Golpeado en las entrañas por la tragedia que sufren las gentes hermanas de los lugares de Valencia me refugio, con dolor, en los versos de César Vallejo.
Ya sé que no sirve de nada porque nada volverá a ser como fue.
Los heraldos negros |
| Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! | | | | Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, | | | | la resaca de todo lo sufrido | | | | se empozara en el alma... Yo no sé! | | |
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| Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras | | | | en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. | | | | Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; | | | | o los heraldos negros que nos manda la Muerte. | | |
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| Son las caídas hondas de los Cristos del alma, | | | | de alguna fe adorable que el Destino blasfema. | | | | Esos golpes sangrientos son las crepitaciones | | | | de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. | | |
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| Y el hombre... Pobre...pobre! Vuelve los ojos, como | | | | cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; | | | | vuelve los ojos locos, y todo lo vivido | | | | se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
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| Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! | | |
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