Antonio Muñoz Molina.- |
"Copio" y "comparto" este artículo del escritor Antonio Muñoz Molina.
Repaso los periódicos españoles al cabo de unos días y me sorprende,
aunque no debiera, la afición entre perezosa y malévola por las
comparaciones, y por las traducciones apresuradas de hechos y personajes
de Estados Unidos a supuestos paralelos españoles. Por alguna razón de
derivas digitales que no me explico llego a un artículo de Federico
Jiménez Losantos en el que se compara a los falangistas que se
manifestaban en Madrid, en 1941, al
grito de “Rusia es culpable” -estaban caldeando el ambiente para la
División Azul- con los izquierdistas españoles que protestan contra
Trump como si gritaran “USA es culpable”. Otro columnista dice que
quienes se manifiestan estos días para mostrar su desagrado por la
elección de Trump son como los que salían en Madrid gritando “no nos
representan”, y dice que también hay entre ellos muchos “perroflauta”, y
hasta se pregunta, con ese ingenio incomparable del columnista español,
cómo se dice “perroflauta” en inglés.
Otros aseguran que Mariano Rajoy es como Trump, y el PP como el Partido
Republicano, o que Trump es como Pablo Iglesias, o al revés. Hasta
Fernando Savater juega tristemente a ese juego del ingenio chistoso
contra el adversario.
Yo propondría el siguiente ejercicio: esforzarse en comprender algo o en saber cómo es de verdad alguien sin acudir de inmediato a las comparaciones, incluso venciendo la tentación, casi siempre barata, de ejercerlas. El cerebro humano busca patrones y parecidos para comprender la confusión del mundo, pero fuera de la ciencia -la ciencia ciencia, no la “ciencia política”, ni las “ciencias de la información” o las “ciencias” humanas- esos patrones y esos parecidos pueden ser espejismos, o simulacros de confirmaciones de prejuicios. Decía Montaigne que no hay nunca dos cosas que sean exactamente iguales. Yo propongo ese ejercicio, que requiere humildad, escepticismo y constancia. Ni siquiera hay dos hojas iguales en la misma especie, en el mismo árbol. Sobre Donald Trump hay mucha información comprobada, de muy diversas fuentes, entre ellas él mismo, que al carecer de contención revela aterradoramente lo que es, quién es. Habrá rasgos comunes con otros personajes, desde luego, circunstancias parecidas. Pero me temo que no entenderemos nada -ni sobre aquí no sobre allí, ni sobre unos ni sobre otros -si nos apresuramos a certificar semejanzas, sobre todo cuando nos sirven para denigrar a los que tenemos muy cerca. Que Savater se haya sumado a esa mezquina alegría hispánica por la desolación de los que nos sentimos injuriados y amenazados por Donald Trump me produce una gran tristeza.
Alo mejor ahora resulta que somos perroflautas.
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Yo propondría el siguiente ejercicio: esforzarse en comprender algo o en saber cómo es de verdad alguien sin acudir de inmediato a las comparaciones, incluso venciendo la tentación, casi siempre barata, de ejercerlas. El cerebro humano busca patrones y parecidos para comprender la confusión del mundo, pero fuera de la ciencia -la ciencia ciencia, no la “ciencia política”, ni las “ciencias de la información” o las “ciencias” humanas- esos patrones y esos parecidos pueden ser espejismos, o simulacros de confirmaciones de prejuicios. Decía Montaigne que no hay nunca dos cosas que sean exactamente iguales. Yo propongo ese ejercicio, que requiere humildad, escepticismo y constancia. Ni siquiera hay dos hojas iguales en la misma especie, en el mismo árbol. Sobre Donald Trump hay mucha información comprobada, de muy diversas fuentes, entre ellas él mismo, que al carecer de contención revela aterradoramente lo que es, quién es. Habrá rasgos comunes con otros personajes, desde luego, circunstancias parecidas. Pero me temo que no entenderemos nada -ni sobre aquí no sobre allí, ni sobre unos ni sobre otros -si nos apresuramos a certificar semejanzas, sobre todo cuando nos sirven para denigrar a los que tenemos muy cerca. Que Savater se haya sumado a esa mezquina alegría hispánica por la desolación de los que nos sentimos injuriados y amenazados por Donald Trump me produce una gran tristeza.
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