Todos de gala. Alfonso XIII, los guardias civiles y los jurdanos. A unos les costó más que a otros |
Ahí
está. Con su sombrero campero, su bigote astifino, su corbata, su pitillo entre
los dedos, su bastón y sus botas equinas. Es Alfonso XIII.
Como
chasqueando los dedos, pidiendo a sus ayudas de campo alguna moneda con su
efigie impresa para entregar como limosna a esas gentes hurdanas que pasaron
días y días esperando el momento, lavando y remendando sus escasas ropas para
recibir al monarca en su viaje anunciado y fotografiado para que figurase en
los periódicos. Era en 1922. ¿A qué fue allí?
He
recorrido otra vez estas tierras hurdanas. Hacía treinta años que no estaba
aquí. Me interesé por primera vez por estos lugares y por las gentes que en
ellos habitan cuando estudiaba el manual de “Dialectología española” de Alonso
Zamora Vicente. Tuve que aprender casi de memoria aquel libro escrito por el
docto estudioso. El profesor que nos tocó en suerte consiguió que lo odiáramos
porque nunca entendió que los fenómenos lingüísticos tan ricos en variantes
fonéticas, léxicas y sintácticas pudieran ser vivenciados llegándose a los
lugares donde se producían. Por eso luego me acerqué por tierras leonesas,
extremeñas, andaluzas o aragonesas. Por eso vine hace treinta años antes por
estar tierras hurdanas o mejor jurdanas.
No
me trajo nunca el documental de Buñuel financiado en 1933 por el profesor de
Dibujo de Huesca Ramón Acín, quien al
comienzo de la guerra civil sería asesinado junto a su mujer. Siempre me pareció que aquella película
resultaba expresionista, buscaba los encuadres, filmando gentes y gestos aislados,
sin diálogo con el medio que determinaba su existencia. De alguna manera eran
las mismas poses que las de la visita de Alfonso XIII. Las de Buñuel con las
necesidad cotidiana de los hombres y mujeres, las de Alfonso XIII con la pose
mentirosa de los días de fiesta para agasajar al dueño y señor.
He
vuelto hoy a estos lugares por recorrer los caminos que ahora son excelentes
carreteras, por caminar los senderos que van y vienen siguiendo los cursos de
los ríos que hoy están trazados y marcados con señales de pintura blanca y roja
indicando el Gran Recorrido (GR) al que también han nominado Ruta de Alfonso
XIII.
Las Hurdes desde Casares. @cac. |
En Caminomorisco se recuerda a Unamuno.@cac. |
Hay
que venir con más tiempo y observar que de aquella visión furtiva, esquiva y
despectiva que algunos quisieron imprimir no queda nada. Las comunicaciones,
los servicios comerciales, sanitarios y educativos, a pesar de las distancias
entre los núcleos vecinales, funcionan. Un Instituto de Enseñanza Secundaria
recibe a los alumnos hurdanos en Caminomorisco y los acoge de lunes a viernes
en su residencia de estudiantes. En otros lugares la asistencia sanitaria y las
residencias de mayores cumplen su misión, aunque siempre quisiéramos que
estuvieran mejor.
Inicio
el retorno cuando llego hasta Las Mestas, por donde entré hace treinta años
llegándome desde la Peña de Francia. Una hospedería enclavada en lo alto domina
la visión de un valle y otro y otro, por donde los ríos se buscan hasta dar en
el Hurdano. Junto al puente que une y separa las Batuecas de las Hurdes han
desaparecido las construcciones que recordaba de antaño, con piedras y lajas
sin argamasa. Allí mismo han remozado la iglesia de airosas espadañas que
alojan un par de campanas. En la entrada, junto a una cruz de piedra, se lee
firme con letras llamativas negras: “Caídos por Dios y por España”.
Sigo
por los recodos de estos caminos y me lleno con sus nombres: Arrolobos,
Cambrón, Carabusino, Riomalo de arriba, Cabezo, Asegur, Rubiaco, La Horcajada,
Mesegal, Robledo. Los lugares que un día
hubiera querido recorrer y grabar el
habla de sus gentes, ahora ya imposible.
Alfonso XIII reparte limosna. ¿Un alfonsito? |
Las Mestas. "Caídos por Dios y por España ¡Presentes! |
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