miércoles, 12 de mayo de 2021

Teruel. 1938. De cuándo y cómo el niño Pepito Vicente fue convertido en héroe nacional.

 

 

El libro encontrado, leido hace muchos años. Madrid. 1940

 

Lo que leíamos en la escuela cuando ya sabíamos realizar las cuatro reglas. Teruel era Pepito Vicente. Nosotros con una rebanada de pan sazonada con vino teníamos bastante. Si llevaba azúcar mejor que mejor. (El texto pertenece a "Viajando por España")

    Lo encontré en un rincón de la biblioteca en que han ido a parar algunos de los libros hoy desperdigados que se han ido acumulando a lo largo del tiempo.

            No recuerdo cuando lo adquirí ni en dónde. Es posible que fuera en mis tiempos madrileños por la cuesta de Moyano, o en alguna de las librerías de viejo en Valencia, junto a la plaza Redonda, al lado de la iglesia de santa Catalina, o la plaza de Lope de Vega, o quizás en las de alrededor de la calle de las Comedias, junto a la vieja Universidad literaria en el claustro presidido por aquel Luis Vives que dio nombre a la editorial de los textos preparados por el maestro Blecua.

        Tan sólo recuerdo que lo leí hace muchos años, cuando ya en la escuela de Orrios había aprendido las cuatro reglas y entonces los que ya se acercaban a los catorce años y estaban a punto de abandonar aquellos pupitres nos iniciaban a los más pequeños en los problemas de las áreas convertidas en metros cuadrados, y las arrobas y  libras  pasaban a ser quilos mientras mi abuela aún se manejaba con la romana de toda la vida. Y quizás fuese ella quien guardara aquel texto escondido en el arca donde encontré algún catón devorado por los ratones.

            No lo sé. No lo recuerdo. Pero sí tengo aún muy presente el texto que, también sin saber cómo, lo recordaba de memoria. Anda que no nos habían dado la lata con aquel Pepito Vicente. Con el tiempo descubrí la falsedad de su historia, la mentira con que convirtieron los hechos de aquel invierno de hace más de ochenta años. Y recordé el momento en que mi amigo Filiberto, quien en sus tiempos fue fraile franciscano, me habló del torzón que causó la muerte de aquel también franciscano glotón que fue Gil Sendra, autor deeste panfleto cuya primera página pongo a continuación.

 

Este es el panfleto que publicó el ínclito padre franciscano Gil Sendra, origen de la elevación a mito del niño Pepito Vicente.

 


Este fue el libro que inició el falsario mito del niño Pepito Vicente que apareció en las lecturas escolares en donde aparecen fotografías del mismo vestido con el uniforme de los flechas falangistas que le tomó el propio padre Gil Sendra, como se hacía llamar.

 

Aquí tienen la imagen del flecha falangista del niño Pepito Vicente, vistiendo como tal. Junto a su figura el texto de Gil Sendra. Ambas en su "El cerco de Teruel". Si los lectores amplian la fotografía lo leerán mejor.

 

            Gil Sendra, franciscano en el convento de Teruel, alférez de las milicias requetés, combatiente de balas y palabras en los edificios de la Comandancia dirigida por el coronel Rey D´Harcourt, glotón de bebidas y dulces en los momentos de la hambruna entre los edificios destruidos de Teruel, predicador del dogma ad maiorem gloria de vete tú a saber qué, desertor evadido de la defensa de Teruel cuando se dio cuenta de que si aceptaba las condiciones pactadas por su coronel, con el fin de salvar las vidas de quienes quedaban, podía acarrear responsabilidades graves por sus acciones anteriores sobre la población turolense durante todo aquel mil novecientos treinta y siete, admirador de los infames discursos incendiarios del Queipo de Llano, lameculos del general Varela y gustoso sometido ante el ínclito Caudillo de la salvación nacional con la cruz y la espada, condecorado por la mentira que urdieron para convertir en héroes a quienes no fueron más que aterrorizados y pusilánimes personajes llenos de miedos, como cualquier hijo de vecino cuando las balas, además de silbar, matan y las bombas, además de explotar, destruyen edificios y vidas.

            Y si faltaba algo  el estudioso, investigador y creador de alguna que otra historia literaria piensa, con los datos, informes y fotografías que tiene a mano, confeccionadas por el propio Gil Serna, piensa digo, si no se adivina algún rasgo de acercamiento malsano entre un fraile reprimido y un adolescente huérfano a quien echar mano sobre sus hombros por aquello de “pobrecico mío”.

 

El franciscano Gil Sendra uniformado y con la insignia de alférez posa su mano sobre el hombro de Pepito Vicente, quien, con el ceño fruncido, posa para el fotógrafo junto a su tío. Ya en Teruel cuando los ejércitos han terminado su labor de destrucción y sigue el calvario de la población.

 

            Con todo este bagaje y aún más volví a releer el texto de mi infancia y recordé otros libros de “viajes por España” en los que nos exaltaban las virtudes de héroes fabricados por una propaganda franquista que, con el tiempo, fuimos rechazando y sufriendo cuando, como docentes, los íbamos sustituyendo por obras que bien podrían leer y pensar estos jovenzanos y aún adultos con cerebros de gónadas franquistas, fascistas y aun nazis, o simplemente descerebrados, que aporrean los cielos con sus gritos en las noches actuales mientras gritan “libertad” y piensan que este virus asesino actual no va con ellos porque llevan en la camisa aquel “detente bala” de hace más de ochenta años que rebotaba en su pecho y en realidad los mataba.

 

El franciscano Gil Sendra lleno de medallas tras la guerra civil.


 






 

       
       Si quieren conocer la realidad de los hechos pueden abrir esta dirección que sigue.

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