Estos días pasados me he metido en la
boca del Lobo. De Ramón Lobo, ese gran periodista que tantas crónicas ha
escrito de múltiples lugares del mundo en momentos difíciles en todos los
continentes y en todas las Áfricas, como a él gusta decir.
Me he dejado atrapar por su crónica más
reciente y quizás la mejor que ha escrito, una historia de náufragos que no son
otros más que quienes forman esa camada
y en ocasiones manada de lobos, ni más ni menos que aquellos que se apellidan
como él: Lobo.
El libro “Todos náufragos” está
dedicado “a mi bisabuelo Ramón Lobo Regidor, a mi abuelo Ramón Lobo Coya y a
todos aquellos que siguen luchando por la Memoria Histórica”. Y también a su familia de Inglaterra. Porque
el autor, Ramón Lobo Leyder, hubiera querido educarse con su familia materna, a
la inglesa, pero le tocó sublevarse contra la represión paterna de un
falangista y voluntario de la División azul, autoritario porque sí, también
naufrago sin deriva, o así a mí me lo parece después de la lectura, quien le
mantuvo a sopapo limpio o incluso sometido entre las falsas elites de
internados ensotanados o con los alzacuellos estirados del Opus Dei.
Esta crónica detallada de trescientas
ochenta y siete páginas viene a ser un ajuste de cuentas y un encuentro consigo
mismo aunque el autor señala con tino que “más que un libro contra mi padre,
necesito escribir el libro del perdón”. Pero el franquismo dejó a este Lobo y a
su generación “secos de honestidad”. Es la segunda generación del franquismo
–como también lo fue la primera- dañada por la guerra civil. La sociedad que
surge de la guerra está enferma y la enfermedad aún persiste hoy. Por eso
recomiendo la lectura de este libro, esta crónica familiar y a la vez
histórica, a todos los bachilleres españoles porque seguro que aprenderán más
con él que con muchos manuales –o quizás pedales- que se les atragantan en las
aulas. Se aprende más leyendo “Relato de un náufrago” de García Márquez, que
estudiando la piratería y el tráfico clandestino de mercancías, y además es más
divertido. Lo mismo ocurre con la “memoria histórica”, es decir “la Historia
como fue” si leemos esta crónica en la que somos “Todos náufragos”.
Náufragos en una España, como escribe
Ramón Lobo, en la que transitamos de las Hurdes al AVE, sin darnos cuenta de
que no éramos ricos, sólo estábamos endeudados. Y es que, como dicen en mi
pueblo, y ya he escrito en alguna ocasión “qué fanfarrones son los nuevos
ricos”. Sí en España hemos sido y somos muy fanfarrones. Por eso quien más
chifla, capador. Y maricón el último.
Hemos pasado de la canallada histórica
a la aceptación de que quien no roba y se comporta con ruindad, aunque con
miles de tapaderas religiosas, económicas, educativas, versallescas,
serviciales, políticas, chupatintas, lameculistas y otros etcétera culistas, es
un gilipollas, porque “resulta difícil ser ejemplar en las cloacas de la vida”
que empestuzan la honestidad. Porque haberlos, honestos, hay
Pues eso. Lean el libro y aprendan.
Aprenderán deleitando.
P.S.- Como el lector
ya sabrá Ramón Lobo fue uno de los periodistas cesados de trabajo en el
periódico “El País”. Junto a otros como Ernesto Ekaizer o Enric González a
quienes se les aplicó un ERE, es decir se les dio una bofetada y una patada en
el culo. En el pecado lleva este periódico la penitencia. Desde que tiró a los
mejores está en caída libre. Que le den (al periódico, claro).
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