Aquí no llueve ni pa dios. @cac. |
¡Ay, chiquito! |
Benedicto, El Cañi Zar Es y Casado Conquién o
Aquí no llueve ni pa dios.
Lumbreras que es uno. |
Miá tú qué pareja estos dos. El
uno que si no sé con quién está casado y el otro que paice un pavorrial con la
cola extendida. Y que si recemos al brazo ese de la santa esa de Ávila que debe
estar más podrido que el fiemo de mi paridera. Y el otro que si a dios porque
aunque el padrenuestro no es de brujos el rezar hará que llueva. Mecagüenlá.
Aquí ni dios hace caso. Sólo llueve cuando le da la gana. Así nos va. Ya ves
tú, zagal.
Me lo ha soltado de un tirón
Benedicto, mientras esperaba que se recogieran sus ovejas antes de empezar a
subir la cuesta por el camino que se llega hasta El Covacho.
A Benedicto, el zurdo, ya empiezan a
pesarle las espaldas después de toda una vida metido hasta el garganchón en el
dale y venga de guardar el ganado un día y otro y otro también.
Benedicto, el zurdo, ha heredado el mote
de su padre y aun de su abuelo. No hubo manera, todos salieron zurdos y todos
pastores de ovejas.
A Benedicto la sacudía el maestro de su
pueblo todos los días con el puntero de carrasca. Todos los días antes de
entrar en la escuela cuando cantaban el “cara al sol”, aunque fuera con niebla,
le sacudía.
Benedicto siempre tiraba hacia arriba
su brazo izquierdo cuando había que vocear los gritos de arribaspaña. Y siempre
le caía el punterazo. Que con la izquierda no, animal, que no aprenderás en tu
vida.
Hasta que una mañana, allá por cuando
tenía doce años, después del estacazo dijo “hasta aquí hemos llegao”.
Agarró su libreta y su catón y ya no
volvió más a pisar la ecuela. Se fue junto al ribazo de la acequia grande,
recogió unos granos de la boja seca de la otoñada, los fue envolviendo con las
hojas manoseadas del catón que se sabía de memoria y en un par de días de se
las fumó. Desde entonces Benedicto, el zurdo, no ha parado de fumar.
¿Tú no has fumao en tu vida, verdá
zagal? Así estás tú. Y ahora has venido aquí un poco tardío. Ya ves que no
quedan casi hojas en los árboles, que ya están todas en el suelo, que ya han
arreao un par de noches que se hiela el agua en el bebedero de las gallinas. Y
ya no sé hacia qué lugar tengo que ir con las ovejas porque ni sé cuánto tiempo
lleva sin llover. Los tomarros están secos y las capitanas se han llenado de
espinas y tampoco las quieren. Ya ves que las ovejas aún salen pitas del corral
pero vuelven a la noche encogidas, con el rabo entre el culo, encabezadas hacia
el pesebre porque no pueden comer en todo el día. La madre que parió a este
tiempacho.
Y ahora, antes de salir de casa, he
visto de refilón en la televisión esa de los cojones, al pavorrial ese y al
cantamañanas que decía no sé qué del
brazo de la santa.
¿Este tontilán siempre va con la corbata
puesta o qué? ¿Y el otro? El que paice un pavorrial con cresta y todo ¿de dónde
habrá sacado la sabanaza?
¿Son de verdad o están ahí como los
santocristos que tenemos en la iglesia del lugar? ¿Esa teja de la cabeza es
para paicer más alto? Porque paice que es más pequeñico que la burra del chato
peruto.
¿Y estos cómo mean? ¿Con la suya?
Ya se podrían venir hoy con mí y
aguantar el cierzo. Con un día los traía fundidos. ¿Qué sabrán lo que es parir
una oveja? Seguro que no les han salido nunca sabañones en las orejas. ¿A que
no han visto una remolacha en su vida? ¿Tú sabes si se la cascan o no se la
cascan? Ya te digo que no saben ni han visto un par de albarcas en su vida.
Zapaticos sí. Ya les daría yo a sus zapaticos andando entre estas piedras. Con
esas manos podrá atarse bien el nudo de la corbata pero no tendrá lo que hay
que tener para sacarles las garrapatas a las ovejas. Seguro que han almorzao
bien sentaos y aquí me las den todas. Ellos se pierden unas buenas sopas de ajo
y una chorritada de aceite. ¿Rezar dicen estos? Ya le valdría a San Pedro
entrar la cagalera y que lloviese chuzos de punta. Ya están hechos buenos
magos, ya. Fíjate, desaparecen los dineros y no dejan ni rastro. Ellos tienen
perras y nosotros vivimos aperreaos. Ya les daría yo, ya. Pal monte conmigo,
aguantando el cierzo y la helada. Con un par de días seguro que tenían
bastante. Y luego que recen, pero con la boca parriba. Seguro que entonces les
cae el escupitajo en la cara. ¿No querían agua? Pues que saquen los santos en
procesión a ver si les hacen caso. Estos tienen morro fino. ¿A que no saben
dónde tienen los dientes las ovejas, arriba o abajo? Lo dicho, morro fino, eso
es lo que tienen.
Hala, ahí te quedas, zagal que ya ves
que tengo a las ovejas espanadas. Me voy parriba. Lo dicho, escupe hacia arriba
y verás que el salivazo te moja la cara.
Y luego no me vengas diciendo que tengo
más rasmia que un capazo espartero.
Como no coman piedras... |
Ya vi el calambur que pusiste en mi publicación "Cani zar es" pero no había leído tu relato.Escribo aquí porque cerre la cuenta de facebook.
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