domingo, 20 de octubre de 2024

Masada del Morrón. Camarillas. Cuando entonces

         



La tierra abrasada. Laderas del Morrón. Las aristas afiladas de las piedras de amolar hieren los pies. Culebras cobijadas entre los riscos zigzaguean veloces a la busca de un mejor cobijo. Aprieta el sol. El mediodía aplasta. Ni una nube. Ni un árbol. Sólo piedras en torno a la masada en abandono. 

    Las tierras barbechadas, como malditas desde hace tiempo, cuando entonces cayó la sacudida del estupro en una pasión cortada como la misma hoz acorbellada que tronzaba los manojos de un centeno que llenaba las manos de quebrazas.

    Eran días encendidos de luz cegadora, de trabajos amorrados a la tierra, de agarrar los manojos pajizos protegidos por la zoqueta, de espaldas tronzadas por el dolor del venga y dale a la siega, de sopores taladrados por el sol sobre las cabezas buscando un cobijo sin sentido, de ardores apurados, apretados en la ingle con las miradas de soslayo entre los rastrojos, de algún trago de agua derramada por gargantas y pechos encendidos desde el cántaro cobijado entre las gavillas dejadas entre los surcos resecos, del regreso a la casa y entonces, atrapados sin remedio en un rincón de la cuadra, sobre un montón de paja, mientras los mulos se revolcaban, ellos dos, resequidos y ansiosos sus cuerpos por aquellos días ardientes saciaban su pasión, la del maduro rijoso y la adolescente desflorada.




de de espaldas tronzadas por el dolor del 

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