José Enrique Varela Iglesias comenzó
como corneta del ejército en los lugares de los tercios legionarios.
Fue dos veces laureado por sus “hazañas”
contra los moros luego mercenarios de las tropas que él mismo mandaba cuando ya
era general.
Íntimo jovenzano protegido por
Millán Astray, quien le apodaba “mi niño”.
Protegidas
siempre sus delicadas manos por unos guantes blancos.
Formalista
católico en las tardes chocolatadas con obispos franquistas.
Solterón
ministro del ejército hasta que al poco de acabada la guerra pegó un braguetazo
de alcurnia industrial y dineraria con Casilda Ampuero Gandarias.
Acabó
siendo póstumo suegro del guitarrista Paco el de la Lucía años después de la
muerte de quien ya había sido nombrado Marqués de Varela de san Fernando, caballero de la Gran Orden de san Lázaro de Jerusalén y Alto Comisario Alto Comisario de España en Marruecos, su virreinato.
Sobornado
junto a otros generales con cuentas millonarias por los servicios secretos ingleses
en las negociaciones entre Hitler y Franco para entrar o no en la guerra
europea, donde no estuvo exento el tododinero sin escrúpulos llamado Juan
March.
Imputado
por genocidio por el juez Baltasar Garzón, víctima de todas las conjuras
legulellas hasta que consiguieron separarlo de la judicatura.
Todo
un personaje el pitxa.
Ahí
lo tienen embotado en sus polainas, en el centro, generalando el desfile de su
entrada en Teruel un 23 de febrero de 1938, junto a las damas margaritas y a
José María Pemán, otro gaditado y responsable máximo de los tribunales
depuradores, causante del atroz desmoche que se llevó por delante a todos los
maestros, profesores de institutos y de universidades que molestaban para la
causa presidida por el Gran Dictador, Caudillo de España por la gracia de Dios,
según rezaban los duros y las pesetas de cuando entonces, hace cuatro días.
Ahí
lo tienen también junto a ese bufón encapotado y adornado por una bamboleante
cruz cual si iniciaran un baile entre las minas mortuorias de una ciudad
destrozada: Teruel.
Unos
días después de su entrada ensalzada en esta ciudad que nombraron después
mártir, el Alcalde y Concejales de Albarracín, lugar donde había establecido su
cuartel general el tal Valera durante su asedio a la ciudad mudéjar siempre
bajo la protección de los bombarderos de la legión Condor, tenían una sesión
solemne donde decían las lindeces que pueden leer en el documento que adjunto.
El documento se conserva en el Archivo histórico municipal de Cádiz,
donde está el “Archivo Varela”. Debo su conocimiento a la amabilidad y eficacia
de su director Javier Fernández Reina.
Millán Astray, militar excarcelado
de cualquier frenopático, protegido por la parca disfrazada de sí mismo.
En la felicitación por su ascenso el acta del Ayuntamiento de Albarracñin, entre otras lindezas de puro lenguaje fascista, dice:
... se trata de un General que aparte de estar en la entraña del pueblo por su culto espíritu de buen soldado amante de su querida España habrá de dejar escritas con letras de oro las páginas de la historia de la Nueva España que con hombres de este temple se está forjando, las constantes victorias del Ejército que manda, y el porvenir de nuestra querida provincia de Teruel que la canalla marxista ha querido aniquilar...
Felicitación del Alcalde y Concejales de Albarracín. A.H.M. Cádiz. |
Varela con chilaba y guantes blancos. foto autor desconocido. |