viernes, 27 de septiembre de 2024

De cuando "Juan sin orejas" se quedó sin las tales.

 




   Por aquellos días los mozos de su quinta, por si ya no volvían nunca, se juntaban en la herrería y con el carbón de la fragua asaban las orejas de los cerdos. Sólo se salvaban las orejas, lo demás iba a parar al barranco Piazo donde los buitres se tiraban como tales a lo suyo y a lo suyo.

         Juan las tenía igual que las de los puercos de su casa, grandes y caídas hacia abajo, como buscando el suelo. Y empezaron a ponérsele coloradas y él decía que de los hielos y de los sabañones y que me pican y me pican. “Pues te las rascas y en paz” le decían los de su quinta.

         Y fue entonces cuando ya en la primavera parece que aún se le caían más y más. Ya los hielos se habían acabado y él venga rasca y rasca y hasta con los primeros calores se las tapaba con la bufanda que le había preparado su madre.

         A mediados de agosto, unos días después que un tal Civera, nombrado comandante militar y aún la guerra no había llegado a El Alcamín porque habíamos echado del pueblo a los civiles, cayó en los papeles un escrito que decía que ya los marranos estaban contagiados y que los metieran en las cortes fuera del pueblo, que contagiaban y contagiaban. Y los de su quinta, cuando andaban calimochos a causa de la sopeta vinagrada, que allí había que meter también a Juan. Que le crecían y le crecían.

         Fue entonces cuando agarró el cuchillo  del capador, el mismo con que el tio Mariano le cortaba las criadillas a los puercos recién cumplidos como decían las mujeres. Para que engordaran y engordaran y no se pusieran furos.

         Y Juan se dio un tajo en cada una. Aún le corría la sangre por la cara sin afeitar y se llegó hasta el porticado de la plaza donde los quintos escupían a la guerra porque iba a llegar a El Alcamín y la siega del año para quién.

         “Aquí las tenéis, ahora nos las asamos como las de los puercos, nos las comemos y en paz”.

         Y desde entonces se quedó para siempre con aquello de “Juan sin orejas”.




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