jueves, 19 de septiembre de 2024

De nuevo sobre El Tebib Arrumi.


El tebib Arrumi con Franco. foto Campúa.



              

       Mi amigo Pedro Labrador Fuster, generoso como es él, me ha regalado este libro encontrado entre los vendedores domingueros de la plaza de san Bruno. Él sabe de mis intereses siguiendo el rastro, como un perro codornicero, por los restos que dejaron gentes como el de gran hablador y cronista mentiroso como fue


            El Tebib Arrumi (el médico cristiano), seudónimo de Víctor Ruiz Albéniz, abuelo que fue de Alberto Ruiz Gallardón, alcalde Madrid y Ministro de Justicia.

    En 1908, recién terminados sus estudios de medicina en Madrid, marchó como médico a las instalaciones de las minas de hierro del Rif, todavía en construcción, al servicio de la Compañía española de minas del Rif.

    Ejerció poco tiempo como médico y sí más como ejecutivo de los intereses de la empresa. Se convirtió en el reportero bélico de aquel momento al servicio de la ambición de los intereses colonizadores escribiendo para el "Diario Universal" e "Informaciones"

    En 1922 cubrió la guerra hispano-marroquí y se manifestó como defensor de los actos protagonizados en aquellas tierras por Sanjurjo, Millán Astray y los demás militares africanistas.

    Allí conoció a Franco, a quien apoyó desde el primer momento.

    En la guerra civil última española ejerció como cronista oficial desde el mismo estado mayor viviendo muy de cerca los movimientos de Franco. Sus crónicas, siempre escritas desde el mismo cuartel general de Franco, nunca desde la primera línea del frente, contaban lo que interesaba  los servicio de propaganda.

    Miente como un bellaco.

    Traigo aquí una muestra a la que quiere dar hasta textura literaria, referida a la huida de los desertores en la defensa de Teruel en enero de 1938, convertidos en héroes por el propio general Varea y recompensados como héroes de la patria.

    El niño Pepito Vicente, a quien se ensalza en esta narración con el título de "El pequeño héroe de Teruel", nos lo convirtieron en celestial defensor y nos lo metieron en las lecturas literarias de los años cincuenta del siglo pasado en las escuelas.

        Esos eran nuestros textos literarios.







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