lunes, 18 de enero de 2021

Orrios. Horno de pan cocer.

 

 


 

             Por treinta panes uno de poya. Era el jornal del hornero. No le faltaba pan. De lo demás, todo.

 La tarde anterior la abuela me mandaba traer la levadura. Una vez la guardaba una, la otra la siguiente. Las dos vecinas. La tia Coja, Mariacruz o Taraya. Así le decían. La mía, Novata. Vecinas. Menuda pareja. De la misma edad año arriba o abajo. Un perol con la levadura. Resto guardado en la última masada. Fermento necesario para conseguir el pan. Con los primeros hielos de enero el par de sacas de harina estaban llenas. La molinada se había hecho antes de la Navidad. Dos sacas bien llenas. Otras ocho de granzas en forma de salvado con las cascarillas del trigo. Para el verbacho de los puercos recién nacidos. Como biberón de engorde.

            El pan. El zagal le pedía el perol rebosado de levadura. La tia Taraya se lo daba. La abuela al anochecer, cuando comenzaba la helada, abría la artesa. Empezaba a eñir. Poco a poco sus dedos sarmentosos engarzaban la masa. Bien cernida la harina. Olor sabroso mientras aumenta el volumen. Luego reposo en la artesa. Ya en la madrugada a la abuela no le quedaban fuerzas en su brazo astillado para batir la masa. Y que si mecagüental y mecagüenlotro del hijo a quien le toca levantarse para batir con fuerza y con aire. Y otra vez el reposo de la masa. Tiempo lento del temple fermentado. Cubierta la masa con el mandil bien limpio. Como de un niño abrigado. Bien tapada la masa en la canasta.

Camino del horno. Con el carretillo. Abuela y nieto. Pisando los charcos crujientes ya helados marcados por las ruedas de los carros. Ocho o diez mujeres en el horn. Cada una a lo suyo. Hablando en los silencios de sus voces. Lo que se habla en el horno allí se queda. Razón de vida. Hasta en los papeles está escrito. Troceando la masa con golpe seco. Marcando la hogaza con la señal de cada una. Pellizco aquí o al otro lado. Peineta trenzada en la misma masa. Ya en la pala hornera. Y venga otra que el fuego están en su punto. El hornero se mueve. Abre y cierra la puerta de hierro. Reluce la lumbre. Calientan las brasas. Se cuece el pan. Van saliendo los panes. Los bate el hornero con su pala. Cada mujer recoge los suyos. La poya, un pan de cada treinta, para el hornero. Lo no le falta pan. Pero a él y a sus hijos, siempre muchos, les falta de todo.

            Diez o doce días después, de nuevo y otra vez. Antes, cuando el pan blando, el zagal se chupa los dedos mojándolo en el huevo frito por la misma abuela. Luego, en las tardes, bocao de pan ya más duro y puñao de olivas. Cuando la hogaza se hace tasturra chorritada de vino y algo de azúcar. En las mañanas perol de sopas. Raspadura de pan, un ajo picao, agua hirviendo y a la escuela. Cepurro ardiendo para calentar la estufa. De vez en cuando migas. Vueltas y revueltas en la sartén con raserada de grasa del último matapuerco, sobre las trébedes, traudes dicen.

            El pan que no falte. El hornero siempre tenía. De lo demás, nada.

 


 

           


Año 1829. Orriendo. Arriendo del horno. A.M.O.


Orrios, 1.829

A.M.O.

Transcripción de Clemente Alonso Crespo.-

 

 

 

 

                                               Arriendo del horno

 

                                                    Cartel

 

 

  El Horno de esta Villa de arrienda con los pactos y condiciones siguientes: Primeramente es pacto: Que el horno se arrienda por tiempo de tres años, que darán principio en primero Abril, de este presente año, y finará su arriendo en mes Abril año 1831.

            Item es pacto: Que será de cuenta del arrendador el palearse el horno, cuyo arriendo del citado horno se pagará en tres plazos, que se contarán el primer plazo el día de Santa Cruz de Mayo. El segundo plazo a San Miguel, y el tercer a la Natividad del corriente año de 1829. Es pacto que la postura por año es de treinta pesos y se pagará como ha sido costumbre al arriendo del horno, de treinta panes uno, esto es de poya. Item es pacto que si por culpa del arrendador, o bien sea por descuido del mismo, sucede alguna vez que el pan es picado, será de su cuenta el pagar todo el perjuicio en que resultase que deberá dar fianza a satisfacción del Ayuntamiento.

 

            Quedó rematado este arriendo en el postor más ventajoso que lo fue José Montón mayor, en cantidad de treinta pesos y se constituyen fiantes de dicho arriendo a Gaspar Mateo labrador y vecino de esta Villa y  que se obligó con su persona y bienes muebles y sitios habidos y por haber y lo firmara el que supo, y por del que no lo firmó yo el Secretario.

 

      Orrios 14 de Marzo de 1829

 

 

            Josef Martin firmó por Sebastián García y José Montón  fianzas que dijeron no saber escribir.

 

 Por mandato de dichos ss. Y por los habitantes?   Ángel Abad

 

                                       Pablo Gil   Alcalde.

 

 


La abuela y sus manos sarmentosas.

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