Doña Elvira llegó a Orrios hacia 1950,
como Maestra de la Escuela de niñas.
Aún la recuerdo desdibujada llegando en
silencio a la escuela, ensimismada, enlutada de arriba abajo, sin una sonrisa. Siempre con su tos a cuestas.
Todas las madres decían que enseñaba mucho,
que las niñas de la escuela aprendían antes a leer que nosotros, que además era
muy hábil con la aguja y el dedal, que hasta les hacía plantillas con papeles
de viejos periódicos y les ayudaba a confeccionar sus propios vestidos.
Nunca la veíamos más que cuando iba y venía de
la escuela. Nunca entró en la iglesia.
Nunca
las niñas cantaban el “Cara al sol” como hacíamos nosotros todos los
días al
entrar y salir. Era entonces cuando ella seguía en su silencio por la
calle arriba, buscando la puerta de la escuela. Nosotros abajo, mirando
al cobertizo de la plaza, donde las partidas de pelota. Y dale que dale,
con el sol en la nuca pero caralsol. Y Don Paco detrás. Y al acabar de
cantar lo de volverá a reir la primavera decía aquello de Una, Grande y
Libre. España. Así nos fue.
Llegó
sin marido, viuda, con un hijo y una hija. Nunca vinieron a
la escuela. Allí aprendían, en su casa. Con su ayuda en las tardes y las
noches. Mucho más que nosotros aprendieron. Seis años después aquella
tos y más tos se acabó para siempre. Se fue en silencio. Lejos de aquí.
Hace un par de años uno de estos hijos
extrajo esta fotografía entre otros documentos. Fue entonces cuando me
habló de
su padre, Fermín, de su niñez en Formiche y en Cabra de Mora. Del
expediente que le abrieron a aquel albañil, por su afección a la
República, de la depuración y sanción a su madre
durante dos años sin poder ejercer como Maestra, de su destierro a
Orrios para purgar sus culpas laicas, de
su hermano Crisanto, el de la fotografía, que había obtenido el título
de
Bachiller en el Instituto de Teruel y quería ser Maestro, de su
voluntariado
como soldado, de su muerte como teniente del ejército republicano y de
esta
fotografía que ahora rememoro.
La
había tenido guardada entre los documentos que le legó su madre. Por
fin se
había decidido a enmarcarla y a ponerla en la pared de su casa. Me la enseñó y me la ofreció con emoción.
Con las palabras que la madre, de su propia mano, había escrito en ella.
Con las palabras que la madre, de su propia mano, había escrito en ella.
CRISANTO POLO SORRULLA. De 21 años. Cayó gloriosamente como un héroe defendiendo la causa de la REPÚBLICA en el Ebro en Diciembre de 1938. |
Esta fue la última fotografía que Crisanto Polo Sorrulla envió a su familia.
Tenía veintiún años cuando
murió, como tantos otros, en diciembre de 1938, cuando ya la guerra civil
española finiquitaba. En el Ebro. Allí se quedó. Perdido para siempre.
La fotografía la guardó durante toda su
vida su madre Elvira Sorrulla López, Doña Elvira, como siempre la
conocimos en Orrios. La guardó con la inscripción que ella misma, de su
mano, escribió una vez que su hijo quedó allá, por las quebradas de
Gandesa.
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