Catdral de Plasencia. @cac |
Tomé el camino camino de la
plata desde las estrechas callejas de la judería de Hervás, en el límite entra
Castilla y Extremadura. El camino hace muchos años que lo había descubierto
gracias a las enseñanzas del maestro de medievalistas Don Antonio Ubieto.
La ruta hacia el sur es un continuado y
suave descenso hasta Plasencia. Las lluvias de este otoño han dejado las
dehesas del norte de Cáceres llenas de abundoso pasto verde por donde se
alimentan las ovejas, los toros y los cerdos de pata negra. Las oscuras encinas
y alcornocales protegen y esconden las ganaderías, cercadas las extensiones en
donde, en los cerros, se levantan las cortijadas en construcciones de un par de
pisos, refugio, en las noches, de aquellos sometidos al patrón dueño de estas
inmensas extensiones.
Rumio siempre la historia de
las gentes que habitan por estos lares, pero hoy me gana la alegría del paisaje
con las albercas llenas de agua y los regatos aún manando, las encinas, los
animales ramoneando en silencio la hierba de un verde intenso. Es una alegría
contemplar estas dehesas descendiendo poco a poco hacia Plasencia.
Entro en el recinto histórico amurallado en
el día internacional de los discapacitados. Un grupo entra en la hermosa sala
de reuniones del Ayuntamiento, en la plaza mayor, auxiliados por voluntarios
generosos. Luego camino de un sitio a otro por las calles empedradas, sobre las
que se levantan conventos, iglesias, palacios y casas solariegas. Es visita obligada el
conjunto monumental de su catedral, que es una y dos. Un empleado de la misma
te entrega un auricular, previo pago de cuatro euros, y entonces recorres la
nave de la vieja catedral, y luego el claustro para llegar a la nueva,
truncada la enorme nave junto a los muros de la vieja cuando ya se dejó de
construir. Truncada, pero hermosa. Recorro la nave desde el coro hasta el altar
mayor, desde el truncamiento con la vieja hasta la gloria de la Asunción.
El coro, esculpido en madera de
nogal, protegido por la reja que sólo permiten traspasar a los canónigos en sus
rezos cantorales, tiene el interés de tantos y tantos situados en los mismos
lugares de catedrales e iglesias españolas. Todos los coros son de una riqueza
tallada en sus asientos y reposabrazos que siempre me abruma. Siempre he pensado
que no les hemos sabido dar el valor que tienen, quizás por estar tan
escondidos y protegidos detrás de esas rejas. Cuando uno consigue a veces
traspasar esos barrotes reconoce con la vista y con el tacto el valor de los
escultores de esas figuras que aparecen como en su retorcimiento de
gnomos, diablos, brujas y escatologías varias, talladas con la suavidad de
manos expertas. Son figuras que parecen
esconderse, encorvadas, de las voces que han tronado desde los viejos púlpitos
junto al altar mayor, también, en ocasiones, repujados y tallados por las mismas
manos artesanas de los asientos de estos coros.
Entiendo, es un decir, que se
retuerzan estas figuras cuando me encuentro a mis pies, justo delante del altar
mayo, la sepultura de un obispo que fue durante treinta años y nueve meses
de estas diócesis y no puedo sino sonreir, algo diablescamente, cuando descubro
que fue “temido de los que andan en las tinieblas y en la sombra de la muerte
se sientan”.
Ahora entiendo, quizás, que estas
retorcidas figuras se escondan en los reposabrazos de los canónigos
mientras picotean con sus picos
aguilados sus dedos, o muerdan sus manos con sus afilados dientes simios, o
reciban sus desechos escatológicos.
Si no es así, díganme ustedes
cómo se entiende la inscripción funeraria en la tumba pétrea del obispo.
La transcribo por si acaso.
Díganme
Lápida funeraria. Altar mayor. Catedral Plasencia. @cac. |
Don Pedro Casas y Souto natural de Sobrado del Obispo (Orense) obispo
de esta diócesis falleció santamente en su casa palacio a las 8 y 10 minutos de
la noche del 25 de julio de 1906. Contando 79 años, 9 meses y 11 días de edad y
después de 30 años y 5 meses de un pontificado en que con el ejemplo y con la
palabra fue modelo de pastores, padre de los pobres y martillo del liberalismo,
siendo por ello admirado de propios y extraños y temido de los que andan en las
tinieblas y en la sombra de la muerte se sientan. Desde el cielo vela por su
amada grey placentina y por el triunfo de la fe católica. R.I.P.
Cuando salgo de la catedral y camino luego
junto al palacio arzobispal me impresiona una vez más esta mole pétrea.
De vuelta a la plaza mayor miro cómo abandonan el Ayuntamiento las gentes que hoy celebran su día.
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