martes, 8 de septiembre de 2020

Crónias de un extraño verano. 5. Por los estrechos del río Ebrón.

 

 

 



Una pasarela sobre el río Ebrón. cac. 2020

 


   La tortura del viaje comienza en cuanto tomas la carretera a Cuenca a la salida de Teruel

            Los vecinos de Villastar, Villel y Libros están hasta más o menos ochenta centímetros del suelo, según su estatura, de tanta estrechez, curvas y más curvas de esta carretera. Años y años de venga y dale y aquí te espero con un gobierno u otro, u otro y otro más. Cada uno con sus voceros o parlanchines de turno. Da igual. Aquí sigue el camino, ahí siguen los atascos, de cuando en cuando llegan los accidentes.

            Teruel sigue existiendo aunque Teruel exista ahora en el Congreso de los disputados en donde según por qué se dice “el que más chifla capador” o a ver quién vocea más.

          Cuando uno llega a Torrebaja deja la provincia de Teruel y ya está en la de Valencia por esos azares de la distribución administrativa. Allí mismo comienza el camino que te lleva a pocos kilómetros a El Cuervo. El pueblo de este nombre no hace honor a sus malos presagios. Unos chorros de agua se vomitan en cascada en una deriva del río que algunos se preguntan por qué se llamará Ebrón si ni siquiera es Ebro. Estamos ya en la provincia de Teruel de nuevo. Entre unos cortados pétreos por donde discurre este río. Aguas arriba los bancales muestran el abandono de estos lugares por las gentes de aquí, que, como tantos, tuvieron que buscarse las judías o los garbanzos de los días dejando familia y casa hacia tierras valencianas.

            El sendero, parejo al río, está bien señalado. Durante un tramos hasta se indica mediante paneles informativos el tipo de vegetación que uno va encontrando. Chopos, manzanos, ciruelos, cerezos, escalambrujos de rosas silvestres, espinos, guillomos y hasta algún peral antes del comienzo de las carrascas.

            Río arriba la garganta domina el pedregal camino de los estrechos. Pasarelas no hace mucho tiempo incrustadas en las piedras causan vértigo a algún caminante. Altibajos con escaleras hacen flaquear las rodillas atacadas por la edad. En ocasiones veraneantes de tres al cuarto rodeados de perros sin bozal ni rienda alguna calzan unas zapatillas donde las piedras se les clavan. Presumen de bikini algunas valquirias que remozan michelines y prescinden de mascarillas mientras hablan palabras sin sentido a unos chuchos domingueros.

            Abundan las badinas en el río entre los recovecos de las piedras que quedan, estas, irisadas por los rayos solares que se cuelgan entre los cinglos carrasqueros. Se rompe el embrujo cuando los perros, que andan sueltos, demuestran las entendederas de sus dueños. Les dejan chapotear en el agua. Cuando salen se mueven sin parar y expulsan el agua de su pelaje lanudo. Entonces, el senderista, que se ha refugiado en una cueva porque conoce el percal , se jode con la mojadina perruna y el bípedo amo de los perros sigue a la suya. Ni disculpas ni perrico que le ladre. Su mujer o compañera o pareja o lo que sea les habla a los chuchos con una voz redondeada de un castellano modelado blandengue que a los de este lugar se les antoja algo gaire.

            Aún así, al cabo de dos horas de camino llegamos ya solos hasta donde la garganta  se estrecha aún más siguiendo hasta el lugar de Tormón. Una última badina remansada, limpia, irisada, hace las delicias de los exploradores que me acompañan.

            El regreso hace mella en las rodillas del más que setentón. Al llegar al llamado “Chiringuito de los Chorros”, que así se dice el lugar por donde vomita el río en forma de cascada, está ocupado por una cuadrilla de mozas y mozos que esperan su ración de paella mientras ya han vaciado las jarras de sangría. Están todos ajuntados. Nadie lleva mascarilla. Es mediado julio. Hablan a gritos. Nos impiden disfrutar de la frescura y el borbollonear de estos chorros que son cascada debajo de los gigantes olmos. 

 

Colores del Ebrón. cac 2020

Los exploradores se adentran en las frías aguas. cac. 2020

Pasarelas. cac 2020

El sendero se eleva. Camino hacia Tormón. cac. 2010

La roca irisada por los rayos del sol. Algunos ojos nos miran. cac. 2020


 

           

           

No hay comentarios:

Publicar un comentario