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19 abr. 2014 - Subido por elmesmi
"Conchita Pueyo (1922-2002). Personalísima cantadora de jota aragonesa que alcanzó justa ...
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Original en AJTMZ. (Archivo juzgado togado militar de Zaragoza) |
Las humillaciones, las torturas,
los vergarazos, las palizas, las purgas continuadas de aceite de ricino
hicieron que el cuerpo destrozado de aquella Rosario Calvé Navarrete, conocida
como “la cacagüera” fuese arrastrado hasta la misma puerta de la cárcel de
Santa Clara, en la ciudad de Valencia.
A rastras llegó hasta el maloliente
cauce del río Turia que pasaba por el puente de madera, donde se refugió entre
los tratantes gitanos enfrascados en la venta de las caballerías y los burros
llenos de mataduras adornados con cabezadas repujadas.
Le llamaban la cacagüera porque vendía
cacahuetes en los soportales de la plaza de El Torico.
Cargaba al hombro un saco y se
sentaba sobre el pelote de madera mientras cobijaba el saco de los cacahuetes
que vendía en unas medidas de corcho talladas a navaja.
Por aquella esquina, justo donde
arrancaba la calle de El Tozal, pasaban una vez y otras los habitantes de Teruel
mientras caminaban de un lado a otro. Por las mañanas se llegaban las gentes de
los pueblos con sus fajas y toquillas, arrastrando alpargatas y albarcas a la
busca de alguna tela en casa de Ferrán o herramientas de trabajo o sal para las
ovejas en los colmados de Asensio. Todos conocían a la cacagüera y raro era
quien no le comprara algún puñado de cacahuetes tostados para llevarles a los
zagales que quedaron en el pueblo.
También la conocían, y mucho,
aquellos parroquianos que iban y venían del Ayuntamiento a la Catedral, del
Casino a la iglesia del Salvador, se llegaban hasta el Óvalo y el mirador de la
Escalinata hacía poco construida. Eran las gentes del sombrero y de los dijes
que sujetaban el reloj sobre el bolsillo del chaleco.
Todo el mundo la conocía en Teruel y
ella sabía de todos, de sus dimes y diretes, de sus negocios y chanchullos, de
sus intereses, de sus aficiones, de sus ideas y acciones, de sus asentaderas de
siempre y de la clerigalia más rancia.
Era más pobre que las ratas. Su
marido se enganchaba a trabajar acarreando leña en los inviernos y dándole a la
siega en los veranos, o a lo le que salía o dejaban caer los que más tenían.
Sus cuatro hijos tan pequeños que cabían debajo de una teja tenían siempre las
tripas rayadas por la riña del hambre.
Ya en los primeros días siguientes a
aquel sanguinario 18 de julio de 1936 Arcadio Muñoz, su marido, fue llevado a
la cárcel. Allí estuvo hasta enero de 1938 donde al tiempo fue a parar la
propia Rosario. Hasta que unos milicianos abrieron las puertas y comenzó
aquella evacuación de gentes desperdigadas entre los hielos de los días
atizados de bombardeos.
Hasta marzo de 1939 estuvo mal viviendo en los
refugios de Valencia. Su boca, en ocasiones lenguaraz, le llevó a la denuncia
ante tribunales populares de las mismas gentes
que bien conocía en aquellos días de venta ambulante y del maltrato que
le dieron a ella, a su marido y a sus hijos.
Por eso los señoritos pijaitos falangistas
de Teruel, recién salidos del penal de San Miguel de los Reyes, la detuvieron y
entregaron a la brigada social para que pasara por sus "diligencias" donde unos
días antes de que fuese a parar al cauce del Turia tuvo que firmar una
declaración en la entre muchas cosas más “impulsada
por un sentimiento de venganza innoble y ruin, juró hacer todo cuanto daño
fuera posible a la causa de la Patria no descansando ni un solo instante en
servir a lo que representaba la Antigua España, y en efecto, en cuanto los
marxistas entraron en Teruel se puso en contacto con los dirigentes de la horda
ofreciéndoles su persona y servicios que por su perfecto conocimiento de las
personas de orden, que no pudieron eludir la tiranía roja, habían de ser
inmejorables ya que nadie como ella por ser vendedora ambulante, conocía la
posición ideológica de los que no habían podido ser evacuados…”
Así se dice en aquella causa abierta
como Consejo de guerra sumarísimo instruída por el tribunal número dos de
Teruel, radicado en Valencia, que se abre en abril de 1939. Así se dice y así se escribe, pese a que
también se dice, y también se repite, que Rosario era analfabeta y bien que se
la desprecia como se precian de repetir una y otra vez.
Un falangista melillense, devenido
durante la guerra en teniente de infantería de nombre Antonio Rodríguez Pineda,
es erigido en juez instructor de una causa abierta contra catorce personas cuya
finalidad esencial es convertir al socialista Ángel Sánchez Batea -a quien los
mismos sublevados mataron a su mujer y a su hija de diecisiete años- en
diabólico ser perverso, culpable de todos los crímenes cometidos en Teruel y
sus alrededores.
Para ello el nominado juez
instructor solicita y consigue, de inmediato y ya, a los agentes torturadores antecesores
y maestros de Bili el Niño, llamados Ginés, Ferrer y Herrero para que consigan
con sus humillaciones, palizas, vergarazos y brebaje de ricino la declaración
inculpatoria de unos de los catorce contra los otros también catorce.
Dos de ellos no llegaron a la farsa del
juicio de octubre de 1942. Se quedaron en el camino sin sentido de las “diligencias”.
Aún así firmaron la enrevesada prosa redactada por el teniente melillense convertida
en un puro dislate falangista.
Ángel Sánchez Batea, a quien
llamaban el Obispo, fue el único a quien no consiguieron doblegar con su firma
acusatoria. Lo dejaron en el camino hacia su matanza cojo, sordo, tuberculoso y
medio muerto, pero no firmó.
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Informe de la encargada de los servicios. AJTMZ. |
A Rosario, cuando la tiraron la
calle, la dejaron en “prisión atenuada”, tullida, destrozadas sus piernas y con
una diarrea crónica. Por eso la monja “sor
Pilar Colomer, Encargada de los Servicios del Interior de la Prisión Provincial
de Mujeres de Santa Clara, en Valencia, indica al Sr. Director de la misma que
Rosario Calvé Navarrete, padece de colitis aguda, según el Médico de este
Establecimiento, resultando del todo imposible estar en esta Prisión por no
reunir condiciones, teniendo que sacarla continuamente para todas sus
necesidades de la celda, y como el Sr. Juez ya nos dijo que si no teníamos
lugar lo expusiéremos, ruego a V.I. gestione lo antes posible el caso”.
Así que a la calle con sus cagaleras
a rastras la cacagüera turolense, sin saber nada de su marido. Con cuatro hijos
pequeños llenos de piojos y hambre malvivió entre los refugios del barrio del
Carmen y los suburbios de la carrera de san Luis, donde comenzaban los
arrozales valencianos. Mientrastanto no le faltaron nuevas entradas y salidas de la
cárcel porque nuevas causas la traían y la llevaban por aquello de la “adhesión
a la rebelión”. Lo que el mismo Serrano Súñer bendijo como “la justicia al
revés”.
Así hasta que en aquellas traídas y
llevadas fue condenada a muerte el 23 de octubre de 1942, en Zaragoza. Porque,
insisto, entre otras muchas cosas “durante
toda la tiranía roja prosiguió su labor de confidente y sus vesánicos deseos de
masacrar la carne de los que sustentaban el principio de amor a la Patria, no reparando
en procedimientos para satisfacer el logro de sus deseos…” según el dislate
de la redacción falangista.
El acta del juicio dice que el
tribunal se reunió a las nueve de la mañana con la presencia de todos los
encausados -ya sólo quedaban doce- se levantó la sesión a las una media para
comer, se reanudó a las cuatro, y a las ocho de la tarde quedó redactada la
sentencia.
Documentos en que aparecen las horas de entrada y salida de la cárcel de la calle Predicadores. AJTMZ.
Hasta en eso miente el llamado tribunal porque
Rosario salió de la cárcel situada en la calle de los Predicadores de Zaragoza
a las dos y media de la tarde y regresó a las siete y media, según acreditan
los documentos que adjunto.
La condena ya estaba redactada. A
los condenados el día veintitrés se les asignó un alférez defensor el día de
antes, veintidós, para que “preparara” la defensa de la ya redactada sentencia
escrita por Félix Solano Costa, hermano de Luis y de Fernando, la saga central de
falangistas que querían y trataron de implantar, como jueces ya empotrados
después y catedrático de la cavernícola Univerdidad de Zaragoza, un Estado
español nazi. He dicho nazi.
El ya entonces capitán general de
Zaragoza, Monasterio, confirmó la sentencia que elevó a las alturas de Su
Excelencia por la gracia de Dios, quien se dio por “enterado”.
En la madrugada del día 29 de
mayo de 1943 un piquete de cinco
soldados desayunados con coñac, obligados por un alférez, apretaron el gatillo
del mosquetón y tumbaron sobre las tapias de Torrero a Rosario y siete más.
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El 29 de mayo de 1943, de madrugada, fueron fusilados Rosario, Ángel, Miguel, Ramón, Saturnino, Vicente, Pedro y Eulalia. |
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19 abr. 2014 - Subido por elmesmi
"Conchita Pueyo (1922-2002). Personalísima cantadora de jota aragonesa que alcanzó justa ...