sábado, 26 de julio de 2025

Orrios. Las puertas de las eras.

 


           Están todas cerradas.

    La cerradura, pestillo decían aquí, quedó atrancada cuando guardaron la llave de madera, trabajada con la sabiduría manual del carpintero.

     El temple del autor obligaba templanza a quien la abriera.

     El tiempo dejó olvidado el lugar de la guarda y ya sólo podrá ser abierta a trompazo limpio como también dicen en el lugar.

      El cardo borriquero monta su guardia tieso y firme con el sol de la tarde.

    Algunas de estas puertas, tiempo atrás, quisieron ser protegidas por el latón de un raído bidón que sigue el deterioro en su camino oxidado que aquí también dicen rumiento.

      Encuentro las palabras que quiero conservar. Llámenme terruñero y qué más da. 

    Siempre quedarán. 

    Conmigo van. Mi corazón las lleva, como diría Antonio Machado hoy mismo en su aniversario.

   

        La piedra seca, el tapial, tierra y cascajo y en ocasiones paja pajucera y venga pisar y pisar con los pies desnudos, pesa y pesa y los brazos duelen, subido a calderadas y depositado entre los tablones alineados con la plomada. 

    La era explanada mojada y mojada con el agua acarreada desde el río o de la balsa barranquera, apelmazada, apaleada, barrida con escobas trenzadas por manos con dedos como retorcidas ramas de carrasca seca, con sarmientos de mimbres, de sargas o de guillomos, esperando la parva.

      Tiempos pasados.

       No reniego de la cosechadora que, con su boca voraz, se traga las espigas y en un "ya ves tú" el trigo pasa al remolque y el tractor con aire acondicionado y ordenador a bordo lleva el grano al almacén cooperativo.

      

    



fitografías de Clemente Alonso Crespo. 2025. Orrios







 












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