El molino de "La Maquila" en Orrios, desde su huerta. |
El molino de “La Maquila”
Aprovecha las aguas conducidas desde el azud de Orrios, las que sirven para regar la vega de Alfambra. Justo allí, donde comienza el regadío. Fue construido a finales del siglo XIX. Se precisó cavar una acequia nueva surgida desde el mismo azud y así se pusieron en regadío algunos bancales de Orrios que formaron la partida que desde entonces se conoce como “Sobre la Zaica”, porque estaban encima de la primitiva acequia que desviaba las aguas que ya regaban desde tiempos remotos la vega de Alfambra, justo desde este azud hasta el de Peralejos, quince quilómetros más abajo.
Se ganaron media docena de bancales para el regadío y además se tomó la pendiente suficiente para que las ruedas del molino cumplieran su oficio. Y hasta se le dotó de un canal externo que alimentaba una dinamo y dio luz eléctrica al molino cuando ni siquiera la tenían en las casas de Orrios. Era el comienzo de una industrialización que luego no se consolidó en estas tierras, que aprovechaba los recursos naturales y sólo producía servicios y beneficios.
Por él, y hasta la década de los sesenta del pasado siglo, llegaban las gentes de Orrios, Alfambra, Escorihuela y hasta de lugares más lejanos para efectuar su maquila. Venían con sus granos en estos tiempos, por la sanmiguelada, cuando los sacaban de sus graneros y se cercaban por hacer la molinada, la conversión en harina del trigo que serviría para el pan de todo el año. Y también algo de cebada, o avena o centeno, que aprovecharía para el pienso de los animales. Se avecinaba el invierno y había que guardar para los malos tiempos.
Más adelante, después de nuestra última guerra civil, mantuvo en sus cuadras una parada de sementales que fueron los padres de los mulos que sirvieron de fuerza de labranza hasta que la llegada de los tractores los dejó en el recuerdo.
Cuando yo era un zagalote llegaba hasta allí con las talegas de grano que abocábamos sobre la tolva y asistía al runrún constante de las ruedas movidas por el agua tumultuosa que luego seguía bullendo en cascada hasta el río. Era el momento también de terminar de recoger el fruto ofrecido por los manzanos de la huerta que rodeaba el molino. Porque el lugar era, y aún es, un oasis que alberga un microclima. Allí, a la vera del molino, los ciruelos, cerezos, perales, membrilleros, azarollos, manzanos y hasta una morera, florecen, maduran y rinden su fruto según va caminando la añada. Y en el huerto, las patatas, judías, bisaltos, habas, cebollas, ajos, tomates, lechugas, borrajas, acelgas, y otras especies llenan, todavía hoy, las necesidades de los propietarios, dos hermanos que viven en Escorihuela, hijos del último molinero que regentó también la parada semental hasta mediados de los pasados sesenta.
Todos los lunes están por allí y mantienen la maquinaria del molino a punto por si un día se decidieran de nuevo a moler, tomando su derecho ancestral al riego, desde que un acuerdo de tiempo moro, anterior a la llegada de brabazones y vascones que vinieron a poblar según Fuero otorgado por Alfonso II a finales del siglo XII, estableció el sistema de riego a cambio de ciertas tierras.
Así, la partida que allí comienza, una estrecha faja de tierra entre la acequia y el río, donde comienza la vega de Alfambra, pasó a formar parte del término de Orrios con derecho a riego todos los lunes de sol a sol. Justo hasta donde se ensancha más el regadío en lo que es la partida de El Palomar ya de Alfambra.
Y es entonces cuando el uso lingüístico comienza a hacer de las suyas. Los estudiosos filólogos le llamarán fonética lingüística y el molino de “La Maquila”, es decir de la molienda y del pago por derecho de la misma, devendrá en “La Maquina” por efecto del uso paroxítono que hace que en estas tierras digamos pajaro y cantaro frente al castellano pájaro o cántaro que nos lleva a la neutralización de máquina con maquina y maquila. Por eso hoy es complicado hacer entender a la gente que el molino de “La Maquila” debe su nombre al uso que se hacía del mismo.
De igual manera debemos explicarle que la partida de tierra que allí mismo comienza y, por la misma razón lingüística, tiene su origen en la “Vega de Alhambra” que devino en el uso de la “Vega Lambra”. Y así también la que hoy se rotula calle “Auces”, en Orrios, ha sido una corrupción lingüística, esta más grave, porque la adoptó hace poco años, por ignorancia, el propio Ayuntamiento, de lo que fue calle de “Los Sauces”, la central de Orrios, por donde discurría una acequia, ahora subterránea, que alimentaba el lavadero público, riega los campos del pueblo y estaba protegida por estos sauces y sargas en donde en mis tiempos de zagal chapoteábamos en los veranos y sufríamos los resbalones con los hielos de los inviernos.
Todo esto hará que se convierta en el territorio literario de “El Alcamín” donde los lugares se inventan en juegos lingüísticos que se nombran, para dificultar al lector, como Benialba, Larroya, Lamaquila, Manzanal o el propio Alcamín.
El molino de "La Maquila" desde el sobradero de aguas. |
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