martes, 27 de febrero de 2018

El franquismo educaba en valores, sí señor.




       A comienzos de aquel curso 1957-58 nos sorprendió a todos la riada ocurrida en Valencia. Aquellos días de medidos de octubre se llevó por delante a muchas personas y aún más vieron sus viviendas destruidas e inundadas.
      Cuando el nivel de las aguas descendió, las calles quedaron empantanadas por los centímetros de barro acumulado y aun junto a las torres de los Serranos, el tranvía número seis que se desplazaba entre los barrios de Ruzafa y de Sanguto, discurría entre los escombros que a golpe de pico habían sido desbrozados.
       Aquel año comenzaba mi segundo curso de bachillerato en la única escuela que teníamos cerca quienes habitábamos en la barriada de Torrefiel, poco a poco receptora  de familias inmigrantes que íbamos llegando desde las tierras del interior.     
  Las viviendas no disponían de desagües colectores ni las calles estaban asfaltadas. Camiones del ejército nos abastecían de pan y agua que teníamos que hervir. Me tocó pasar muchar horas haciendo cola para llenar alguna garrafa de agua con los pies encharcados por los restos de los barros. 
    El colegio aquel era el de los Salesianos. Ya digo que, por entonces, no había ningún otro por aquella barriada. Tuvimos que estar un mes hasta que los bajos de aquel edificio enorme quedase libre de los dichosos barros. Un viejo pozo excavado en su patio de recreo se volvió a poner en funcionamiento y fue entonces cuando ya pudimos volver a las aulas.
    En aquel mes jugamos muchos ratos haciendo rayas en el suelo y repartiéndonos la tierra y también pude leer el libro que ahora, hace unos días, he reencontrado en mi bilbioteca arrumbada también entre escombros. Lo recordé cuando me lo volví a encontrar.
    Es este que indico a continuación (foto 1).
    Así transcurría nuestra educación sentimental marcada por un "Manual de Urbanidad Cristiana" que aparecía entre nuestras asignaturas diarias. La verdad es que no recuerdo las clases con el manual dichoso. Quizás había que recuperar el tiempo perdido a causa de la riada o iban dejando caer los pricipios por goteo literario en las clases del día a día.
    Lo hojeo ahora y leo algunas líneas y rememoro aquellos valores de la hipocracia franquista que, en este caso, nos educaba con esta publicación jesuítica según aparece en el nihil obstat del censor de turno. 
    Les dejo algunas perlas de sus páginas para satisfacción, regocijo lector o pijoterío político al uso.
     ¡Oh tempus, oh mores!

El libro no estaba en el Índice de libros prohibidos. Pasó bien orgulloso la censura.
Ya sólo la palabra ofende. "Criados"

Señoritos: traten bien a los criados. Que para eso les pagan.
Y los desarrapados de entonces ¿qué?
En la cama, quieto parao y bien tapao.

 
Quien manda, manda.
 
Chivatos al poder.
 

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