lunes, 27 de julio de 2015

Alfambra. Chopo cabecero monumental, tronzado y quemado.





                                                   Para Chabier de Jaime, estudioso y defensor del chopo cabecero.



En enero de 2012 acompañé a Chabier de Jaime durante una mañana mientras realizaba el camino parejo al río entre las localidades de Orrios y Alfambra. Estaba localizando y estudiando los chopos cabeceros situados en la ribera del río Alfambra. Su trabajo, espléndido, de dimensiones gigantescas, abarcaba el estudio completo y complejo de los chopos cabeceros, también llamados camochos,  situados en las riberas de los ríos turolenses. Los medía y los situaba sobre las coordenadas  oportunas para, más tarde, realizar un estudio completo de cara a su descomunal tesis doctoral que ignoro si ha publicado completa o sintetizada.
   Era entonces una mañana de enero del año 2012.    Y nos hicimos esta fotografía como muestra de las dimensiones de este chopo situado, repito, entre Orrios y Alfambra, en el término municipal de este último.
Enero 2012 Término municipal de Alfambra.. El chopo estaba vivo.

   A comienzos de este verano de 2015 pasé de nuevo por este camino, tantas veces transitado, y encontré este mismo chopo tronzado y quemado como puede observarse en las fotografías que adjunto. Ya un tiempo atrás trataron de quemarlo y el gigantesco chopo, como buen mozo erguido, se negó a la condena de la inquisición funeraria.
   El camino traza allí una curva sobre una acequia de riego y no veo, por los restos de piedras de alrededor, que la causa fuese la interrupción del caudal de agua. Incluso se hubiera podido enderezar el camino sin tocar el chopo.
  ¿A quién molestaba? ¿Qué perjuicios causaba? ¿Daba sombra a los cultivos de los bancales cercanos? ¿Por qué no se practicó un año y otro la escamonda? ¿Por qué lo intentaron quemar unos años antes y se negó a arder?
   Si causaba perjuicios al dueño del sembrado ahora perjudica más. Ahí está tumbado, chamuscado, recostado sobre el trigo, ocupando más espacio que antes de su tala.
   Un árbol monumental menos.
   ¿Fue necesaria su destrucción? ¿Es ignorancia tan sólo o es la sangre cainita de la que hablaba Don Antonio Machado?

 
Junio 2015. El copo quemado. @cac

Junio 2015. El chopo tronzado y quemado. @cac

Junio 2015. El chopo quemado, muerto. @cac



Junio 2015. El chopo quemado y varado sobre el bancal. @cac

viernes, 17 de julio de 2015

Era más que Dios


Foto de Guadalupe Ferrández Sancho.
Andorra (Teruel) recibe a Franco en 1953







   Pues sí. Franco en aquel inicio del verano de 1953 era más que Dios. Franco era Franco y Sanseacabó.
   Esta fotografía aparecida en “Fotos antiguas de Aragón” que ha servido como motivo para el artículo de Joaquín Carbonell trae a mi memoria justo aquel inicio del tórrido verano del 53.
  Aquel verano comenzó con el final del curso escolar. Tenía yo entonces siete años. Hoy los recuerdos son pocos. Conservo tres fogonazos tan sólo.
  En el primero me veo buscando palos entre las ramas de los chopos en la riera. Los más pequeños ni siquiera sabíamos cortarlos. Otros zagales  habían conseguido hasta que el carpintero les alijara uno bien recto. Habíamos estado días y días pegando papeles “royos y amarillos”, decíamos. El maestro nos machacaba con que tuviéramos cuidado que aquellos papeles eran de seda y que formaban la bandera “roja y gualda”. Y nosotros veíamos tres colores y eran “el royo, el amarillo y el royo”. Y el gualda aquel nos recordaba sólo a una hierba que llamábamos mielga y que tenía un olor tan desagradable como su nombre. Pero andábamos revueltos todo el día y no pensábamos más que en nuestras banderas y en aquel nombre que sonaba “Franco, Franco, Franco Arriba España” cuando terminábamos de cantar aquel “Cara al sol” de todos los días tras la jornada de la escuela.
  En el segundo estoy tumbado sobre un ribazo entre dos bancales en barbecho. Llevamos ya no sé cuánto tiempo y por aquí no pasa nadie. No sé a qué hora hemos salido del pueblo. Desde este cruce con la carretera de Teruel a Alcañiz tenemos tres quilómetros hasta el pueblo. No sé cómo hemos venido, supongo que andando porque no recuerdo ningún mulo. Hemos subido por la senda iniciada en el molino de la maquila por hacer más corto el camino. La gente mayor también se impacienta y los de la camisa azul con el escudo arañado de trazos rojos dicen que ya llegará, que seguro que viene, que el Caudillo tiene muchas cosas que hacer y que pasará, seguro que pasará. Un par de hombres han sujetado mejor las vigas de chopo hincadas verticales en las cunetas para que aguanten mejor la enramada que enmarca entre colores, otra vez royos y amarillos, las letras bien grandes escritas en el centro que dicen “Franco, Franco, Franco Arriba España”. Es el arco, el arco de triunfo pienso ahora, del que nos ha hablado un día y otro el señor maestro en la escuela y del que han repetido en casa, una y otra vez, que si bien grande, que las mejores vigas, que otro día perdido, que si tenemos que regar, que Franco va a inaugurar no sé qué, que tendremos mejor luz con la central que se pondrá en marcha en Aliaga, que si no sé qué más y que dale y venga.
  El tercero es un fogonado centelleante. Alguien grita desde  el puente de Las Canales por el que nunca llegó a circular el ferrocarril hasta Alcañiz, que ya vienen los motoristas, que preparados, que ya está aquí, que viene, que viene.  Y al grito me levanto del suelo, achicharrado ya por sol del mediodía, con ganas de echar un trago del tonel en el que ya no queda ni gota. Echo a correr y cuando llego hasta el arco de triunfo alguien dice que es él, que va ahí dentro, que lo ha visto, que ha levantado la mano. Yo sólo acierto a ver un coche negro, como una cucaracha gigante, que se escabulle y desaparece ya camino hacia Perales, por una carretera que estos días ha ido parcheando con zahorra recogida con los cestos mimbreros  el caminero, quien ahora se pone otra vez la gorra y levanta un tanto los hombros sin decir nada ni qué. Tan sólo les ha dado tiempo a las mujeres enlutadas, a los hombres con sus chaquetas de pana y a los vestidos con su camisa azul violado, a levantar el brazo a la manera de las legiones romanas y a gritar aquel “Franco, Franco, Franco Arriba España” que tan sólo las gentes desplazadas desde Orrios hemos oído.
   Con el tiempo sabré que esto mismo se ha repetido a lo largo de todo el camino hasta Andorra o hasta Belchite o hasta Alcañiz, que no sé adónde iba el invicto caudillo. Los de Tortajada, Villalba Baja, Cuevas Labradas, Peralejos, Alfambra, Orrios, Perales, Cañada Vellida, Fuentes Calientes, Galve, los pueblos de la Val de Jarque, los de El Esquinazo, los de San Just, los mineros de Montalbán y Utrillas… todos, todos han salido hasta la carretera bacheada y parcheada ahora por la zahorra encestada de los peones camineros, y todos se han quedado con el brazo alzado con retraso mirando cómo la cucaracha rodante se marcha sin decir ni mú.
   El artículo de Joaquín Carbonell me lo ha recordado. ¿Qué vino a hacer por aquí el invicto Caudillo? ¿Aquello de las Regiones devastadas? ¿La Central térmica de Andorra? ¿El Belchite reconstruido sin alma con el cuerpo y el alma esforzados de los esclavizados presos? ¿La Central térmica de Aliaga que estos días he enseñado a mis nietos que empiezan a entender la Historia que a mí nunca me explicaron?


 
Central térmica de Aliaga, julio de 2015. @cac.

Mis nietos mayores delante de la térmica desmantelada de Aliaga. julio 2015.


Franco llega a las minas de Andorra en 1953. En aquellos turbios años de la posguerra todo se celebraba con el ondear de banderitas de papel de seda.
Todos los hombres de la comarca tuvieron que acudir a recibir con entusiasmo a Franco - Foto: ALEJANDRO MERLETI.
http://www.elperiodicodearagon.com/…/banderitas-seda_873871…

jueves, 2 de julio de 2015

Cuando vuelva de la siega, asómate a la ventana.


 


 
 






Imperio Argentina - Nobleza baturra - 1 - YouTube

www.youtube.com/watch?v=EKqWSNQrWyY
Mar 26, 2010 - Uploaded by CantaRoable
Imperio Argentina - Nobleza baturra - 1. CantaRoable ... Que hermosura de escena de NOBLEZ BATURRA ...


    Cuando vuelva de la siega
asómate a la ventana
que a un segador no le importa
que le dé el sol cara a cara.

     Estos días, con la bochornera sobre la espalda, ha acudido a mi memoria la copla cantada por Imperio Argentina, reflejada en las imágenes retratadas por Enrique Gaertrer en la película que se llamó “Nobleza baturra”.
     Nunca me he creído aquello de nobleza y menos aún lo de baturra. El título debió responder a intereses de los topicazos de siempre entre unas y otras gentes de la geografía hispana.
    Sí he creído siempre, y aún creo, en el esfuerzo de las gentes apegadas a la tierra como medio para ganarse el pan generado por esas espigas que ondulan en las primeras tomas de la película. Esas gentes de la tierra adentro, aragoneses de la tierra seca, que han estado un día y otro mirando al cielo esperando la lluvia y temiendo el pedrisco, esas gentes, digo, por fin, por estas fechas de los comienzos de las calorinas sofocantes, echan a segar en el inicio de la recogida de la mies.
   Esas imágenes, hoy, para los descendientes de esos campesinos, no tienen más sentido que el de un tiempo pasado, desconocido. Hoy, esos mismos campos, igual de resequidos que antaño, igual de feraces o empobrecidos que entonces, son cosechados en un santiamén.
  No estoy aquí para decir que todo tiempo pasado fue mejor, ni para llenarme de nostalgia irredenta. El campesino de entonces trabajaba con lo que tenía  a mano, con los utensilios de que disponía. Lo mismo que hacen los de ahora. Si a aquel le sirvieron, éste los necesita de igual manera.
  No estaría mal que el de ahora (el de entonces ya no está) conociera esas imágenes mientras dentro de su cabina en la parte alta de la cosechadora, con aire acondicionado, ordenador a bordo y gepeese que le traza las coordenadas remitidas a quien le traerá el depósito lleno de gasolina, no estaría mal digo, que además de acabar la jornada dolorido, hambriento y sediento, llevara en su retina esas imágenes que resumen su propia historia.
 No hablo de nostalgia, hablo de vida, de esfuerzo, del trabajo de entonces, ni más ni menos como el de ahora, que aquí ni Dios regala nada y menos con la que nos sigue cayendo un día y otro con estas gentes que  hicieron hipotecarse hasta ahogarse a veces, a esos que conducen esa cosechadora, ese tractor, ese remolque a medio llenar que hará imposible el pago de capital aumentado por los intereses que esos Bancos de la bancarrota les han concedido.
 Si ahora tienen dificultades dinerarias, entonces no las tuvieron menos. Y en donde hoy son maquinarias de diseño industrial entonces fueron herramientas añejas cuyos nombres debiéramos conocer y que podemos observar en esas imágenes que se deslizan como el trillo tirado por los mulos arreados por la mano y la voz de Imperio Argentina.
   Con el verbo “cosechar” el campesino de hoy tiene el ciclo de la añada. El campesino de entonces necesitaba unos cuantos más. Tenía que segar con hoz, dallar, engavillar, atar los haces llamados fajos antaño, atrenalarlos en el bancal, cargarlos en el carro, hacinarlos en la era, tender la parva, trillarla dando vueltas y vueltas, tornearla, barrastrarla, aventarla y porgar los granos. Todo eso es hoy “cosechar”.
  Mientras el campesino de hoy cosecha oyendo una emisora de radio o escuchando en la play la grabación de su disjoky preferido, el de entonces sacudía la modorra de la chicharrina sobre el trillo marcando el compás con el palo de la zurriaga y cantaba aquello de
                 El que quiera trillar bien
                 que vaya siempre corriendo
                 a los altos y a los bajos,
                 a las orillas y al medio.
                 
            
                                                           
 Y ambos dos acababan la jornada doloridos y contentos pensando en que mañana tengo que levantarme temprano para engrasar los engranajes de la máquina, o en que tengo que preparar el pienso en los pesebres de la cuadra porque los mulos acaban cansinos de tanto dale y venga un día sí y otro también.
 Y ambos dos se acuesten derringados por la máquina o molidos como la misma parva y piensen, cada uno a su manera, en la vieja jota cantada en la siega o en la trilla, aquella que dice
           Por la mañana rocío,
           a medio día calor,
           por la tarde los mosquitos,
           no quiero ser labrador.


  Los tiempos han traído nuevas maneras para extraer de la tierra los frutos que no se dan sin esfuerzo, sino con tesón, sin topicazos baturros. Los tiempos son distintos. Tan distintos que es necesario conocerlos, saber que la tierra es la misma, que las gentes son iguales que siempre, que habitan en estas extensiones de pegujales sementeros muchas menos persona que entonces, que se tuvieron que ir hacia ciudades donde ya la vida se ha puesto aún más difícil que aquí, que lo hicieron por ser labradores sin tierra y que la poca que tenían la malvendieron, que ahora quisieran tener un terruño y la casa de un su abuelo que perdiera una batalla, que el que cosecha encima de la máquina o espera a la sombra del remolque quisiera encontrar una moza como encontró su abuelo a su abuela, que trabaja y trabaja y se mueve con su coche de un lugar a otro, que hasta se acerca unos días a las fiestas, playeras o no, de aquí y de allá, que sabe que faltan gentes, que este año ha sido el primero que se ha cerrado la escuela, que hace veinte años que no ha nacido nadie aquí, que todo el mundo tiene más conocimientos de las herramientas con que trabaja, que en el pueblo casi todos son viejos que se van muriendo poco a poco y que para cuidarlos han tenido que venir gentes de otras tierras lejanas, más lejanas de las que se fueron sus familiares y que convendría que conocieran unos y otros una recia jota que también cantaban sobre el trillo sus ancestros al ritmo cansino y sin pausa de los mulos
                    Si mi madre fuera mora
                      y yo nacido en Argel,
                      renegara de Mahoma
                      sólo por volverte a ver.
Buscando la esperanza. @cac.