lunes, 29 de junio de 2020

Exploradores después del confinamiento.



Los exploradores ante los palomares. foto CAC.




              Los exploradores llevaban tres meses confinados. Sin salir de casa. Entre pantallas de televisión y deberes escolares también empantallados. Hartos de tener la casa revuelta con juguetes por aquí, por allá y en todos los rincones. Nerviosos en su encierro obligado, mantenido a raya por sus padres por aquello del respeto a quienes saben.
            Por eso cuando llegamos a la casa de todos, tomaron sin pausa los pequeños picos guardados del año anterior, cuando la busca de las piritas incrustadas en las piedras del barranco Galindo.
        No hubo pausa. Echaron a correr por la cuesta del camino de la piedra picada y ya todo eran minerales y fósiles de todo tipo cuando no eran más que piedras rodadas en el arrastre de las patas de las ovejas de Benedicto, el único del pueblo que estuvo libre todos y cada uno de los días de este confinamiento, que por algo es el único pastor que queda por estos pagos del barranco del río en el camino hacia los Pelarchos.
    El abuelo los acompañaba y les iba hablando, cuando le dejaban, en su afán placentero de la descubierta infantil, de Los chopos del río con su copa tupida de un verde altanero, de los manzanos con fruto en las ramas salvadas de las heladas, del cerezo atacado por el pulgón, de los erizos con su flor verdiamarilla, de la ajedrea y del tomillo olorosos, del espliego enhiesto en año de lluvias, del saúco turbador en su perfume intenso bien granado ya, crecido en lugares escondidos, en las grietas del barranco donde dicen aparece porque allí caga la zorra.
    
Caminábamos lento. Ellos a lo suyo. En descubierta simple, placentera, de un juego goloso, lleno sin más de gozo infantil. Ajenos a la abundancia de hierbas de topos los linajes aparecidas sin remedio en estos meses de obligado encierro, arreciadas por lluvias abundantes en un primavera en donde  los cardos borriqueros son más altos que los propios burros cuando comían sus flores aún no pinchosas. Ajenos a los ribazos invadidos,  los huertos sin cultivo, a las eneas cortantes de la ribera del río. Caminaban hasta los viejos palomares ya desmoronados sobre el cinglo calizo, donde aún pudimos entrar porque vieran los rincones de sus tapias con el huecos marcados en yeso para poder engorar sus huevos, o las tejas incrustadas entre las esquinas para que también criaran sus pichones, ahora todo en abandono y con las techumbres en derribo.
    Allí en lo alto se sentaron y comenzaron a cincelar sus tesoros fósiles que no eran más que piedras calizas esmeriladas por el arrastre de años y años por las patas de las ovejas que por aquí un día y otro, y otro y otro, caminan en busca de su engorde de siempre .
Los exploradores inician el regreso. foto CAC.
    Ellos a lo suyo y el abuelo más que setentón en su Alcamín literario con sus pasos lentos ya por el paso de los años, con el envejecimiento causado por estos  meses entre paredes detrás de una ventana, con su dolor intimo por tantos muertos, por tantos ancianos recluidos en su soledad de abandono, en sus humildes habitaciones, muertos sin despedida, sin derecho a un entierro con familia, sin nadie. En el mejor de los casos con un anónimo albañil en el enyeso de su losa tapiadora de una urna cenizosa´, anónima y olvidada sin más.
 Se me cruzan imágenes de políticos lamentables, tratantes trileros por hacer caer un gobierno legítimo y democrático atacado por todos los flancos de la mentira. Ni agua al enemigo aunque no sea tal y lo conviertan en botarate volandero de los plumíferos a sueldo. Incrustadores de palos en todas las ruedas que puedan avanzar poniendo trabas, mentiras, deformaciones, mentiras, bulos, malas intenciones, compras mercenarias de quienes se llaman periodistas,, caceroladas de banderita tu eres gualda, micrófonos vociferantes, mascarillas estilizadas para resaltar la cara de alguna muñequita pijatonta, analfabeta de conocimientos sociales, bocas bocinotas de mentiras, de decir no y lo contrario y más no y su contrario y qué más da,  de lagrimillas corridas por caritas de porcelana llorada con rímel, de voz meliflua sin matices hasta que de pronto ella se convierte en valquiria mitinera en un congreso de diputados en donde las acusaciones vociferantes y las sin descanso racaraca, palabras llenas de insultos y manifiestos de odio a todos los que no son de su clase social que no es más desprecio, desapego, odio, escupitajo a quien tiene la obligación, según ellas y ellos, de ponerles alfombra a los pies, que por eso les van a dar una paguita, además de coducirles sus coches de explosiva cilindrada, de servirle la mesa bien cubierta de manteles y de viandas apetitosas, por quienes ni llegan a fin de mes con su salario de miseria.
           
Un rosal sivestre en plena floración. foto cac.


Jaras, ababoles y cardos. foto cac.




Que se jodan, dirán ahora, con esta situación y con la crisis económica que viene no tendrán salario ni comida, pero ellos, los de siempre, se harán más ricos, más pudientes, más hacendados y aún comprarán empresas a los precios de sálvese quien pueda. Dirán a todo que no, votarán a todo que no, mentirán una y otra vez, y otra y otra y qué más da.
            Vociferán socialcomunistabolivarianomarxostaleninista, etarras asesinos, terroristas. Mientras disparan sobre figuras enmarcadas con fusiles guerreros. Insultarán, metirán y mentirán a ver si en este río revuelto sacamos aún más votos y podemos seguir jofiendo la marrana, que de esto se trata ad maiorem gloria de nuestro bolsillo y de los que sin dar la cara como estos vociferantes que llaman xenófobo y racista a Castelao, tendrán cada vez más caldo caliente en su culo gordo y en su racaraca continuo aquí y acullá, en parlamentos mítineros eclesilásticos y apocalípticos, en panfletos papeles y digitales, en basuras televiseras, en redes sociales en donde no tienes más remedio si no quieres sucumbir que bloquear.
    Y así el raca racaraca va calando en los genes cerebrales de las gentes de a pie que les votarán sin darse cuenta que están convirtiendo en sus verdades quienes no hacen más que repetit sin sentido y qué más da sus mentiras, sin ningún argumento, sin ninguna razón, asintiendo sin ton ni son porque consiguen penetrar en todos son iguales y qué más da.
    Y mientras tanto el virus está ahí y los sanitarios siguen sudando atrapados en su lucha diaria por salvar vidas entre quienes se van agotando en su sufrimiento por el contagio de este bicho que camina, vuela y se reproduce sin un ton y un son conocido.
Un puñao de espigas verdes en el ribazo, foto CAC.
     Todo esto y más, entre las idas y venidas, las preguntas infantiles que no paran, los gritos de sorpresa de estos exploradores con quienes he vuelto a la tierra alcaminiana con los campos a punto de ser cosechados en una añada que se antoja buena, regada con buenas lluvias, aunque siempre amenazada por el temor de las tronadas granizadas que parece apuntan.
      Me alegro de que en El Alcamín no haya habido fallecidos. Tres meses sin entrar ningún forastero los ha hecho aguantar tiesos a estas gentes. He regresado junto a ellos, a mis nonagenarios familiares, sin poderles dar el abrazo físico pero con la presencia íntima de nuestra voz y nuestra mirada tanto tiempo separada. Y ahí están, ahí estamos, con el temor de que en estos meses varaniegos algún tontilán de los que abundan se acerque por aquí y se crea más pincho y chulo que nadie y nos joda con su contagio ignorado y su insensatez de ciudadano urbanita tontolaba. Con su desprecio soberbio de altanería emigrada en los suburbios del vómito trilero.
    Pienso y pienso, mientras camino con estos pequeñajos aprendices primerizos de una vida toda por delante. Pienso y observo las tierras que me reconfortan, los trigos reventones verdiamarillos a la espera de rendir su cosecha. Bienvenida sea y abundante que falta hace, aunque los precios se mantengan por debajo del que tuvieron hace muchos años. 
   Mientras, allá lejos, monte arriba, las carrascas se mantienes tiesas y firmes como estas gentes de esta tierra tan vaciada, tan vacía, tan despoblada según en estos momentos en que se habla en un Congreso que cada quien grupo político vota lo que le interesa, en el momento que le interesa y cuando le aflojan algunas perricas en forma de euros para ver si su bolsillo aumenta de tamaño.


La manzanilla preñada de color y aroma. foto cac.


Este año el cereal apunta buena cosecha. ¿Que no apedree! foto cac.




   Camino, tomo aire, se sumerjo en los olores penetrante de la manzanilla ya florecida, doy la mano a los pequeño explorados y sobre los esmerilados caminos de los carros de la piedra picada, regreso a casa con el cobijo de los libros que tanto tiempo han esperado.
Las rosas ante la casa y la biblioteca. Lugar de trabajo remansado. foto cac.

    
Estas arcillas rojas, estas arcillas viejas...  en el recuerdo labordetiano. foto cac.
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario