hombre del zorzal


            “Es un zorzal”

            El hombre me dijo que era un zorzal. Tenía el pico amarillento y las alas tirando a rojo. Elevaba el cuello y producía unos sonidos entrecortados, como de regocijo en su libertad vigilada.
            El hombre estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada sobre el tronco de un pino carrasco. El zorzal, posadas sus patas sobre la rama de otro pino, seguía lanzando sonidos, moviendo, girando su cuello de un lado a otro, ignorando la media botella cortada de plástico sobre la que el hombre le había dejado su preparado de pan mojado, aderezado con trozos de carne. De cuando en cuando el hombre silbaba tenue y el zorzal se volvía para mirarle.
            Me quedé a su lado, observando al zorzal y al hombre que lo alimentaba. Entre largos silencios me fue diciendo:
            “Yo ya estoy jubilado y esta es mi distracción de todos los días. Hace ya muchos años que vivo en Las Delicias. Soy de los primeros que llegaron allí. Una de las primeras casas que construyeron la ocupamos mi mujer y yo, en aquellos años en que no ganábamos más que trescientas pesetas a la semana y nos venía más que justo para comer los dos y pagar los plazos del piso. Pero mire, con mucha dificultad salimos adelante y aun criamos a nuestros hijos. Yo he trabajado toda mi vida en una calderería. No crea usted que haciendo calderos, no. Calderas. Calderas para las calefacciones. De qué cree usted que tengo estas manos con dedos tan duros como el hierro. Pues de tanto cortar y moldear las planchas con las que construíamos los depósitos en los que luego el fuego calienta el agua para los radiadores de las casas. He trabajado toda mi vida en la calderería, siempre como peón de oficio, porque estudios nunca he tenido.
            En los primeros años hacíamos muchas horas extraordinarias en la fábrica. Eran los tiempos de la fiebre de la llegada de las gentes de pan comer y se necesitaban muchas calderas para las nuevas viviendas, aunque bastantes de Las Delicias las instalaron después de levantar las casas, porque los constructores no las ponían de entrada.
            Nos nacieron los dos hijos enseguida. Mi mujer fue la que se encargó siempre de ellos. Yo no tenía tiempo. Ella se empleó limpiando los suelos de los pisos de gentes más pudientes que nosotros. En casa de dos familias de la Gran Vía y de Goya se pasó más de veinte años. Hasta hace bien poco, cuando ya mis hijos se hicieron hombres, se casaron  y se marcharon de casa.
            Yo llegué aquí a los pocos meses de acabada la guerra. A mí me tocó con los rojos. Caí en un batallón que se pasó el tiempo por los frentes de Extremadura. Tanto me daban unos como otros, que yo de eso nunca he sabido nada. Ni falta que me ha hecho. Luego, ya sabe usted, con Franco dando patadas por aquí y por allá. Me dan igual unos que otros. En todos lugares están los mangantes.

            Me vine aquí desde mi pueblo. Primero me llegué hasta Monzón, y aún me enganché a trabajar en una herrería. Pero me daban de jornal sólo lo comido por lo servido y aquello no tenía pies ni revés. Ya ve, no he cambiado nunca de oficio, siempre con el hierro a cuestas. Aún he tenido suerte. Yo quise que un hijo mío se quedase en mi puesto del tajo cuando me llegó lo de la jubilación. Pero el patrón me dijo que no podía ser, que el negocio iba de mal en peor y que de seguir así sanseacabó.
            Estamos casi igual que en mis tiempos. Mi padre no tenía oficio ni beneficio, ni yo tampoco. Lo único que tengo a estas alturas de mi vida es el piso que me compré al poco de llegar aquí, cuando me casé, pagado a plazos, que  lo mío me costaron. Al menos a mí me contrataron y nunca me tiraron, pero a mis hijos los han echado unas cuantas veces al paro y han cambiado otras tantas de oficio.
Mi padre en el pueblo trabajaba en lo que salía, en las tierras pobres, entre la vid y los olivos y algún pedazo de cereal en donde se empleaba cuando la siega. A mí me tocó oficiar de dulero, cuando dejé la escuela y no había empezado aún la guerra. Fue cuando mi padre andaba de pastor. Yo recogía las dos o tres cabras de cada casa y me llegaba por los cerros viendo cómo pasaban las horas mientras se les llenaban de leche las tetas a las cabras, las mismas que ordeñaban sus dueñas cuando yo volvía por las tardes dejando a cada una en su casa.
            Mi madre salía por los caminos recogiendo los boñigos de los machos y las mulas. Los metía en unas latas cuadradas que no supe nunca de dónde sacó y los iba amontonando en nuestro corral. Luego los tiraba en un huerto protegido por una tapia de piedras que había levantado mi padre y los revolvía con la tierra para sembrar, por la primavera, algunas patatas y cebollas que llevarse en el verano a la boca.
            Cuando ya hacía más de un año que trabajaba en la calderería encontré a Juana en enseguida nos casamos. Ella tenía muchas ganas y yo ya estaba harto de vivir solo. Juana lo pasó peor que yo, porque vivió aquí los tres años de la guerra, con la fábrica de sacos yuteros cerrada donde trabajaba su madre. Malcomiendo y malviviendo. Después de casarnos fue cuando ella comenzó de verdad a comer, como se dice, de caliente, porque hasta entonces bien mal que lo había tenido.
            A mí me gustaba en el pueblo salir con los de mi quinta a escarzar nidos de los gorriones, por ese afán que siempre se tiene cuando uno es zagal por deshacer lo qur encuentra. Me subía por las paredes de piedra de los corrales y, con mis manos sujetas en las grietas, apoyando también los pies, que parecía una araña, metía los dedos entre una piedra y otra. Les destrozábamos los nidos y tirábamos las crías aún sin plumas. Yo creo que lo hacíamos por la manía que tenían en el pueblo a los gorriones, porque se comían los granos de los trigos y picaban las flores de las olivas. Pero nunca deshice ningún nido de codorniz, ni de perdiz, ni tampoco de los zorzales que lo escondían entre  los pinchos de los espinos. Mi padre me había enseñado a respetar a los animales que luego servían para alimentar la casa, aunque a veces él trajo un par de docenas de huevos de perdiz con los que hacía una tortilla mi madre. Pero entonces eran otros tiempos. Ahora ya no hay caza y entonces iba con mi padre a poner lazos para que cayeran las perdices y aún cogíamos los conejos a la salida de los caños, también a lazo, que mi padre nunca tuvo escopeta, porque conocía muy bien por dónde anidaban las perdices y se escondían las liebres. Si hubiera tenido escopeta nunca nos hubiera faltado comida. Así tampoco, porque era muy buen lacero.
            Cuando yo encontré este zorzal, por ahí cerca, en esa pinada de ahí enfrente, me acordé de cuánto me gustaba la libertad de los vuelos de los alcotanes, de los buitres y de las águilas que rondaban por los alrededores del pueblo. Siempre me ha gustado esa libertad. No sé por qué más de una vez he soñado a lo largo de mi vida que yo era un aguilucho que volaba y volaba, subiendo y bajando por los aires, descendiendo en picado cuando me tiraba a por la presa. Lo pude coger porque tenía un ala rota. Porque estos animales, ahí donde los ve, son muy furos, y siempre andan de un lado a otro con su vuelo rápido. Pero tenía un ala rota y no tuve ninguna dificultad. Me lo llevé a casa y allí lo fui cuidando. Cuando ya estaba para volar lo traje hasta aquí para que se marchara y estuve toda una mañana intentando que se fuera. No sé por qué no le dio la gana y entonces me lo llevé de nuevo a casa. Desde entonces, hace ya más de un año, vive con nosotros. Yo todos los días, por las mañanas, me vengo con él. Le traigo unos preparados de pan mojado al que le suelo echar unos pellizcos de carne de cualquier sobra y ando entre estos árboles con él. Va y viene de un sitio a otro, entre los pinos, y luego se posa sobre mi hombro. Ahora le estoy enseñando a que vuele y venga cuando yo le digo. Como tiene esas garras tan fuertes me toca proteger mi brazo con ese trapo que me he preparado. Así me entretengo. Me lo paso mejor que estando toda la mañana sin hacer nada, tomando el sol en la plaza junto a los demás viejos. Me vengo hasta aquí con el zorzal, subo por los caminos de el Cabezo, ando por las sendas entre los pinos y hasta me llego al campo abierto. Allí suelto al zorzal y veo cómo inicia sus vuelos circulares. Va y viene, picotea la comida y se ha acostumbrado a las voces que le doy para que vuelva. Luego me acerco hasta estos lugares de los pinos donde él hurga entre las hojas ya secas, canturrea a su manera y siento que me quiere decir algunas cosas. Yo le hablo y parece que nos entendemos. Usted dese cuenta cómo parece que habla cuando lanza esos chiflidos y mire cómo mueve el cuello y levanta el pico, parece como si se estuviera riendo. Está contento. Si un día quisiera irse me parecería bien pero creo que no tiene ganas, en mi casa se encuentra a gusto. Y yo igual con él. Ahora ya tengo un bisnieto, se llama Hilario, como yo, y dentro de poco me lo traeré conmigo y el zorzal, para que vea cómo vuelan las aves y entienda su libertad.”

domingo, 23 de febrero de 2020

De nuevo sobre la lengua franquista. José María Pemán. Textos para el aula.






Aquí tienen al insigne personaje José María Pemán, firme en la prédica, bien acompañado por la recia ranciedumbre de la Iglesia católica, el ejército y las camisas viejas. Firme el gesto, impasible el ademán.

Tan solo hace unos meses en que al hiératico gesto tallado en mármol del gaditado Pemán unos obreros lo bajaron del pedestal. Allí estuvo cincuenta años. ¡Y lo que costó arrumbarlo!


    En el enlace que sigue encontrarán una referencia a José María Pemán de la propia fundación Francisco Franco. Como debe ser. 



José María Pemán, el Himno Nacional y La Bestia y el Ángel ...


21 jun. 2013 - José María Pemán, el Himno Nacional y La Bestia y el Ángel. ... FUNDACIÓN NACIONAL FRANCISCO FRANCO logo ... José María Pemán y Pemartín, nació en Cádiz, el 8 de mayo de 1897. ... Autor de libros, tales como Mis encuentros con Franco; El español ante el diluvio y el ya citado Mis almuerzos ...
        
José María Pemán siempre aparecía en los desfiles triunfalistas. Aquí el 23 de febrero de 1938,  entrando en Teruel, junto a su paisano el general Varela.

José María Pemán y Pemartín, responsable máximo  del atroz desmoche en se convirtió la escuela primaria española, la secundaria y la universitaria.
    El fue el presidente de todas las juntas de depuración que no dejaron títere con cabeza, convirtiendo a los escolares españoles en auténticos rebaños borreguiles desahuciados de pensamiento y demonizadores de quienes habían sido formadores de conciencias libres.
     Pemán, graciosillo personaje chiripitiflautesco de murga carnavalesca y atroz ejecutor de sentencias fusileras  emparejado con los Manuel Aznar, El Tabib Arrumi, Alonso Bea y el franciscano Gil Sendra entre otros, vocero plumífero del flautín ansioso de la medalla laureada, aquel Paquito siempre taimado a quien las conducidas masas de su cuñadísimo Ramón Serrano Suñer, nazi converso, vociferaban con sus vivas a Franco. 
     Pemán, con su habla grasiosa floripondia, cual florido pensil como él decía, en vez de llamar lapicero a lo que siempre fue lapicero, para que el ademán -y eso qué es- quedara impasible y las banderas victoriosas -otra que tal- ahora otra vez al viento y abrochadas en la muñeca -gobanilla decimos en mi pueblo- cascabelera en el Congreso con bulos mentirosos. 
     Y mientras tanto los deberes sin hacer, mucho arbolado en los análisis morfosintácticos -decían estructuralistas- y poco y áun nada del riguroso significado de aquellas palabras. de aquellas gesticulaciones,  de aquellas banderitas, de aquel fum fum, humo humo, de encefalograma plano.



    Miren lo que escribía el insigne personaje el 10 de diciembre de 1936 en el Boletín Oficial del Estado que se publicaba en Burgos, cuando ya era Presidente de la Comisión de Cultuta y Enseñanza.

Selecciono algunos párrafos.




Para reflexionar en el aula:
     Mando y ordeno con imperativos: no se volverá a tolerar, a proteger, subvencionar. Adjetivos sustantivados: envenenadores, llenos de carga semántica, saturada de maldad, del alma popular, que por algo el franquismo le concedió al procer gaditano  el título de Caballero de la insigne Orden del Toison de Oro.
     Las palabras, adobadas con fanfarrias de resonancias fonéticas, cargan por sí mismas contra esas gentes -almas populares- a quienes se les culpa de crímenes -ahí es nada-, y destrucciones de los hogares honrados.
    ¿Quiénes son los hogares honrados? Pues los que manejaban vociferantes como "gentes de orden" a quienes esas "almas populares" debían estar sometidas porque ni siquiera tenían derecho a la palabra.
 


Más sustantivos y más adjetivos: hordas revolucionarias, desmanes, causados -cómo no- por la bicha de la Institución Libre de Enseñanza, a quien se acusa de forjar generaciones incrédulas y anárquicas.

     Soltar las palabrejas y que queden ahí. Lo importante es causar ruido, agitar el botafumeiro, mentir por mentir, sembrar cizaña, y, sin pudor alguno, hacer fructífera la sangre de nuestros mártires.

"Sangre", la voz resuena y siembra el temor en el campo semántico que abarca la contraposición entre estos mártires y las hordas de los envenenadores de los espíritus formados en la I.L.E, que no son más que los calificados como inspiradores del mal. Todo un sintagma indisoluble con el que agitaban a las masas víctimas de sus engaños". Aquí ya las almas populares son masas, sustantivo despectivo -cómo no- y además víctimas de sus engaños. 

    El pensamiento como inductor del engaño. De la misma manera en que la Ley franquista aplicaba la Justicia al revés según declaró el propio hacedor de leyes, aquel Serrano Suñer, nazi cuñadísimo atildado en sus uniformes laureados.

 "Pico de oro" el tal Serrano, imagen lingüística también para estudiar en el aula.

 

 

 



 Y el final.

Toda una frase condicional introducida por ese "si".

Cabe explicar también el adjetivo depuradoras. Dejar sólo las situaciones personales "puras" que el mismo Pemán y sus secuaces designan como tales, convirtiendo a las gentes en delatoras para coadyuvar -refinado cultismo- a la restauración del genio y tradición nacional. Una vez más la vacuidad significativa de la grandilocuencia lingüística de los fascismos.

 Y un remate con la fanfarria clarinesca del "prietas las filas, impasible el ademán" en una mañana, cómo no, nombrada alborada jubilosa, que nos remite a un nuevo siglo de oro -así nos fue- ad maiorem gloriam  ¿de quién? 

     Pues a la del Cristo manipulado y de la espada. Y en la conjunción de las dos -la espada y la cruz- la civilización española.
     Faltaban en la Circular a los vocales de las Comisiones depuradoras de Instrucción pública los gritos de rigor con los vivas y los arribas al Caudillo de España por la gracia de Dios.


domingo, 16 de febrero de 2020

Alfambra. De cuando los chorros de la fuente arrojaban agua




Fuente de Alfambra. foto cac.

     Era entonces cuando el canon del arte modernista en Teruel, con el impulso definitivo del arquitecto Mongió y los enrejados de Matías Abad, levantaba las obras de las escuelas del Arrabal, la fachada del asilo de ancianos, el colegio de san Nicolás de Bari, la iglesia de Villaspesa, la casa Ferrán, la de la Madrileña, El Torico o la casa Bayo. 
    Y en Alfambta, el Modernismo dejó señales que aún perduran como son las fachada de la antigua fábrica de harinas, el chalet cercano a la misma, el edificio del lavadero y el relieve mosaico de la fuente y su enrejado.
     Fue cuando las mozas alfambrinas presumían su figura cimbreada con el cántaro en la cadera y se dejaban mirar, y aun admirar, por los mozos que aprovechaban el momento para llevar a abrevar a los mulos en el llamado "vacio", a donde iban a parar las golosas aguas salidas en bullón de los mismos chorros en  donde resoplaban los cántaros y botijos.
     Aunque tuvieron que esperar mozas y mozos siete años hasta que en 1926, como se señala en los mosaicos del frontis de la fuente, el agua ofreciera aquel resplandor de vida.
      En 1919 el Ayuntamiento había firmado un contrato para canalizar el agua desde el paraje denominado La Grajera y llevarla hasta la plaza, delimitada por el palacio renacentista de los Vicente y la casa solariega de los terratenientes Dolz de Espejo, con sus rejas forjadas, allí donde comienza la calle del Granero, almacén de cereal dispuesto como pago a los de siempre voraces comendadores.
       La empresa constructora quebró y los trabajos se quedaron paralizados unos años, hasta que el Alcalde de entonces avaló con su firma los gastos y siguieron adelante.
        Ya en 1926 quedó terminada y aún hoy se conserva como entonces, con su pila receptora, con sus chorros dorados, con sus mosaicos firmes frente a los hielos, con su reja forjada con motivos modernistas.
          Había que celebrar algo tan importante como tener agua a chorros, y vaya chorros, en el centro del pueblo, que entonces bullía poblado con muchas familias, con muchos niños en la escuela, con trabajos en la agricultura con el ímpetu de la remolacha, con los que ofrecían el trazado de la línea de ferrocarril de Teruel a Alcañiz, que se quedó pronto abortada y nonata para siempre.
   Esa celebración de produjo el día 3 de abril de 1927, como se puede observar en la nota de prensa reproducida en el periódico "La Voz de Teruel" de fecha 6 de julio del mismo año.
       Aquí tienen dejo la referencia.

       Muchos habitantes, un teatro y un casino. Y vida en el pueblo. 

        Había movimientos sociales y por entonces el sindicato agrícola de tinte conservador fue superado por los sindicatos cenetistas de la tierra y de la unión general de trabajadores, forjado en la Casa del pueblo, que también existía.
       Al poco, el mismo 14 de abril de 1931, el alcalde y concejales proclamaron, pacíficamente, la República, manifestada en un documento público que es todo un manifiesto de bonhomía republicana.

         Y luego, también, al poco, vino lo que vino.

      Y aún hoy padecemos la desinformación, la manipulación, la mentira y la información sesgada e interesada de la Historia, muy interesante y rica, de Alfambra y los lugares de alrededor.

       Documentos tenemos, y los conocemos, y literatura bibliográfica a lo laro del tiempo también está disponible.


        ¿Y si de una vez diéremos el paso, sereno, firme, concienzudo, investigado, contrastado, de la Historia de nuestras gentes, de quienes vivieron el ayer que tenemos los de hoy?
             Lugares y gentes preparadas tenemos en Alfambra y alrededores. Y no habría nngún coste económico.

          Y quien quiera entender, que entienda.

 
Artículo aparecido en "La Voz de Teruel",  6 de julio de 1927

La Voz de Terue, 6 julio 1927


  Aquí dejo el censo de electores de 1906 en Alfambra.
         


AHP Teruel - Censos electorales
ES/AHPTE - 5/15 - Censo electoral del Ayuntamiento de Alfambra
 
 
Reja de la casa solariega que fue de los Dolz de Espejo, junto a la fuente. foto cac. enero 2020

Casa de hidalguía de los Vicente. Actual residencia de la tercera edad. Cerrada, por ahora. fotocac. enero 2020
 

domingo, 9 de febrero de 2020

La lengua del fascismo. Teruel y Alonso Bea

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     En el año 1939 aparecía una publicación de un tal Alonso Bea. Salmantino afincado en Teruel que formó parte de las plumas incendiarias que publicaban soflamas en el diario falangista "Lucha" de la capital. 
   
   La noche del día siete al ocho de enero de 1938  se evadió de la Comandancia de Teruel huyendo como otros muchos más, escapándose mientras el Coronel Rey D´Harcourt trataba de salvar la vida de hombres, mujeres y niños heridos y hambrientos ante el cerco de las tropas defensoras de la República.
   La huida, la escapada, se producía ante el temor de lo que pudiera pasarle a él y  a cientos como él por la responsabilidad que pudieran tener en los actos ocurridos en la ciudad durante el inicio de la sublevación franquista que llevó a la guerra civil en julio de 1936 y todo el año 1937.
  Aquella huida la convirtieron los servicios de propaganda de los sublevados franquistas en heroicidad y valentía después de que, de nuevo, las tropas defensoras del fascismo se instalaran en la ciudad destruida por tantos bombardeos y cañonazos.
   Alonso Bea y ciento treinta y siete personas más fueron condecorados con la "cruz roja del mérito militar" el siete de febrero de 1939, justo un año después, a propuestas del general Enrique Varela que fue quien entró como ensalzado vencedor en Teruel el 23 de febrero de 1938.
    Este mismo general fue el que puso el prólogo al libro panfletario titulado "Ecos de la gesta de Teruel", en donde dice entre otras cosas que "esta es España, en lucha continua por la defensa de nuestra civilización, más aún todavía por el triunfo de nuestra Religión, y nadie mejor que nuestra España señala al Mundo un rumbo y una conducta pletórica de sacrificios, definida y altruista y segura de que defiende la verdad eterna, que tiene sus raices en el infinito"
   Corto se quedaba el general gaditano ante las lindezas que el tal Alonso Bea dejó escritas y que sirvieron para crear verdaderas falsedades referidas a las "cosas ocurridas en Teruel".
    Dejo a continuación una página en donde aparece parte del "eco de esta gesta alonsobeana". 
    Propongo como ejercicio lingüístico a estudiar en las aulas de bachillerato español y aun de los universitarios españoles estas veintinueve líneas que adjunto. 
    Siguiendo al maestro Victor Klemperer en su magnífico trabajo "La lengua del tercer Reich" servirá sin duda para poner en parangón con las palabras vociferadas por los tantos hijos de VOX, que ni siquiera llegan a alcanzar el léxico de Alonso Bea, aunque proclaman lindezas pijaitas monasterieles y bravuconas güevadas añorantes de pistolas fusileras.
   A lo largo de mi dilatada vida docente he sido en ocasiones perseguido, denunciado y expedientado por explicar el léxico y la sintaxis de textos que el índice eclesiástico y la censura franquista marcaban como prohibidos. 
   Pero las mariposas tienen lengua y reflexionan en la aulas en el momento en que leen, en tan solo veintinueve líneas, lindezas como estas referidas a personas señaladas con el desprecio y el odio al otro a quien había que eliminar. 
   Ahí dejo para un estudio sociolinguñistico este léxico acumulativo de sustantivos, adjetivos, verbos enroscados en el mismo cesto coviferante:
      el cieno marxista, los monstruos emboscados, el inspirar el crimen, el odio, la ruindad, las almas degeneradas, las envidias, los deseos de causar mal, los siniestros inductores del crimen, el detener, el fusilar, la matanza que horroriza y subleva, los mártires causados por las arpías y los granujas que infectaban la ciudad ... la Eulalia, la Ferrera, la... la... la... el Obispo, el Peras, el... el... el... todos monstruos que servían de confidentes a unos canallas de las hordas invasoras, asesinos a sueldo de Moscú, apóstatas de hispanidad y teruelismo, ávidos de sangre, cobardes, mercenarios irredentos, con interés en matar y destruir, escoria de la sociedad, asesinos, devotos del mal vivir, sicarios ...

  

Alonso Bea.- "Ecos de la gesta de Teruel. Zaragoza" El Noticiero, 1939.
     Este lenguaje impregnó las gónadas mentales durante muchos años de los españoles.

 El libelo de Alonso Bea tiene 186 páginas, a cual más bestia.  Miren otro ejemplo, los hay a cientos: "a lo largo de la Cruzada los campos de Teruel fueron el Jordán del heroísmo, liza augusta en que departían con el argumento de las armas el mesianismo rojo y el virtuosismo azul, clarín de reto de la España pura a la envilecida y sohuzgada, piedra fundamental de la victoriosa trilogía aragonesa. Sus entrañas se rasgaron al zarpazo violento del obús; su  patrimonio se quemó en la tea incendiaria de  la anarquía; sus hijos, gozosos y jocundos, alimentaron la lámpara del sacrificio con el torrente de su sangre" (pag. 179)
  
   ¿Les suena eso de "por el Imperio hacia Dios"?  ¿O aquella que proclamaba a España como "unidad de destino en lo universal" y a Franco, "Caudillo de España por la gracia de Dios" que siempre apareció en las monedas de níquel con la efigie del tal?


         Fue la lengua de la dictadura franquista.

domingo, 2 de febrero de 2020

Orrios. Sol y nieve.



          Los atardedeceres de invierno, en los días claros, me ofrecen, durante unos minutos, colores diversos con el sol poniente a mis espaldas.
     Contemplo los silencios de esos momentos fugaces mientras la sombra va avanzando sobre la longeba piedra de Rodrigo que cobiga el puñao apretujado de casas arracimadas, las que forman el lugar llamado Orrios. 
    Tierra erizada de nombre oriundo del páramo entre tierras leonesas en su paso hacia las gallegas.
    Algunos campos de labor regados por el manantial de nombre Vadillo, originario de los wad árabes, sabios distribuidores del uso de la riqueza que es el agua, ayudada también por los caños surtidos en las laderas de la partida que llaman Suertes, porque surten generosas sus aguas que hacen aún mantener el pueblo.

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Orrios. cac

Orrios. cac

Orrios. cac

Orrios.cac



Orrios. cac
    Me ha atrapado la tarde y el sol ya no alumbra los álamos deshojados ni los espejeos de las fachadas pétreas y tapiales.

    Unos días más tarde nos ha atrapado la borrasca. Subo hacia las tierras más altas de los Planos, los mismos lugares antaño eriales que dieron el nombre al pueblo, al lugar erizoso, sembrado de aliagares, sabinas rastreras y aún erizos puntiagudos que ofrecerán siempre sus florecillas verdiamarillas cuando estas nieves de hoy se regalen en aguas y lleguen los días primaverales antes de las secarrinas del verano.

foto cac.

Los caminos están cubiertos de nieve. Bien venida sea esta nevada. Los zorros que por aquí abundan han dejado marcadas sua uñas esta misma mañana en su deambular de un lado a otro oliscando la captura de algún gazapo conejero cobijado entre los endrinos del barranco.