Pancrudo. VIII festival Gaire. 2015 |
Nos decían que no hiciéramos “el gaire”, que
fuéramos formales, que nos comportáramos como Dios manda, que no enredáramos,
que no fuéramos faranduleros ni estrambóticos.
Pero nos bastaba con una sola palabra. Con “gaire”
teníamos de sobra. Hundíamos la cabeza cuando éramos pequeños y dejábamos de
hacer el tonto ante nuestros padres, nuestros abuelos o nuestros tíos. Nos
dolía más cuando nos lo decían otros no familiares. Y les remugábamos por lo
bajo.
Muchos años después de aquellos años de “la
cartilla” y “el Catón”, aquellas mismas gentes y sus descendientes han recogido
la palabra y la han ennoblecido.
En Pancrudo, ese pueblo apretujado
entre el secano de sus tierras y el inicio nacedor del río de su mismo nombre
lleva ya ocho años, ocho, levantando un festival que llaman de “artes escénicas”
y, sin duda, lo son.
Me he dejado caer por este lugar
solitario cuando casi todo el año y desbordado de gentes solidarias, de
vehículos, de tiendas de campaña, de abalorios callejeros, de saltimbanquis,
chiflaineros, titiriteros, músicos, cuentacuentos y cómicos de la legua de
antaño y hogaño.
Estos dos días de septiembre Pancrudo
se desborda, los pancrudinos se multiplican en su amabilidad, en su trabajo, en
ofrecer a cuantos quieren acudir aquí (y cada día son más) su callejeteatro,
sus juegos experimentales y libres, sus manipulaciones de objetos y palabras,
sus títeres, sus hadas, duendes y marionetas gigantes, sus danzas circenses,
sus acrobacias, sus saltos que llegan a la luna, sus conciertos y hasta sus
exposiciones fotográficas.
Esto es Pancrudo y este es su festival.
Esto es un milagro, pero los milagros no
existen. Existe sólo el trabajo, el querer hacer, el esfuerzo, el amor a una
tierra, el dale y venga de horas y horas empleadas en conseguir dinero para
pagar a tantas gentes que ofrecen su trabajo y llegan de distintos lugares, el
escribir a unos y otros, el pagar la cuota de esa asociación que se llama “El
Calablozo” (casi nada), el diseñar camisetas, el venderlas, el confeccionar
sombreros, el pasarse horas y horas detrás de una barra sirviendo cervezas y
preparando bocadillos y patatas fritas, el preparar los accesos, el colocar los
carteles indicadores, el levantar escenarios… y, cuando todo termina y las
calles se quedan solas, el retirar todo lo contado y sentirse cansado y satisfecho
pensando ya en el próximo año.
Ha sido en Pancrudo, junto al nacimiento del
río de su nombre, en las tierras parameras de un dulce septiembre, donde se
comparte el pan bien cocido de amistad fraterna haciendo “el gaire”.
Una cerámica recuerda el 800 aniversario de Pancrudo. @cac. |
En otros lugares aún había más gente. @cac. |
Tomás, Fidel, Flor, José María e Irene, cinco de los hermanos Lahoz, pancrudinos de pro, que también son "Tolosa" @cac. |
Ya saben. No sólo de pan, crudo o cocido, se vive. @cac. |
Genial!!!
ResponderEliminarGenial!!!
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