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Santos, Joaquín, Maximiano y Clemente. Alfambra 2011.@cac. |
Lo recuerdo recién misacantano hacia mil novecientos sesenta. En pleno agosto. Vestido con sotana, con su estilizada figura y con las mismas gafas. Sólo el pelo, ya canoso, indica el paso del tiempo. Él acudía unos días a casa de sus padres y se acercaba hasta la era donde estábamos trillando. En ocasiones le vi aventando la parva, tirando la horca hacia lo alto a la espera que el viento separara el trigo de la paja. Él estaba en la era de su padre, el tio Joaquín el Pitico, y yo andaba por la de mi abuelo, el tio Nicolás el Cachaza. Las dos juntas, a la salida de Alfambra, cerca de la casilla de camineros, ya en el camino de la Retuerta. La gente ya hablaba de él, y que si era muy espabilao, que había salido a su padre, como todos sus hermanos, que por eso era “pitico”.
Pasaron muchos años. Hace tres o cuatro me encontré con él y su hermano Saúl, misionero en la India. Volvían por el camino de la Orden protegidos del sol con un sombrero Panamá. Yo había atravesado el río por la Vega de los Frailes, por hacer los mismos caminos marcados por la historia de la Encomienda que fue sanjuanista. Y allí, en el porticado de la ermita de San Juan, hablamos de nuestra vida pasada. Le dije de aquel agosto, y de la era, de mi abuelo y de su padre.
Estos últimos años, cuando él era nuncio en Eslovenia, mantuvimos correspondencia, siempre relativa a aspectos de la historia de Alfambra que él tan bien conoce.
Cuando lo nombraron arcipreste de Santa María la Mayor me transporté de nuevo a aquella hermosa basílica enclavada en una amplia esplanada, cercana a la muralla romana. El templo me parece más interesante que el mismo San Pedro. Hace unos años estuve allí teniendo como cicerone a uno de mis hijos que conoce bien la historia de Roma. Desde aquel templo caminábamos hacia la colina del Quirinal y luego descendíamos por la escalinata hasta la plaza de España y nos llegábamos al Vaticano.
Sé que el ahora cardenal ha hecho muchas veces ese mismo recorrido, tan discreto comparado con los viajes y viajes que ha tenido que hacer por todo el mundo como diplomático.
Ahora va a ser investido como cardenal el próximo día dieciocho de febrero. Lo traigo aquí como alfambrino, como hombre de a pie nacido en este su pueblo en donde quedará, ya como personaje, para la historia del lugar.
Es difícil acceder a la curia cardenalicia, es difícil entender las altas esferas del Vaticano, es difícil comprender por qué la institución eclesiástica está tan lejos de la realidad social concreta de tantos millones de personas, pero es muy fácil acceder y poder dialogar con quien en Alfambra es conocido tan sólo como Santos.
Otro agosto, el del año pasado de dos mil once, nos llenamos juntos las manos de tierra húmeda cuando excavamos una de las expoliadas capillas de la iglesia de Alfambra. Juntos compusimos el escudo pétreo de una de las familias asentadas en este pueblo, la de los Sánchez Muñoz, y juntos recordamos momentos de historia de este lugar de tierra roja nombrada Alfambra por nuestros antepasados.
Con mis mejores deseos para el Cardenal Santos Abril Castelló traigo aquí la fotografía de un Santos tan enfarinado por el trabajo como los demás. Tan enfarinado ahora como antaño estuvo lleno del tamo en la era de su padre, el tio Joaquín el Pitico.
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Cardenal Santos Abril Castelló. |