Era el 23 de abril de 1983. Habíamos presentado la edición de la Obra Completa de su hermano Miguel, en el Teatro del Mercado, en Zaragoza.
José Antonio está en el centro, rodeado por un grupo de amigos.
La semana pasada le remití una carta que le había escrito al comienzo del verano y que el cartero, sin saber por qué, me había devuelto. La había escrito desde las Arcadas de la plaza Capitol, en Toulouse, ciudad de exilios republicanos que él tan bien conocía. Juana, su mujer, se había dicho a través del teléfono que estaba a su lado. No me atreví a hablar con él. Sentí el quiebro de la despedida.
Gracias, amigo, por tu hombría de bien.
Un abrazo fuerte, de los que tú bien sabes.
Clemente.
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