miércoles, 29 de abril de 2015

La casa en la incipiente primavera.






El manzano comienza a florecer. @cac.



        Terminé la poda hace unos días. Luego, para la sanjorjada, ya el cerezo dejó de florecer y volvieron renovadas las hojas. Los manzanos han comenzado a abrir sus yemas y los tulipanes han reventado sangrados. La noguera espera temerosa a echar su flor verdosa y amocada. Aún los chopos no sueltan los vilanos y el cucut no se ha presentado alegre con su cresta estrellada.

   La primavera, aquí, siempre es tarda. Siempre hay que temer estos últimos días de abril y los primeros de mayo. Cuando se rozan los cero grados las flores de los manzanos, por muy reinetos que sean, corren el riesgo de la helada. ¡Cuántas veces los ves henchidos de flor en un día de sol espléndido reventando en su belleza, y, a la mañana que sigue, con la aguareda convertida en rosada, los pétalos ya marchitos tras la noche aciaga languidecen muertos! 

  Y aun así los pastores me dicen que hasta el cuarenta de mayo no me quite el sayo.

        Las lluvias pasadas parece que han mantenido más suaves las noches. Cuando regrese a la casa, tras estos días toulousanos junto al Garona, con un fondo hospitalario de quimioterapia, quedará la esperanza machadiana de otro milagro de la primavera que acogerá de nuevo a la familia.

El cerezo ya con hojas y la noguera en esqueleto. @cac.


Los tulipanes abiertos para recibir la soleada. @cac.



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