jueves, 2 de febrero de 2012

Fulleros y crápulas. Crápulas y fulleros.

 

        Viajo a Valencia. Visita a hospital. Familiar enfermo. Otra vez viajo. Voy y vengo. Frío. Sopla el viento.    Entre Zaragoza y Valencia el largo páramo. Los trigos casi no verdean. Tan sólo hace quince días una nevada. El verano fue seco, el otoño ni te cuento, el invierno ha llegado con hielo, viento y sin lluvia. La cosecha pinta mal.
    En Valencia luce el sol. La temperatura es benigna. La huerta de Alboraya recoge los frutos del invierno: alcachofas, cebollas, lechugas, coles. Por Sagunto y más allá los naranjos aún relucen verdes y rojos. En el Parterre de Valencia la estatua ecuestre de Jaime I siguió como mudo testigo los testimonios del juicio al que fue presidente de la Generalitat. Un jurado de conciudadanos le declaró “no culpable”. Otros conciudadanos recuerdan y recuerdan. Que si he pagado los trajes, que si faltan tan sólo un par de escalones, que si me dejó doscientos euros mi escolta, que soy el que más votos ha sacado de siempre, que si amiguito del alma, que si te quiero un huevo, que a ver si me nombra consejero, que si tráeme caviar que me apetece, que si un reloj superguay, que si te quiero un huevo.
    En otros sitios: los ERE de Andalucía, Marbella, Gilygilygilygil de rositas, La Muela en Zaragoza, el Pocero, la ciudad de la cultura de Santiago, Fraga dixit. Y ahora otra vez dale y venga con “Educación para Ciudadanía”. Dale que te pego otra vez. Y urdangarines monárquicos o republicanos. Y venga y venga. Y mientras tanto cinco millones de parados. Qué hicieron en la escuela los jurados de alrededor de treinta y cinco años que redactaron la sentencia a Camps llenas de incorreciones y faltas de ortografía.

         Fulleros, todos más pinchos que un ocho. Vaya espiga trajeada la de quienes ellos mismos llamaban “el curita” y su acólito “el monaguillo”. Vaya cuello de camisa y corbata sobre la nuez. Antes tuvimos la foto de El Escorial con Correa y su ex, o lo que sea. Gran corrida sobre las piedras escurialenses. Luego los hijos se fotografiaron en seiscientos en otra boda más campera, pero con casta. Crápulas. Fulleros crápulas.
    Paseo por las calles céntricas de Valencia, la ciudad en la que viví veinticinco años. Niñez y adolescencia allí. Bachillerato y primeros curso universitarios. Formación básica necesaria. Y familia. Acogedora ciudad no exenta de llamativos monumentos calatravos en lo que fue desembocadura del Turia antaño desbordado, sobre el cauce que se quiso convertir en rascacielos, hoy, menos mal, jardín, lugar de paseo y de encuentro ciudadano. Caminando por este cauce recuerdo los pelotazos y pelotazos de esta costa española, desde Gerona hasta Cádiz. Maltratada, machacada, esquilmada. Ya sin remedio. Aquí el más tonto, es decir, el más sin escrúpulos, creó una inmobiliaria y especuló y especuló. Luego llegó la “culada” y el “espéculo” se hizo añicos.
    Nos creímos nuevos ricos y derrochamos el dinero que era de los ciudadanos, de quienes pagan los impuestos. Los Fabra y compañía crean sus negocios, evaden impuestos, manejan los dineros públicos y encima les toca la lotería, no este año sino casi todos, que para eso son adivinos y saben dónde comprarla. Y la lotería es la lotería, no paga impuestos.
           Los pasillos del hospital están llenos de llamadas de los sindicatos, sábanas pancarteras señalan los recortes en la sanidad, en la educación. Pero aquí se impartió clase de Educación para la Ciudadanía en Inglés. Digámoslo como lo dice la gente de a pie: “para joder la marrana”. Seguirá siendo una faca esgrimida una y otra vez. Todo viene de aquel acuerdo firmado en enero de 1979 entre España y el Vaticano. Mientras dure aquel acuerdo no hay cáscaras. Así es “lo diga Agamenón o su porquero”.
    ¿Qué hemos hecho con este país? ¿Qué le han hecho a este país? ¿Qué nos han hecho a los ciudadanos de este país llamado España?
    Los camps y rickis de rositas, los gilygilygil al sol de Marbella, en La Muela los dineros se los ha llevado la fuerza imparable de los molinos de viento, los urdangarines son trompetas reales, los garzones al banquillo.
    Regreso a Zaragoza. Sopla el cierzo. Los parados se quedan desafiando a la nada. Las mujeres con hiyab me esperan para aprender español, en el comedor social las mesas las tenemos llenas, los archivos me hablan en su reposado silencio.

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