viernes, 21 de agosto de 2020

Crónicas de un extraño verano. 1

 

 

Hispital Verdaich

 

      Había mandado minutos antes una fotografía. Mientras hacía unas flexiones previas al calentamiento. Antes de empezar su carrera de todos los días. En las madrugadas por la orilla del canal del Midi. Un par de horas después recibimos una llamada de teléfono. Max nos habla excitado, angustiado. Que su madre está en el hospital. Que no sabe qué ha pasado. También aquí, a nosotros, nos atrapa la angustia. A madia tarde Andrea, desde el hospital Purpan, establece una videoconferencia. Lleva una herida en la frente que dice no tiene importancia. Nos enseña su brazo derecho escayolado. Que la han operado. Que varias fracturas en en la muñeca. Que si el cúbito y el radio. Que en el codo. No sabe bien. Que la pelvis está escacharrada. Que no sabe cuántas fracturas. Que estemos tranquilos. Nosotros en Zaragoza. Ella en Toulouse. El coronavirus infiltrado por todos los lugares. Las fronteras están cerradas. Es a mediados de mayo. Nos vamos enterando de lo ocurrido. Tropezó con una valla móvil sobre uno de los puentes del canal de Midi. En el camino que recorría todas las mañanas. No recuerda más. Sólo ya que los bomberos la estaban subiendo en un ambulancia. Que le pide a un joven que la ha recogido su teléfono. Que unos días después lo llama. Que le dice que cayó sobre el asfalto de la ribera del canal. Que otra persona con su hogar instalado bajo el puente comenzó a vocear pidiendo ayuda. Está inmovilizada en el hospital Purpan. Las fracturas de la pelvis son múltiples. No hay hemorragias internas. Menos mal. La operan. La recomponen. Tiene que estar inmovilizada. El personal de la clínica se encarga de sus cuidados. Seguimos hablando todos los días. Por videoconferencia. En ocasiones se derrumba. No puede evitarlo. ¡Mis hijos! ¿Caminaré de nuevo? La recuperación será larga y difícil. Las trasladan a una clínica de rehabilitación. A sesenta kilómetros de Toulouse. En el límite entre el Ariège y Alto Garona. Clínica de Verdaich. Se angustia en ocasiones. A veces llora. En otras se aguanta. Manifiesta su fuerza interior. Saldrá de esta. Seguirá adelante. Pregunta a sus cuidadores. El médico. Su fisioterapeuta. El personal auxiliar. Que sí. Que caminará de nuevo. Que los traumatólogos han dicho que los huesos se soldarán. Que se rehabilitará. Las sesiones son duras. Duelen. Como puñales se clavan los hábiles dedos de su fisio cuando actúan sus manos. En el gimnasio, sobre el suelo, comienza las flexiones de piernas. Pueden sentarla ya sobre una silla de ruedas. La dejan salir por los jardines de este antiguo castillo de Verdaich. Por fin, a comienzos de junio abren la frontera. Nos vamos para allá. Abrazo íntimo, profundo. Nos sonríe mientras maneja con su mano izquierda el mando de la silla sobre la que se mueve. Nos vemos todos los días. Vamos y venimos desde Toulouse. Nos habla de otros traumatizados. Por los jardines de este bosque que ella llama “parada de los monstruos” circulan personas accidentadas. Aquí quien mejor tiene dos piernas. Aumentan las sesiones de rehabilitación. Masajes dolorosos todos los días. La introducen con una grúa articulada en la piscina. Por fin la ponen de pie. Nos envía una fotografía de ese momento. Comienzan a ponerle pesas para compensar su desequilibrio de las piernas. Da sus primeros pasos. Sí, volverá a caminar. A mediados de agosto saldrá de esta clínica. Se despedirá de las gentes que aún se quedarán aquí. Se acordará de la urraca amansada que se posará sobre su cabeza cuando se cobije debajo del enorme pino libanés. Dirá adiós a los campos segados de trigo, a los de maíz regados por aspersión, a los de girasoles brillantes sobre las laderas de estos lugares, entre el Ariège y el Alto Garona. Le quedará aún tiempo por delante para rehabilitarse por las orillas del canal de Midi, sin querer volver a ver aquel puente del que cayó. Podria haberle costado la vida. O quedarse tetraplégica, o sin recuerdo alguno para siempre.

     Sí. Caminará de nuevo. Recogerá sus huesos rotos y será aún más fuerte que cuando entonces, cuando no recuerda más que una valla y alguien que la miraba.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario