Para la cleptómana Cristina Cifuentes, cloacada por sus adláteres por 44 euros.
En la Zaragoza de los años sesenta
del siglo pasado, a la que algunos tildaron de gusanera, una fortuna de
quitarse de encima la muermez diaria del dale que dale sin saber adónde,
consistía en poner boca abajo y patas arriba los rituales virgenpilaristas
llenos de castizas majas, hijas de capitostes mercachifles adinerados y
secuaces fiscales instructores de causas incausadas.
Aquí
les dejo una muestra de ciertas veladas sumergidas en noches de niebla o cierzo
en donde las majas eran unguejollos admonitores del “epitafio ¡bah! para un
siglo XX por un hombre”.
Ahí tienen al Gran Unguejollo de la
Oficina poética internacional (O.P.I.) Miguel Labordeta. Aquel mismo a quien el
atildado bigotudo que fue meapilas laudatorio mariano y alcalde de la inmortal
ciudad de las bodegas del Ebro, entre otras innumerables medallas, el nombrado
Don Miguel Allué Salvador, llamaba “el Bachiller Carmelo Labordeta es un BRAVO
MOZO”, allá por 1932, cuando el ilustre prócer ocupaba la Cátedra de Literatura
española en el Instituto Goya zaragozano, dictaba sus clases con banda y vara
de Alcalde y era pintado en su retrato con uniforme de cónsul honorario de El
Salvador en Zaragoza y la medalla de Isabel II que no se sabe quién le impuso.
Página manuscrita por Miguel Labordeta. Biblioteca María Moliner. |
Tarjeta manuscrita de Miguel Allué Salvador. Biblioteca María Moliner. |
Retrato pintado por Cidón Navarro de Miguel Allué Salvador. Original en I.E.S. Goya. Zaragoza |
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