martes, 22 de enero de 2019

Un niño de la guerra. José Ramón Bada Panillo.


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  •   José Ramón Bada Panillo, Pepe Bada, acaba de publicar “Recuerdos para la paz”, un libro de “un niño de la guerra”, porque “los hombres se entienden hablando  … si quieren”.
  •          Favara (Zaragoza), el pueblo en donde se crió el autor quedó atrapado primero por “los otros”, luego por “los nuestros” y entre todos por “los nuestros” y por “los otros”.
  •          Los lugares del Bajo Aragón y algunos del Matarranya sufrieron la tragedia causada por una guerra sin duda incivil. El autor de estos recuerdos, tan necesarios y dignos de ser agradecidos, nos habla de sus familiares y de las gentes de aquel mundo vivido por quien fue Pepito y ahora es nonagenario, y a lo largo de su dilatada vida niño de la guerra, seminarista, estudiante de teología tomista, teólogo, profesor de otros en su carrera hacia el curato, exclaustrado, comprometido con los momentos sociales que le tocó vivir, sociólogo y hasta consejero de cultura del gobierno socialista aragonés que presidió Santiago Marraco.
  •          “A mi padre lo mataron”, y a tres hermanos de su padre, y entonces comenzó a sentir la herida que lo marcó para siempre y más que nadie a su madre, Genoveva, “una leona” para sacar adelante a él y a sus hermanos. Pepe Bada,  el autor de estos recuerdos, era el tercero de los cuatro. Su hermano mayor rozaba los doce años en 1936 y él tan sólo tenía siete.
  •          “Mi padre era católico, apostólico y romano”, dice el autor. “Y lo mataron”. Como cualquier niño buscó a su padre por los lugares de su casa, convertida en fonda regentada por su madre para poder sobrevivir. Se preguntaba “por qué no volvió su padre”. Y tuvo que responderse “porque lo mataron y los muertos no vuelven. Pero nunca sabré por qué lo hicieron”.
  •          Estos recuerdos abarcan el tiempo transcurrido entre el inicio de la última guerra civil española en el verano de 1936 y la entrada de su autor, a los doce años, en el seminario de Alcorisa, el único lugar en el que se podía ir a estudiar en aquellos tiempos de posguerra.
  •          Están escritos estos recuerdos desde la comprensión de toda una vida y la evolución de la sociedad española por un nonagenario “para la paz”, como se cita en la portada del libro.
  •          Cuando ya bien entrada la democracia, y después de muchos esfuerzos se desmontó “el monumento a los caídos por Dios y por España” en el pueblo de Favara, se sustituyó por la inscripción “en memoria de cuantos favaroles han sufrido la innecesaria crueldad de la guerra civil iniciada el 18 de julio de 1936”  habían quedado atrás “los símbolos franquistas que sustituyeron a los símbolos republicanos y a los símbolos anarquistas tan efímeros … los símbolos puramente franquistas sin adherencias ideológicas de otra naturaleza y sin anclaje en la historia local, desaparecieron pronto … un día cualquiera quitaron de allí … el yugo y las flechas que plantaron los fascistas con un árbol sin raíces y que nadie durante tanto tiempo se había atrevido a tocar …”
  •          El autor que fue niño de la guerra, con sus recuerdos para la paz, nos ofrece, por medio de su memoria vital “un intento por comunicar una experiencia personal”, un ejemplo de reconciliación mediante la aceptación de “los nuestros” por “los otros” y de “los otros” por “los nuestros”, como una vez y otra señala en estas páginas tan necesarias que nos comunica este nonagenario, no exento de pudor, cuando nos las ofrece.
  •          Bien venidas seas sus palabras, necesarias estas memorias, agradecidas por los lectores que buscan la verdad histórica, la aceptación de la realidad española, la comprensión y la paz más sincera de las conciencias personales.
  •          Lean estas páginas y encontrarán entre otras muchas cosas, cómo en la escuela se instaló el desorden de un nuevo orden, cómo se colectivizó el trabajo y los recursos, cómo algunas personas mantuvieron su dignidad en momentos trágicos, cómo se produjeron robos y asesinatos, cómo en una misma casa se juntan para sobrevivir tres viudas y siete huérfanos todos menores, cómo los moros saquean los bienes y persiguen a las mozas, cómo los mozos y las mozas son reprimidos por sus bailes pecaminosos y hacen las bellaquerías por los ribazos, cómo el dinero no sirve según y cuándo, cómo se cambian las siglas políticas de un día para otro, cómo una fe no se puede imponer a garrotazos y una no fe a culatazos, cómo se señalan y denuncian a los rojos y a los nacionales, cómo se hace tragar aceite de ricino para humillar a las gentes y se les rapa la cabeza a las mujeres, cómo se vive el espanto de tantos muertos y heridos en la batalla del Ebro, cómo los italianos fascistas “no sólo dejaron hijos sino bombas que explotaban", cómo los hijos de la guerra hicieron de la guerra un juego, cómo “ninguno de nosotros hicimos la guerra y todos la padecimos” …
         Y también cómo en la posguerra y terminada la guerra “comenzó la represión del pensamiento”, la conversión de los infieles para abrirles las puertas del cielo, cómo no se puede afirmar que la Iglesia “contribuyera nada a la paz y a la reconciliación entre los españoles”, cómo algún favarol fue fusilado en 1945 por haber pertenecido a aquel maquis que tenía “mucha moral pero pocas posibilidades”, cómo unos y otros sufrieron las miserias de los piojos y los desastres de la guerra, cómo aparece y se queda para siempre el miedo, la represión, el nacionalcatolicismo, cómo en Favara “se reza en castellano y se blasfema en catalán”, “cómo es posible creer en Dios si no hay libertad para no creer”.
Genoveva, viuda, y sus cuatro hijos, huérfanos. La tragedia en la cara.
  •    Así, como dice el autor de estas páginas, con el tiempo, al secar las propias lágrimas aprendemos a ver las de los otros. Confío que hoy, al recordar un olvido imperdonable, no caiga nadie en otro olvido por mor de otros prejuicios. También mi padre estuvo en la cárcel, también lo fusilaron, también yace en una fosa común”.
  •          Todas las víctimas “son víctimas de la misma injusticia. Todas las injusticias son injustas”.

  •          Ojalá tuviéramos muchos libros como este.
  •          Ojalá se leyera en las escuelas de todas las Favara españolas.
  •       Y ojalá se enseñara con él en las universidades que se dicen humanistas. 
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