martes, 7 de abril de 2020

Las personas. El Virus.




  
      
        1.-  Ella tiene 87 años. Él 91. Viven solos en su casa. La levantaron dándole al legón y a las ovejas. En un pueblo de Teruel. Sus hijos los visitaban todas las semanas. Dejaban limpia la casa. Los bañaban. Lavabann y cambiaban su ropa. Arreglaban las habitaciones. Les dejaban los estantes y las neveras llenas de alimentos. Programaban la calefacción para que no tuvieran que acarrear leña para la estufa.
     Ahora, desde el primer día del confinamiento, siguen aislados. 
      Suben y bajan las escaleras como pueden. 
     Curan su pierna lastimada y arrastran su hernia maltratada aguantando y tente tieo. 
     Resisten. 
     Rememoran sus años de posguerra.

2.- Él tiene 80 años. Era el hombre más templao y trabajador de todos. Con doce años se quedó sin padre. Era el hermano mayor. Detrás de él tres más. Todos cabían en un capazo.
     En casa un par de mulos algo cansinos, poca tierra, un par de brazos y demasiadas bocas.
      Con el tiempo recogía lo que las añadas malcriaban. No se salvó del servicio militar obligatorio. Valiente en las escaladas casi la palma con su caída por los cinglos.
       Cuando llegó la avalancha del tractor sirvió en la casa del terrateniente de su pueblo. Levantó la hacienda. El asma le asfixiaba cuando descargaba el grano cereal.
        Un día, hace ya treinta años, le dio el achuchón. La vida le dejó arrumbado. Sobre un montón de trigo cayó. Brazos y pierna y boca hecha estragos. Luchó con bravura y trató de recuperar su medio cuerpo muerto.
        Ahora lleva arrimado al calefactor todos estos días de cárcel sin condena. 
         Su mujer, abnegada esposa, le acompaña, lo cuida. lo mima, lo limpia, lo asea, le da de comer.
            Sus hijos ni siquiera pueden ir a verlo.

3.- Ella vivió su niñez y juventud en una masada, entre un barranco pedrero y el río de inquietas avenidas. Era más alegre que uas castañuelas. Lo mismo cuidaba los corderos que cosía una falda o amasaba el pan. Atrapaba los cangrejos en una canasta de mimbre y los echaba en la sartén. Mientras se retorcían preparaba un chocolate tan espeso como la vida que había confinado a su padre, por aquello de ser honrado durante la última guerra civil.
        Estos días no se entera de nada. Está muerta en vida atrapada por un alzeimer sin sentido. Es un espectro a quien cuida con delicado esmero una mujer enjuta que dejó a su gente rumana en un lugar abandonado en la pobreza.

4.- 
    En una isla del Caribe. Trece personas. Sólo cuatro son mayores de edad. Los demás entre adolescentes y niños de teta. Sólo dos tenían trabajo. Ahora se acabó. Hoteles y negocios se han ido a la mierda. Ni paro ni nada. Hace un par de años se acumulaban entre tablas y bidones de gasolina desdoblados. Habían conseguido una casa con tres habitaciones. Ahora no pueden pagar el alquiler. 
      Les quedará la calle y el hambre.
     Los colmados están pelaos. Ni tienen productos ni podrían comprarlos. 
      La tensión aumenta. Los tigres, apostados entre los montones de basuras, deambulan al acecho.
       Esto explotará.
       En las cárceles el bicho está haciendo estragos.  Ha entrado al asalto y deja muertos en las celdas.
       Sin trabajo. Sin recursos. Sin casa.
       Las tormentas tropicales, convertidas en ciclones, arrasarán cuanto encuentren a su paso.

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Aguante.
 Resiste.
 Sigue en tu casa, tú que tienes.



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