jueves, 21 de febrero de 2013

Un trabajo: Esquilar a las ovejas.



@cac.


    Soy descendiente de un esquilador que llegó a Orrios desde tierras castellanas. Allí encontró a una mujer y allí echó raíces. Quizá venga de entonces aquel dicho que decía mi abuelo de que "merece la pena tener ovejas aunque sólo sea por la sierle". Cuando la sierle, el estiércol de las ovejas, se convertía en buen fiemo para el abono de las tierras. Quizás venga de ahí la afición que siempre hubo en mi familia por mantener un rebaño de ovejas. Mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, mi tío José que aún sigue de pastor, con sus ochenta y cuatro años a cuestas.
    Llegó el antepasado para esquilar ovejas. A golpe de tijera. Es un trabajo que le deja a uno baldao, con la riñonada hecha polvo. Pero siempre se ha considerado bien pagado este trabajo de temporada. Aunque bien pocos lo han querido. Por su extrema dureza física, metido uno hasta los chancos entre los meos de la paridera, sujetando a las ovejas, haciendo correr la máquina entre la piel y la lana, mientras los goterones del sudor te caen por la cara y el sebo de la piel pringa las piernas y los brazos.
    Estos últimos años han llevado a cabo el esquilo, o esquileo, cuadrillas venidas desde lugares tan lejanos como Rusia o Uruguay. Pero hoy los tiempos son otros y la Cooperativa Oviaragón hace una convocatoria entre gentes que no tienen trabajo.
    Mi amigo Yahya, marroquí con doce años de residencia en España ha acudido a esta convocatoria.  Yahya ha trabajado en todo lo que le ha salido por tierras de Almería, de Murcia, de la Rioja, de Soria, de Aragón. Justo hace tres años consiguió traer a su familia, su mujer y sus tres hijos. Y justo hace ahora dos nació su última hija. Fue, cuando llegaron, el momento en se quedó sin trabajo. Cuando en su último tajo iba desde Zaragoza hasta Borja todos los días colocando tubos entre las zanjas. Fue el último trabajo de cuatro meses que el patrón no le pagó nunca. 
      Ahora Yahya ha ido a solicitar ese empleo de esquilador. Y teme que tampoco lo pueda obtener porque ni siquiera pudo contar los tantos y tantos sin trabajo que fueron a pedirlo. Sólo hay cuarenta y cinco plazas. Si lo aceptaran tendría que hacer un curso que lo capacitara y le pedirían doscientos euros. Eso no le preocupa. No los tiene, pero sabe que siempre tendrá un amigo que le echará una mano. Me lo dice resignado cuando acompaña a su mujer y a su hija a la clase de español para extranjeros donde hablamos y escribimos. Ya se le ha agotado la prestación por paro y las asistencias sociales están desbordadas. 
     
       ¿Qué pensarán ahora tantas gentes que salieron de estos pagos rurales cuando despreciaban este trabajo?
     ¿Sabrán algo tantos mangantes del choriceo político, especulativo, ladrón, monárquico, mentiroso, xenófobo, bancario, humillante, sinvergonzón, leguleyo, borracho de tanto chupar del bote robado hasta dejarlo seco por tanta tela de araña criminal?
    

@cac.

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