De nuevo y otra vez. Seguimos con más de lo mismo. ¿Ha cambiado algo desde que hace un año escribí estas palabras?
¿Y aún quieren que vayamos a votar otra vez? ¿Y que les votemos? ¿A quién? ¿A quiénes?
Señores políticos de medio pelo sin afeitar: son ustedes unos
SOBERBIOS ENSOBERBECIDOS
Se vende... pero nadie la quiere. foto cac. |
Labordeta decía, con su somardez de siempre, que en esta tiera turolense lo que había que hacer es la "repoblación vaginal".
Sin ella no puede haber "repoblación vecinal".
Y sin gentes, mujeres y hombres, no puede haber vecinos.
Y sin trabajo no puede haber repoblación de ningún tipo.
O le echamos huevos al asunto o aquí no queda ni dios.
Y la cesta de los huevos no se llena sin inversiones, sin planificación económica, sin poner dineros para crear puestos de trabajo para la agricultura, para la ganadería, para la industria que utilice los recursos naturales, para ese sol y ese viento que son energía, para la transformación y venta de esos productos agrícolas y ganaderos, para que volvamos a tener niños en las calles y escuelas cuando los días no son sólo de resaca veraniega traida por las gentes que llegaron a dar la tetadica que ya perdieron también en los suburbios urbanos sin sentido.
Orrios, desde San Cristóbal. @ cac. |
Puede que aún sirvan las palabras que traje a estos mismos lugares hace unos meses. Las vuelvo a poner.
Pasó
el verano.
Queda
el pueblo sólo.
Hace
tres años cerró la escuela.
No
hay niños.
¿Recuerdan
aquello de quedan los viejos y los
barrancos como esqueletos rotos frente a la tarde?
Sí,
Miguel cayó del andamio y parió la del
Julián, decía y cantaba Labordeta.
Y
parieron también otras mujeres, dejos de estos lugares, en las áreas suburbanas
de Barcelona, de Zaragoza, de Valencia, de Castellón. Parieron ellas y parieron
también sus descendientes.
Y
algunas y algunos vuelven por estos parajes unos días de los julios y de los
agostos. Buscan las fiestas. Y estas gentes nacidas en los andurriales de las
barcelonas, de las valencias, de las zaragozas, de los castellones, juventudes
avanzadas entre los veinteañeros y los treinta también años, más o menos buenos,
más o menos malos, más o menos regulares estudiantes, más o menos empleados en
precario, más o menos engordadores de las listas de parados, se divierten en
las fiestas de los pueblos en donde nacieron sus abuelos y aun sus padres,
aquellos que no tuvieron más remedio que buscar apagar la pobreza y aún el
hambre de sus casas, aquellos que dejaron atrás la boina y las albarcas,
aquellas que marcharon a servir como las dichas criadas, en los domicilios
pudientes de las barcelonas, de las valencias, de las zaragozas, de los
castellones de entonces, cuando llegaron, como hoy, en pateras, desde los mares
interiores buscando las costas sin remedio.
Llegan estos jovenzanos por unos
días a las casas algo remozadas por sus padres, las que fueron de sus abuelos, quienes
tuvieron la fortuna de tener trabajo cuando entonces.
Llegan, se divierten y aun se
atiborran de alcohol y fumeteo sin remedio y aun dicen que esto es cojonudo,
que qué bien me lo paso, que qué harían los pocos que aquí quedan si no fuera
por nosotros que organizamos las fiestas, que qué paletos y cuántas casas
desvencijadas, que ni piscina tienen, que quién va a venir a vivir aquí si no
hay en todo el año más que un bar de mala muerte…
Y ya en septiembre no quedan sino
los viejos y los barrancos, y los regatos arramblados como esqueletos rotos. Y los ríos con las riberas llenas de maleza. Que quienes quedan
saben que con unos centenares de cabras y unos cuantos rebaños de ovejas los
montes no se quemarían y sin palabras huecas de los politiquillos al uso,
algunos arribados y arrivistas, poniendo dinero de quienes pagamos impuestos,
que somos los más, invirtiendo en transformar los granos de centeno, de avena,
de espelta, de panizo, en piensos industrializados aquí mismo, ayudando a que
cobren la P.A.C. (política agraria común) quienes trabajan la tierra y no los terratenientes,
incentivando a los profesionales que forman en las escuelas a los niños, a los
sanitarios que van de aquí para allá, a las mismas gentes que aún y pese a todo
quieren seguir aquí, a los inversores de una industria turística que sólo se
puede mantener si quienes acuden a su disfrute tienen trabajo en otros lugares
y aún vida por delante.
Quienes cuando fuimos niños se nos
llevaron en los años cincuenta, ya del siglo pasado, a los suburbios de las
ciudades, cuando la vivienda era un lujo escaso y compartimos sin saberlo los
desvelos en el trabajo día sí y noche también de nuestro padre, las rodillas
ensangrentadas de la madre de tanto fregar suelos y las manos quemadas por la
lejía, no sabemos qué hacer ya, o yo no sé, salvo querer a esta tierra, hablar de
ella, compartirla, levantar una casa y devolverla a la vida.
… Señores políticos que manejan el cotarro
de los dineros de los demás, incentiven a inversores y residentes y déjense de
milongas fotográficas alrededor de mesas comilongas.
Orrios. Esqueletos rotos. @ cac. |
Cerró la puerta, ató el ronzal, astilló el garrote... y el que venga detrás que arree. @ cac. |
Como en el Poema del Cid: vio puertas abiertas e uços sin candados. @ cac. |
Una esperanza... la humilde flor del azafrán silvestre. Por El Campillo. @ cac. |
La casa. @ cac. |
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