Hace tiempo en este mismo lugar donde, de cuando en cuando, hablo sobre gentes y tierras para mí muy queridas, escribí unas líneas sobre un hijo de Alfambra que acababa de ser nombrado cardenal de la iglesia católica. Hacía un par de veranos que habíamos tenido la oportunidad de estar juntos excavando los restos de una capilla en la iglesia de Alfambra. Fue él, Santos Abril Castelló, quien en último término dio la solución que faltaba al momento de recomponer una pesada lápida de granito, donde estaba grabado el escudo familiar de los Sánchez Muñoz, quienes fueron herederos de la baronía de Escriche y tuvieron propiedades y casa solariega en Alfambra.
La fotografía que publiqué entonces y que de nuevo traigo aquí habla por sí sola. Ahí estamos los cuatro, Santos, Joaquín, Marceliano y yo mismo enfarinados después de terminar los trabajos.
Estos días ha aparecido esta misma persona vestido de purpurado interviniendo en las sesiones del Cónclave y como acompañante del ya Papa Francisco en su primera aparición, cuando acudió a rezar en la iglesia de Santa María la mayor, de la que el alfambrino es Arcipreste hasta hoy.
No sé qué futuro inmediato espera al cardenal, pero no sería extraño que pudiera ser nombrado secretario de estado, es decir, primer ministro del Vaticano. Entre los años 2000 y 2003 el alfambrino fue nuncio en Argentina y allí coincidió con el actual Papa que ya era entonces Obispo de Buenos Aires.
Todos estos últimos días, en los distintos medios de comunicación, se habla y escribe del cardenal español, aragonés y alfambrino. Y se habla bien, que no es poco por estos pagos. Pero hasta ahora no he visto reflejado en ningún medio un hecho del que él se sentía muy contento. En agosto de 2.006, junto a su hermano Saúl, jesuita desde los años sesenta del siglo pasado en la India, presentó en Alfambra el libro cuya portada reproduzo.
Santos Abril Castelló es la primera persona que escribió un libro dedicado a Alfambra y a su historia. En las doscientas páginas de este libro se habla de los antiguos pobladores, de su lengua, de las órdenes militares que aquí se establecieron, de la iglesia y de las ermitas. Es, hasta ahora, el único libro que estudia en conjunto a Alfambra.
Tengo una deuda personal con el libro y con el autor. Gracias a ellos y a la insistencia de quien fue durante muchos años maestro en Alfambra, Joaquín Abril Pérez, vencí mi resistencia a sumergirme en los archivos y descubrir documentos sobre este territorio afectado por el antiguo Fuero de Alfambra y poder conocer su historia hasta los momentos actuales. No sé aún qué haré con tantos y tantos documentos, pero siempre guardaré una deuda con la enseñanza del libro de quien ahora está en la primera línea del gobierno vaticano.
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