Andorra (Teruel) recibe a Franco en 1953 |
Pues sí. Franco en aquel inicio del verano
de 1953 era más que Dios. Franco era Franco y Sanseacabó.
Esta fotografía aparecida en “Fotos antiguas
de Aragón” que ha servido como motivo para el artículo de Joaquín Carbonell
trae a mi memoria justo aquel inicio del tórrido verano del 53.
Aquel verano comenzó con el final del curso
escolar. Tenía yo entonces siete años. Hoy los recuerdos son pocos. Conservo
tres fogonazos tan sólo.
En el primero me veo buscando palos entre las
ramas de los chopos en la riera. Los más pequeños ni siquiera sabíamos
cortarlos. Otros zagales habían conseguido hasta que el carpintero
les alijara uno bien recto. Habíamos estado días y días pegando papeles “royos
y amarillos”, decíamos. El maestro nos machacaba con que tuviéramos cuidado que
aquellos papeles eran de seda y que formaban la bandera “roja y gualda”. Y
nosotros veíamos tres colores y eran “el royo, el amarillo y el royo”. Y el
gualda aquel nos recordaba sólo a una hierba que llamábamos mielga y que tenía
un olor tan desagradable como su nombre. Pero andábamos revueltos todo el día y
no pensábamos más que en nuestras banderas y en aquel nombre que sonaba
“Franco, Franco, Franco Arriba España” cuando terminábamos de cantar aquel
“Cara al sol” de todos los días tras la jornada de la escuela.
En el segundo estoy tumbado sobre un ribazo
entre dos bancales en barbecho. Llevamos ya no sé cuánto tiempo y por aquí no
pasa nadie. No sé a qué hora hemos salido del pueblo. Desde este cruce con la carretera
de Teruel a Alcañiz tenemos tres quilómetros hasta el pueblo. No sé cómo hemos
venido, supongo que andando porque no recuerdo ningún mulo. Hemos subido por la
senda iniciada en el molino de la maquila por hacer más corto el camino. La
gente mayor también se impacienta y los de la camisa azul con el escudo arañado
de trazos rojos dicen que ya llegará, que seguro que viene, que el Caudillo
tiene muchas cosas que hacer y que pasará, seguro que pasará. Un par de hombres
han sujetado mejor las vigas de chopo hincadas verticales en las cunetas para
que aguanten mejor la enramada que enmarca entre colores, otra vez royos y
amarillos, las letras bien grandes escritas en el centro que dicen “Franco,
Franco, Franco Arriba España”. Es el arco, el arco de triunfo pienso ahora, del
que nos ha hablado un día y otro el señor maestro en la escuela y del que han
repetido en casa, una y otra vez, que si bien grande, que las mejores vigas,
que otro día perdido, que si tenemos que regar, que Franco va a inaugurar no
sé qué, que tendremos mejor luz con la central que se pondrá en marcha en Aliaga,
que si no sé qué más y que dale y venga.
El tercero es un fogonado centelleante.
Alguien grita desde el puente de Las
Canales por el que nunca llegó a circular el ferrocarril hasta Alcañiz, que ya
vienen los motoristas, que preparados, que ya está aquí, que viene, que viene. Y al grito me levanto del suelo, achicharrado
ya por sol del mediodía, con ganas de echar un trago del tonel en el que ya no
queda ni gota. Echo a correr y cuando llego hasta el arco de triunfo alguien dice
que es él, que va ahí dentro, que lo ha visto, que ha levantado la mano. Yo
sólo acierto a ver un coche negro, como una cucaracha gigante, que se escabulle
y desaparece ya camino hacia Perales, por una carretera que estos días ha ido
parcheando con zahorra recogida con los cestos mimbreros el caminero, quien ahora se pone otra vez la
gorra y levanta un tanto los hombros sin decir nada ni qué. Tan sólo les ha
dado tiempo a las mujeres enlutadas, a los hombres con sus chaquetas de pana y
a los vestidos con su camisa azul violado, a levantar el brazo a la manera de
las legiones romanas y a gritar aquel “Franco, Franco, Franco Arriba España”
que tan sólo las gentes desplazadas desde Orrios hemos oído.
Con el tiempo sabré que esto mismo se ha repetido
a lo largo de todo el camino hasta Andorra o hasta Belchite o hasta Alcañiz,
que no sé adónde iba el invicto caudillo. Los de Tortajada, Villalba Baja,
Cuevas Labradas, Peralejos, Alfambra, Orrios, Perales, Cañada Vellida, Fuentes
Calientes, Galve, los pueblos de la Val de Jarque, los de El Esquinazo, los de
San Just, los mineros de Montalbán y Utrillas… todos, todos han salido hasta la carretera bacheada y parcheada ahora
por la zahorra encestada de los peones camineros, y todos se han quedado con el
brazo alzado con retraso mirando cómo la cucaracha rodante se marcha sin decir
ni mú.
El artículo de Joaquín Carbonell me lo ha
recordado. ¿Qué vino a hacer por aquí el invicto Caudillo? ¿Aquello de las
Regiones devastadas? ¿La Central térmica de Andorra? ¿El Belchite reconstruido
sin alma con el cuerpo y el alma esforzados de los esclavizados presos? ¿La
Central térmica de Aliaga que estos días he enseñado a mis nietos que empiezan
a entender la Historia que a mí nunca me explicaron?
Mis nietos mayores delante de la térmica desmantelada de Aliaga. julio 2015. |
Franco
llega a las minas de Andorra en 1953. En aquellos turbios años de la
posguerra todo se celebraba con el ondear de banderitas de papel de
seda.
Todos los hombres de la comarca tuvieron que acudir a recibir con entusiasmo a Franco - Foto: ALEJANDRO MERLETI.
http://www.elperiodicodearagon.com/…/banderitas-seda_873871…
Todos los hombres de la comarca tuvieron que acudir a recibir con entusiasmo a Franco - Foto: ALEJANDRO MERLETI.
http://www.elperiodicodearagon.com/…/banderitas-seda_873871…
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