miércoles, 28 de septiembre de 2022

¡Que viene la caballería! ... y no hubo tal en la batalla de Alfambra.

 

 

Al fondo el campo de batalla de la batalla de Alfambra. foto cac.

 


               Me lo contaba mi madre cuando yo era adolescente y como tal no sabía muy bien por dónde habían venido y vendrían los tiros en mi vida.

    El miedo se apoderó de la población que a trompicones llegaba o se iba en evacuaciones, en cobijos arropados por cuevas y barrancas, en amaneceres de hielo en los mismos corrales que ocupaban las ovejas ahuyentadas. La realidad fue que la caballería llegó como un paseo desde su abrigo en los hondes protegidos por la elevación de la Serratilla y avanzó, tan ólo en tres días, desde el mismo lugar de Rubielos de la Cérida, por Lidón y Visiedo, hasta Perales y Alfambra.

     Quienes sí sembraron el pánico fueron los legionarios y los mercenarios que todos conocían con el nombre de moros bajo las órdenes sin escrúpulos del coronel Yagüe. 

    Las adolescentes de aquel febrero de 1938, entre ellas mi madre, tuvieron que escapar saltando la tapia del corral por la femera de la casa y cobijadas por la acequia mayor huir de una posible violación.

    Luego la propaganda de fuera y la historia que narró el franquismo dijo aquello de "la última carga de la caballería", la del general Monasterio Ituarte.

    Y no fue así.

Jorge, uno de los exploradores sortea los parapetos en las trincheras de El Portechado. foto cac.

 

    Por eso hoy con los exploradores hemos decidido llegarnos hasta la posición de "El Portechado" en Escorihuela, la penúltima posición del ejército republicano antes de llegar a la última, la situada en lo más alto del puerto de Castelfrío.

    Desde aquí se abarca con la mirada la extención del campo de batalla en aquellos días de comienzos del helador febrero de 1938.

    Aquí la tienen ustedes. Mirando la fotografía a la derecha tienen los límites de la Serratilla, al frente, lejana, Palomera, a la izquierza el comienzo de los altos de Celadas, aquí abajo el río Alfambra.

    La verdad de lo currido fue que el ejército republicano estaba ya muy mermado por los combates de todos los meses anetriores, que las tropas mandadas por Líster habían tenido muchas bajas, que las congelaciones de los soldados impedían movimientos, que la moral la tenían por los suelos, que sufrían un día y otro los bombardeos de los aviones nazis, italianos y españoles.

     Esa fue la clave. Comenzaron los vuelos en cadena. Ametrallaban con un avión detrás de otro y al final caían las bombas. Una y otra vez. Tanto que en ocasiones las explosiones llegaban hasta sus propios ejércitos, como ocurrió en Argente y Visiedo. Tanto que los carros de combate de origen ruso, desplegados en esta llanada del Campo Visiedo, quedaron destruidos y así se facilitó el avannce de Yagüe y de Aranda hacia el cauce del Alfambra que marcaba la línea entre los dos ejércitos.

    ¿Qué carga de la caballería hubo? Ninguna. El propio Monasterio había escrito ya en 1931 que aquellos soldados subidos encima de caballos y mulos, con un fusil terciado y un sable en la mano había servido para la ambición escalafonaria de todos los militares africanistas. Pero nada más.

 

 

    Aquí y ahora los soldados montados sólo hubieran sido carne de cañón en su ataque contra los tanques y las baterías de morteros o contra los nidos de ametralladoras. Desde las posiciones que iban ocupando estos soldados de caballería marcaban con señales primarias de banderas desplegadas las líneas de ametrallamiento que debían seguir los pilotos. Así lo citan en sus testimonios los propios alemanes, italianos y españoles segúnse recogen en la publicacion reciente de Blas Vicente y Carlos Gallach "La batalla de Teruel desde el aire" (Muñoz Moya editores).

    Se limitaron a hacer alrededor de mil seiscientos prisioneros, a dejar abandonados tantos muertos  como encontraron, a avanzar sin oposición, a recorrer esos cuarenta kilómetros en no más de tres días al paso de las acémilas y sus cuidados y a ocupar un territorio desolado. Mientras los soldados republicanos se entregaban, corrían en su repliegue, retrocedían a marchas forzadas y, sin orden ni concierto, cruzaban el río Alfambra y, por Orrios y Escorihuela, alcanzaban Cedrillas, parapetándose en las estas defensas que hoy recorren los exploradores.

    No hubo tal carga de la caballería les digo a los exploradores. Monasterio sabía que si hubiera avanzado sin más ni más, sin protección de la aviación, hubiera sido destruido. Manejó bien la propaganda en el momento oportuno de la guerra y la manipulación franquista posterior y, con mano de hierro, pertrechado junto a su caballo en el retrato del fotógrafo Jalón, se convirtió en Capitán general de la 5ª región militar con base en Zaragoza, donde firmaría abundosas penas de muerte ejecutadas en las tapias de Torrero, junto al monumento a Joaquín Costa.


          Aquí les dejo el video, en un giro de trescientos sesenta grados, donde el explorador mayot, desmelenado, contempla todo el frente de batalla y los lugares de la sierra de El Pobo y Castelfrío en la huida del maltrecho ejército republicano.

     


 

 

jueves, 22 de septiembre de 2022

La rambla Barrachina, territorio comanche.

 

 

 


     Los exploradores dijeron que querían ir a la rambla Barrachina. Y hasta allí nos llegamos. Es el uno de agosto de este dos mil veintidós. Parece como si entráramos en el territorio de la Media Luna, en la caldera ardiente de Comala, donde Rulfo, de nuevo y otra vez, nos ha hecho llegar. Estamos tan sólo a unos quilómetros de Teruel, al comienzo de la carretera, infernal, que llega hasta Cuenca. Nos hemos metido por un camino arcilloso que no es más que el comienzo de la rambla ardiente. Un par de parideras destartaladas en esta desolación quizás han servido algún día de cobijo para las ovejas. Ahora no queda resto de ningún animal. No tienen las paticortas ni una mata para llevarse a la boca. 

 

 


Tan sólo allá, a la sombra de aquella sabina, divisamos cinco cabras montesas que nada más vernos arrancan a refugiarse ni se sabe, camufladas entre las arcillas agrietadas por las barrancas, que, tampoco, ni se sabe, arramblaron en un día ya lejano de tronada. En este tramo de la rambla todas las tierras están abandonadas hace tiempo. Los ribazos cabeceros de los bancales sostenidos con piedras arrastradas tampoco sé de dónde se han resquebrajado y arruinado. Sólo quedan barrancas profundas horadadas por las lluvias del tiempo no sé cuándo. 

    El lugar es hermoso y desolador. Las palabras de Manuel Machado me llegan en la chicharrina espesa con el sabor salado de la sed: "Quema el sol",  el aire (si lo hubiera) abrasa. 

    Los exploradores me ganan la mano y las piernas que empiezan a pesarme. Nos refugiamos debajo de la sabina donde estaban las cabras. No existe otro árbol alrededor. Sólo arcillas en esta quebrada arcillosa y arcillosa que se erige a diestra y a siniestra de nuestro caminar.


El más joven de los exploradores con sus ropas de camuflaje asciende hasta los restos de algún refugio pastoril o de las gentes que hasta, en tiempos, se llegaban para labrar estas tierras ahora baldías o acudían en momentos como este para, con la hoz en una mano y la zoqueta en la otra, segar los centenos o las avenas que por aquí hubiera.

Más allá de estos cinglos castigados por los vientos y las lluvias cuando llegan, esmerilados en sus grietas, se sitúa la Muela sobre Teruel. No puedo menos de pensar en la situación que aquel febrero de mil novecientos treinta y ocho sufrieron los soldados de aquella Brigada primera de Navarra de la que tanto pesumidó el, entonces, teniente coronel García Valiño. Por aquí entró con sus fuerzas de requetés, falangistas y moros, protegido de los bombardeos que le lanzaban las tropas republicanas apostadas en Castralbo. Aquí se protegió y luego llegó hasta la masada Roya, ya en terrenos del Alfambra, y consiguió entrar en Teruel. Cayeron muertos muchos de sus soldados. Bien poco que le importaban a él según sus propias memorias.

    Pienso en aquellos muchachos atrapados por el frío, por sus alpargatas o botas embarradas por estas arcillas que se pegan y se pegan a los pies, por el miedo y las amenazas se aquel militar guerrero.

En lo alto de esta aridez desangelada y bella, en la ladera que mira hacia el este, se arraciman algunas sabinas. Detrás las arcillas agrietadas nos contemplan altivas y soberbias.

    Caminamos ya en descenso hasta alcanzar la salida de esta rambla. En lo alto de una quebrada dos jornaleros, achicharrados por el sol y deshidratados por la sed, están levantando una pequeña construcción prefabricada con maderas que tampoco acierto a saber para qué. 

        Estos lugares llenos de soberbia belleza te atrapan mientras quema el sol y el aire asfixia.

        "Al destierro con doce de los suyos", decía Machado.

 

     

El cardo borriquero, seco como un tasturro, es nuestro compañero de viaje.

     



 

lunes, 12 de septiembre de 2022

Peñas Royas (Teruel). La escuela museo. El último Maestro.

 

 

 

Peñas Royas. Lonja. Ayutamiento. Escuelas. Museo. foto cac.

 

 

Original en la escuela.museo. foto cac.

      Peñas Royas hoy atrae visitantes que quedan admirados por el enclave de este lugar, con sus calles estrechas agrupadas en la fuerte ladera pétrea que hace honor a su nombre. Los cinglos descomunales sangrados por el color de estos peñascos de rodeno protegen y cierran los ralos y estrechos que fueron pequeños huertos cultivados antaño, las eras donde a lomos de mulos fueron transportados los fajos de centeno atados en algún pegujal cultivado sobre estrechos bancales sujetados por estas mismas piedras cuarteadas y talladas por las manos ásperas de las gentes que aquí habitaron hasta que cerraron las minas de Montalbán, de Utrillas y de sus alrededores donde habían conseguido un trabajo duro pero mejor remunerado que el que les daban sus labores agrícolas y aún ganaderas de ovino.

            Cerraron las minas y el pueblo quedó muerto. Había otra más que emigrar y emigrar. Y aquellos años cercanos a 1960 llenaron de gentes los suburbios de Barcelona, de Valencia, de Zaragoza. Quedaron aquí las piedras y las casas que con afán terruñero conservaron los últimos habitantes y sus descendientes. Supieron y quisieron, con el tiempo, adecentar sus calles y sus fachadas e interiores. Las eras y pajares abandonados sin uso quedaron al avío de los tiempos. Hoy son paredes arruinadas y escombreras sin remedio cercanas al cementerio en que las hierbas protegen a sus muertos. Por estas eras atraviesan los senderos de visitantes urbanitas que se maravillan con estos paisajes sobre los que águilas y buitres trazan sus órbitas mientras observan a las cabras montaraces ensimismadas en lo más alto de las atalayas pétreas descomunales.

            El río Martín se introduce entre las peñas y al remanso del agua que nos acompaña en el camino. Al regreso, con mis nietos, os refrescamos en la fuente que surge en el mismo edificio junto a la iglesia que fue Lonja en sus bajos y escuela en sus alturas. Lugar de vida, juegos y aprendizajes de todas las gentes de Peñas Royas.

             Y uno se encuentra con la rehabilitación de este edificio y con la pulcritud mimada de los bancos, las pizarras, el ábaco, las medidas de capacidad, los libros, las libretas, los mapas en donde aprendimos a leer y a escribir quienes éramos niños allá por entonces. Todo presidido por la tríbada falsaria de la cruz y sus secueces siniestros bajo los que, sin remedio, el maestro obtenía lo mejor de sus alumnos.

            Y me llevo una pregunta cuando anoto el nombre del último maestro de este curso 1961-62 que aparece en el registro de alumnos, José Fontes Santa Olalla. ¿Quién sería este maestro? Me impongo una investigación en los archivos históricos. ¿De dónde llegó? ¿Por qué aterrizó entre estos peñascos? ¿Qué vehículos utilizó para llegar hasta aquí? ¿Trajo aquí a su familia si es que la tenía? ¿Qué fue de él cuando cerró la escuela? ¿Qué ansiedades pasó en las noches invernales de nevada y en las tardes de tormentas retumbantes?

            Me siento atrapado por el tiempo aquí y ahora. El eco de los truenos arrastra tinieblas medrosas en mis nietos compañeros de andadas. Nos refugimos en la propia escuela convertida en museo histórico. Pienso entran en los archivos. Con el tiempo he podido conocer algunos datos y peripecias de este maestro. Como siempre, la investigación nunca se da por terminada. Quizás alguien pueda aportar más conocimientos, quizás alguien lo conociera, quizás alguien pueda ofrecernos noticias, quizás algún familiar o descendiente tenga algo que aportar.

            Dejo aquí los documentos que he podido consultar. Gracias.

 

 Datos Personales

Apellidos y Nombre Fontes Santa Olalla, José
Otras formas del nombre
Población Pesues
Residencia/s Cantabria (España)
Profesión Maestro/a Nacional
Expedientes Encontrados Datos Archivísticos Contacte con el archivo para obtener copias
Archivo Archivo General de la Administración
Fondo Ministerio de Educación Nacional
Serie Expedientes de depuración de maestros nacionales
Signatura 32/12918
Fecha de expediente 1936-1942
Número de páginas del expediente
Tipología Depurado
Observaciones
 
 
Resultados 2

 Ficha de Jose Fontes Santa Olalla Abrir en ventana nueva

Archivo: Centro Documental de la Memoria Histórica

Fechas: 1937 / 1977

Signatura: DNSD-SECRETARÍA,FICHERO,21,F0121820

 Ficha de Jose Fontes Santa Olalla Abrir en ventana nueva

Archivo: Centro Documental de la Memoria Histórica

Fechas: 1937 / 1977

Signatura: DNSD-SECRETARÍA,FICHERO,21,F0121819

 

Jose Fontes Santa Olalla. Rehabilitado en 1948 como Maestro. B.O.E.

 

León posa, serio, ante los documentos de la Historia. Luego me atravesará con sus preguntas. foto cac.

 
La pizarra personal. Aún sin libretas.


Con estos textos nos imponían la Historia.

Una calle de Peñas Royas.

El reloj data de 1882. Marca las horas y pide Prudencia y Justicia.

Por las eras caminando hacia Peñas Royas.

Las Peñas, royas, hacen honor a su nombre.



Una casa de Peñas Royas.

           

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Orrios. Una casa histórica, la de los Báguena.

La puerta con escudo heráldico hace unos años.

 

          A lo largo de todo el siglo XVII la familia Báguena (Baguéna dicen aquí) fue administradora de la Encomienda sanjuanista de Orrios de la que en 1681 había sido nombrado Comendador Pedro Cabanes y Marcilla. 

    Los Baguena además de ejercer como procuradores de la Encomienda ocuparon cargos como eclesiásticos y civiles en el lugar y adquirieron propiedades territoriales. Construyeron caminos y calzadas que aún aguantan con el paso de los años. La era, conocida como Baguena, sujetada por una barbacana pétrea soberbia en donde aún queda marcada una piedra con fecha del año 1777 dan fe de ello.

    La casa solariega ocupa un lugar preponderante. Durante la guerra civil última sirvió de lugar de puesto de mando de las tropas republicanas en su conquista de Teruel entre diciembre de 1937 y febrero de 1938. El propio Enrique Líster habla de este lugar en sus memorias.

   Con el tiempo pasaron las propiedades de los Baguena a otras gentes, entre ellas a una familia de raigambre soldadera, los Loris, que vendieron todas sus propeidades. Adela Loris, el último vástago de esta familia, donó la casa solariega a la Iglesia, que sigue, como propietaria de la misma, hasta hoy.


      Hace unos años aún conservaba el escudo heráldico pero en un descuido de reparación "se cayó" y desapareció.

 

 

 

La puerta en el verano de 2022.

 

Escudo de los Báguena.

 Testimonio conservado en el Archivo histórico nacional (AHN) en donde se hace referencia al molino harinero hidráulico objeto de una reparación pagada por Juan Báguena. Lo transcribo textualmente.


 Transcripción de C.A.C.

  sea a todos manifiesto que nosotros Geronimo Vlasco, vecino de la villa de Orrios de la religión de san Juan del Hospital de Jerusalen y Miguel Juan Escuder vecino del lugar de Allepuz y de presente allado en dicha villa y ambos maestros carpinteros de nuestro buen grado y ciencia cierta, otorgamos aver recibido de dicha villa y por manos de Juan Vaguena Alcayde de ella y domiciliado en dicha villa a saber es doscientos sueldos jaqueses por otros tantos que avemos ganado en hacer puertas ventanas botana y …  para el molino nuebo que se ha hecho en dicha villa y por la verdad renunciando a la excepción de frau y de engaño y de la non numbrada pecunia y las demas de este caso, otorgamos la presente Apoca para siempre firme y valedera y en cosa alguna no revocadera. Hecho fue lo sobredicho en la villa de Orrios a veinte y seis días del mes de Abril del año contado del nacimiento de Nuestro señor Sesucristo de mil setecientos y diez y ocho siendo a lo sobre dicho presentes por testigos Joseph Vaguena y Andres Lopez vecinos de dicha villa. Esta firmado el presente instrumento en su original nota y matriz de las formas que dispone el fuero de Aragon.

            Signo de mi Miguel Lopez domiciliado en la villa de Alhambra y por autoridad Apostolica por donde quiere publico Notario que a lo sobredicho presente me alle rogado testifique et cerre.

 

La barbacan pétrea que sujeta la conocida como era Baguena. foto CAC.