jueves, 11 de diciembre de 2014

De nuevo en Las Hurdes









Todos de gala. Alfonso XIII, los guardias civiles y los jurdanos. A unos les costó más que a otros

Ahí está. Con su sombrero campero, su bigote astifino, su corbata, su pitillo entre los dedos, su bastón y sus botas equinas. Es Alfonso XIII.
Como chasqueando los dedos, pidiendo a sus ayudas de campo alguna moneda con su efigie impresa para entregar como limosna a esas gentes hurdanas que pasaron días y días esperando el momento, lavando y remendando sus escasas ropas para recibir al monarca en su viaje anunciado y fotografiado para que figurase en los periódicos. Era en 1922. ¿A qué fue allí?
He recorrido otra vez estas tierras hurdanas. Hacía treinta años que no estaba aquí. Me interesé por primera vez por estos lugares y por las gentes que en ellos habitan cuando estudiaba el manual de “Dialectología española” de Alonso Zamora Vicente. Tuve que aprender casi de memoria aquel libro escrito por el docto estudioso. El profesor que nos tocó en suerte consiguió que lo odiáramos porque nunca entendió que los fenómenos lingüísticos tan ricos en variantes fonéticas, léxicas y sintácticas pudieran ser vivenciados llegándose a los lugares donde se producían. Por eso luego me acerqué por tierras leonesas, extremeñas, andaluzas o aragonesas. Por eso vine hace treinta años antes por estar tierras hurdanas o mejor jurdanas.
No me trajo nunca el documental de Buñuel financiado en 1933 por el profesor de Dibujo de Huesca Ramón Acín,  quien al comienzo de la guerra civil sería asesinado junto a su mujer.  Siempre me pareció que aquella película resultaba expresionista, buscaba los encuadres, filmando gentes y gestos aislados, sin diálogo con el medio que determinaba su existencia. De alguna manera eran las mismas poses que las de la visita de Alfonso XIII. Las de Buñuel con las necesidad cotidiana de los hombres y mujeres, las de Alfonso XIII con la pose mentirosa de los días de fiesta para agasajar al dueño y señor.
He vuelto hoy a estos lugares por recorrer los caminos que ahora son excelentes carreteras, por caminar los senderos que van y vienen siguiendo los cursos de los ríos que hoy están trazados y marcados con señales de pintura blanca y roja indicando el Gran Recorrido (GR) al que también han nominado Ruta de Alfonso XIII.
Las Hurdes desde Casares. @cac.
Hace treinta años comencé el camino por Las Mestas y hoy lo inicio por el sur. Los nombres me suenan llenos y por Pinofranqueado, Caminomorisco, Nuñomoral doy en Casares de las Hurdes. Es un día reluciente de sol. Todos los enclaves de estos lugares donde han desaparecido las antiguas construcciones de piedra negra sin argamasa miran al mediodía. Buscan su lugar al sol en las sinuosidades de sus terrazas. Desde la plaza porticada de Casares miro el valle, hondo, sinuoso, esbelto, lleno de pinos, con los robledales y los castaños sin hojas que dan otro tono. A mis pies los pequeños huertos abancalados ya están labrados y en algunos las habas emergen crecidas, en algún recodo los caquis relucen en los árboles sin hojas, compitiendo en color con algún naranjo lleno de frutos y algún limonero. Estamos a primeros de diciembre y los microclimas aquí se suceden. Ya ha sido vareada la oliva que ofrece, junto a la miel, una de las riquezas de esta comarca donde la naturaleza ha mejorado con el paso de los años, donde los cortafuegos aparecen como líneas que quieren apagar los incendios que nunca deben producirse, donde el sol juega con el arbolado. En la fachada de las casas al borde de la carretera se apilan las colmenas dispuestas para, a su tiempo, ser colocadas en los mejores lugares con que liben las abejas cuando lleguen las flores en la primavera.
En Caminomorisco se recuerda a Unamuno.@cac.
Hay que venir con más tiempo por estos lugares, como lo hicieron antes gentes como Unamuno y más tarde Lopez Salinay escribir con más calma. Unamuno redactó aquel su “Por tierras de Portugal y de España” que siempre he tenido a mano. Ese texto y el de López Salinas los estudié con mis alumnos en clase, ayudado por mapas y recomendándoles  que, cuando pudieran, se acercaran por estos lugares. No sé si alguno lo habrá hecho, porque costaba hacerles ver, a orillas del Mediterráneo, que existían otros lugares, otra forma de ganarse la vida y otra naturaleza.
Hay que venir con más tiempo y observar que de aquella visión furtiva, esquiva y despectiva que algunos quisieron imprimir no queda nada. Las comunicaciones, los servicios comerciales, sanitarios y educativos, a pesar de las distancias entre los núcleos vecinales, funcionan. Un Instituto de Enseñanza Secundaria recibe a los alumnos hurdanos en Caminomorisco y los acoge de lunes a viernes en su residencia de estudiantes. En otros lugares la asistencia sanitaria y las residencias de mayores cumplen su misión, aunque siempre quisiéramos que estuvieran mejor.
Inicio el retorno cuando llego hasta Las Mestas, por donde entré hace treinta años llegándome desde la Peña de Francia. Una hospedería enclavada en lo alto domina la visión de un valle y otro y otro, por donde los ríos se buscan hasta dar en el Hurdano. Junto al puente que une y separa las Batuecas de las Hurdes han desaparecido las construcciones que recordaba de antaño, con piedras y lajas sin argamasa. Allí mismo han remozado la iglesia de airosas espadañas que alojan un par de campanas. En la entrada, junto a una cruz de piedra, se lee firme con letras llamativas negras: “Caídos por Dios y por España”.
Sigo por los recodos de estos caminos y me lleno con sus nombres: Arrolobos, Cambrón, Carabusino, Riomalo de arriba, Cabezo, Asegur, Rubiaco, La Horcajada, Mesegal, Robledo.  Los lugares que un día hubiera querido recorrer y grabar  el habla de sus gentes, ahora ya imposible.
Alfonso XIII reparte limosna. ¿Un alfonsito?

Las Mestas. "Caídos por Dios y por España ¡Presentes!



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