viernes, 27 de septiembre de 2024

De cuando "Juan sin orejas" se quedó sin las tales.

 




   Por aquellos días los mozos de su quinta, por si ya no volvían nunca, se juntaban en la herrería y con el carbón de la fragua asaban las orejas de los cerdos. Sólo se salvaban las orejas, lo demás iba a parar al barranco Piazo donde los buitres se tiraban como tales a lo suyo y a lo suyo.

         Juan las tenía igual que las de los puercos de su casa, grandes y caídas hacia abajo, como buscando el suelo. Y empezaron a ponérsele coloradas y él decía que de los hielos y de los sabañones y que me pican y me pican. “Pues te las rascas y en paz” le decían los de su quinta.

         Y fue entonces cuando ya en la primavera parece que aún se le caían más y más. Ya los hielos se habían acabado y él venga rasca y rasca y hasta con los primeros calores se las tapaba con la bufanda que le había preparado su madre.

         A mediados de agosto, unos días después que un tal Civera, nombrado comandante militar y aún la guerra no había llegado a El Alcamín porque habíamos echado del pueblo a los civiles, cayó en los papeles un escrito que decía que ya los marranos estaban contagiados y que los metieran en las cortes fuera del pueblo, que contagiaban y contagiaban. Y los de su quinta, cuando andaban calimochos a causa de la sopeta vinagrada, que allí había que meter también a Juan. Que le crecían y le crecían.

         Fue entonces cuando agarró el cuchillo  del capador, el mismo con que el tio Mariano le cortaba las criadillas a los puercos recién cumplidos como decían las mujeres. Para que engordaran y engordaran y no se pusieran furos.

         Y Juan se dio un tajo en cada una. Aún le corría la sangre por la cara sin afeitar y se llegó hasta el porticado de la plaza donde los quintos escupían a la guerra porque iba a llegar a El Alcamín y la siega del año para quién.

         “Aquí las tenéis, ahora nos las asamos como las de los puercos, nos las comemos y en paz”.

         Y desde entonces se quedó para siempre con aquello de “Juan sin orejas”.




jueves, 19 de septiembre de 2024

De nuevo sobre El Tebib Arrumi.


El tebib Arrumi con Franco. foto Campúa.



              

       Mi amigo Pedro Labrador Fuster, generoso como es él, me ha regalado este libro encontrado entre los vendedores domingueros de la plaza de san Bruno. Él sabe de mis intereses siguiendo el rastro, como un perro codornicero, por los restos que dejaron gentes como el de gran hablador y cronista mentiroso como fue


            El Tebib Arrumi (el médico cristiano), seudónimo de Víctor Ruiz Albéniz, abuelo que fue de Alberto Ruiz Gallardón, alcalde Madrid y Ministro de Justicia.

    En 1908, recién terminados sus estudios de medicina en Madrid, marchó como médico a las instalaciones de las minas de hierro del Rif, todavía en construcción, al servicio de la Compañía española de minas del Rif.

    Ejerció poco tiempo como médico y sí más como ejecutivo de los intereses de la empresa. Se convirtió en el reportero bélico de aquel momento al servicio de la ambición de los intereses colonizadores escribiendo para el "Diario Universal" e "Informaciones"

    En 1922 cubrió la guerra hispano-marroquí y se manifestó como defensor de los actos protagonizados en aquellas tierras por Sanjurjo, Millán Astray y los demás militares africanistas.

    Allí conoció a Franco, a quien apoyó desde el primer momento.

    En la guerra civil última española ejerció como cronista oficial desde el mismo estado mayor viviendo muy de cerca los movimientos de Franco. Sus crónicas, siempre escritas desde el mismo cuartel general de Franco, nunca desde la primera línea del frente, contaban lo que interesaba  los servicio de propaganda.

    Miente como un bellaco.

    Traigo aquí una muestra a la que quiere dar hasta textura literaria, referida a la huida de los desertores en la defensa de Teruel en enero de 1938, convertidos en héroes por el propio general Varea y recompensados como héroes de la patria.

    El niño Pepito Vicente, a quien se ensalza en esta narración con el título de "El pequeño héroe de Teruel", nos lo convirtieron en celestial defensor y nos lo metieron en las lecturas literarias de los años cincuenta del siglo pasado en las escuelas.

        Esos eran nuestros textos literarios.







jueves, 12 de septiembre de 2024

Valle de Sollavientos. Ermita de Santa Isabel. Enterramientos

 

Ermita de Santa Isabel, en el Valle de Sollavientos. En esta fachada, la que da al norte, hacia Allepuz, reposan los restos de los soldados enumerados en los documentos adjuntos. foto clementealonsocrespo marzo 2024


              Entre marzo, abril y mayo de 1938 en el alto Alfambra, la sierra de Gúdar y el valle de Sollavientos, entre otros lugares, tuvieron lugar combates entre las fuerzas sublevadas contra la Segunda República española y quienes defendieron la misma.

    La brutalidad de los bombardeos de la legión Condor de la Alemania nazi, la fuerza aérea italiana y la aviación franquista, junto a la que ejercieron los ejércitos republicanos en su retirada, causaron una ingente masacre que sembró de cadáveres estas tierras turolenses hoy tan despobladas.

    Como consecuencia de la intención del gobierno de Franco de llenar con muertos y más muertos el llamado Valle de lo Caídos en 1958 los Ayuntamientos de todos los pueblos españoles fueron obligados a responden el requerimiento del gobierno de España.

        Hubo respuestas variadas. Algunos alcaldes informaron con detalle, algunos otros eludieron la concreción indicando algo así como "no se sabe".

    Aquí dejo una muestra correspondiente a los enterramientos llevados a cabo en el término de Allepuz.

    En la solitaria y hermosa ermita de santa Isabel, en ese valle no menos solitario y hermoso, reposan en su fachada norte, los restos aquí enumerados.

              ¿Para cuándo un encuentro entre gentes interesadas y estudiosas de nuestra Historia inmediata en cualquiera de estos lugares casi sólo habitados en los veranos?


  Es conveniente conocer la Historia y respetarla.

           (los originales de los documentos que se adjuntan están depositados en el AHPTE)








martes, 3 de septiembre de 2024

Siempre repiten lo mismo... y otros lo mismo repiten.

 



Hace un año escribí estas mismas palabras.
Seguimos con más de lo mismo.
Y con más frustración.
Y encima nos llevan otra vez a elecciones.
¿Votar otra vez?
¿A quién?
¿A quiénes?
Señores políticos MANDAOS:
Son ustedes unos
SOBERBIOS ENSOBERBECIDOS.

        


Se vende... pero nadie la quiere. foto cac.





           Labordeta decía, con su somardez de siempre, que en esta tiera turolense lo que había que hacer es la "repoblación vaginal". 

  Sin ella no puede haber "repoblación vecinal".

 Y sin gentes, mujeres y hombres, no puede haber vecinos.

 Y sin trabajo no puede haber repoblación de ningún tipo. 

O le echamos huevos al asunto o aquí no queda ni dios. 

Y la cesta de los huevos  no se llena sin inversiones, sin planificación económica, sin poner dineros para crear puestos de trabajo para la agricultura, para la ganadería, para la industria que utilice los recursos naturales, para ese sol y ese viento que son energía, para la transformación y venta de esos productos agrícolas y ganaderos, para que volvamos a tener niños en las calles y escuelas cuando los días no son sólo de resaca veraniega traida por las gentes que llegaron a dar la tetadica que ya perdieron también en los suburbios urbanos sin sentido.
Orrios, desde San Cristóbal. @ cac.


      
Orrios. Desde el río Alfambra. @ cac.

          Puede que aún sirvan las palabras que traje a estos mismos lugares hace unos meses.  Las vuelvo a poner.



 Pasó el verano.


     Queda el pueblo sólo.


     Hace tres años cerró la escuela.


     No hay niños.


        ¿Recuerdan aquello de quedan los viejos y los barrancos como esqueletos rotos frente a la tarde?


         Sí, Miguel cayó del andamio y parió la del Julián, decía y cantaba Labordeta.



     Y parieron también otras mujeres, dejos de estos lugares, en las áreas suburbanas de Barcelona, de Zaragoza, de Valencia, de Castellón. Parieron ellas y parieron también sus descendientes.


      Y algunas y algunos vuelven por estos parajes unos días de los julios y de los agostos. Buscan las fiestas. Y estas gentes nacidas en los andurriales de las barcelonas, de las valencias, de las zaragozas, de los castellones, juventudes avanzadas entre los veinteañeros y los treinta también años, más o menos buenos, más o menos malos, más o menos regulares estudiantes, más o menos empleados en precario, más o menos engordadores de las listas de parados, se divierten en las fiestas de los pueblos en donde nacieron sus abuelos y aun sus padres, aquellos que no tuvieron más remedio que buscar apagar la pobreza y aún el hambre de sus casas, aquellos que dejaron atrás la boina y las albarcas, aquellas que marcharon a servir como las dichas criadas, en los domicilios pudientes de las barcelonas, de las valencias, de las zaragozas, de los castellones de entonces, cuando llegaron, como hoy, en pateras, desde los mares interiores buscando las costas sin remedio.


            Llegan estos jovenzanos por unos días a las casas algo remozadas por sus padres, las que fueron de sus abuelos, quienes tuvieron la fortuna de tener trabajo cuando entonces.


            Llegan, se divierten y aun se atiborran de alcohol y fumeteo sin remedio y aun dicen que esto es cojonudo, que qué bien me lo paso, que qué harían los pocos que aquí quedan si no fuera por nosotros que organizamos las fiestas, que qué paletos y cuántas casas desvencijadas, que ni piscina tienen, que quién va a venir a vivir aquí si no hay en todo el año más que un bar de mala muerte…


            Y ya en septiembre no quedan sino los viejos y los barrancos, y los regatos arramblados como esqueletos rotos. Y los ríos con las riberas llenas de maleza. Que quienes quedan saben que con unos centenares de cabras y unos cuantos rebaños de ovejas los montes no se quemarían y sin palabras huecas de los politiquillos al uso, algunos arribados y arrivistas, poniendo dinero de quienes pagamos impuestos, que somos los más, invirtiendo en transformar los granos de centeno, de avena, de espelta, de panizo, en piensos industrializados aquí mismo, ayudando a que cobren la P.A.C. (política agraria común) quienes trabajan la tierra y no los terratenientes, incentivando a los profesionales que forman en las escuelas a los niños, a los sanitarios que van de aquí para allá, a las mismas gentes que aún y pese a todo quieren seguir aquí, a los inversores de una industria turística que sólo se puede mantener si quienes acuden a su disfrute tienen trabajo en otros lugares y aún vida por delante.


            Quienes cuando fuimos niños se nos llevaron en los años cincuenta, ya del siglo pasado, a los suburbios de las ciudades, cuando la vivienda era un lujo escaso y compartimos sin saberlo los desvelos en el trabajo día sí y noche también de nuestro padre, las rodillas ensangrentadas de la madre de tanto fregar suelos y las manos quemadas por la lejía, no sabemos qué hacer ya, o yo no sé, salvo querer a esta tierra, hablar de ella, compartirla, levantar una casa y devolverla a la vida.


   … Señores políticos que manejan el cotarro de los dineros de los demás, incentiven a inversores y residentes y déjense de milongas fotográficas alrededor de mesas comilongas.



Orrios. Esqueletos rotos. @ cac.



Cerró la puerta, ató el ronzal, astilló el garrote... y el que venga detrás que arree.   @ cac.



Como en el Poema del Cid: vio puertas abiertas e uços sin candados@ cac.



Una esperanza... la humilde flor del azafrán silvestre. Por El Campillo.  @ cac.



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