Observen qué expresiones se gasta el autor de este libro-panfleto que apareció cuando aún Teruel estaba en ruinas y sus gentes arruinadas. Sustantivos adjetivados rebuscados entre la palabrería vacua. Tal como que "España era una unidad de destino en lo universal".
Toma castaña.
hito de gloria hispánica.
ímpetu homicida de los bárbaros ante el dique de su fortaleza sin par.
Cruzada liberadora del pigmeo urbano.
cieno marxista depositado en Teruel.
siniestros inductores del crimen.
las harpías y granujas que infectaban la ciudad.
escoria de la sociedad, racimo de asesinos, devotos al mal vivir y del mal obrar.
sicarios de las tenebrosas checas rojas.
El General Enrique Varela siempre
aparecía en campaña con sus botas de caña relucidas por el sirviente ordenanza
y sus protegidas manos con guantes blancos. Así de acicalado firmó el
prólogo a las páginas que un tal Alonso Bea Martín escribió cuando ya sabía que
el gaditano, ministro del ejército franquista, le había propuesto para
que ostentara la Cruz Roja del Mérito militar que le suponía un arreglo
pecuniario en su nómina (y todo por haber abandonado la defensa de la ciudad de Teruel y no por romper el cerco como se inventó, acusador de traidor y de cobarde al coronel Rey D´Harcourt)
Alonso Bea, redactor desde el primer día del periódico “Lucha”, órgano oficial de Falange española en Teruel, la gozaba cuando escribía al estilo altisonante cantando a los luceros "como un hito de gloria hispánica surgía Teruel en el confín de la Patria liberada, en ruta hacia el Levante luminoso de los caballeros artífices y los artesanos caballeros. Dios lo plantó allí para que la buena causa de la civilización no se malograse, y, a fe de su ejecutoria nobilísima que cumplió honrosamente la misión durante más de un año, frenando el ímpetu homicida de los bárbaros ante el dique de su fortaleza sin par.
Con la Cruzada liberadora el pigmeo urbano acertó a elevarse a la cumbre de una importancia suma. Su abnegación, su fidelidad y heroísmo eran el orgullo de España, y aun la garantía de la victoria de nuestras armas en aquella zona tan amenazada por la hidra comunista de las poderosas regiones limítrofes.
Del cieno marxista depositado en Teruel surgieron los monstruos que habían vivido emboscados. Surgieron para acusar, para inspirar al crimen, vaciando todo el odio y la ruindad toda de sus almas degeneradas.
Por la menor futesa, por competencia en los negocios, por envidias o simplemente por deseos de causar mal, los siniestros inductores del crimen hacían detener primero, y fusilar después, a seres que ningún mal habían causado.
La matanza horroriza y subleva. Cientos de mártires fueron inmolados sin otros fundamento de haber sido delatados por las harpías y los granujas que infectaban la ciudad. “La Eulalia”, “La Ferrera”, “La Eusebia”, “Las hermanas Ranas”, “La del roto”, “La rota”, “Bolea”, “Miguel el del Salduba”, “Ramón Gómez”, “El hijo del Churrín”, “Los Añoveros”, “Romero el pintor”, “El Colón”… sobresalen del plantel de monstruos que servían de confidentes a unos canallas –carne de patíbulo- que atienden por “El Obispo”, por “El Peras”, por “Marín el carbonero”, por “El Moreno”, por “El Perruca”… mandamás de las hordas invasoras que en alas del viento bárbaro y destructor llegaron a Teruel como asesinos a sueldo de Moscú, como apóstatas de hispanidad y teruelanismo –que un día abandonaron familia y hogar para nutrir las filas de mercenarios irredentos- y de marxistas responsables pusieron el máximo interés en matar y destruir.
A esta escoria de la sociedad, a este racimo de asesinos, a estos devotos del mal vivir y del mal obrar, sicarios de las tenebrosas checas rojas, Teruel los repudia y los acusa ante la Justicia de España para que sean juzgados inexorablemente".[1]
[1] Alonso Bea.- Ecos de la defensa de Teruel. Talleres editoriales de “El Noticiero”, Zaragoza, 1939. Prólogo del General Varela.
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