martes, 29 de marzo de 2022

La tipa se balancea. Gente de mi lugar.

 

 


 

        Eh, Matacán, ¿ves como la cabra siempre tira al monte?

Me lo dice mientras detiene su punta de ovejas antes de que empiecen a ramonear buscando los ralos erizales de la cuesta que asciende hasta los espartales de las Llanas.

            Cuando quiere y le da la gana me llama Matacán, otras veces me dice Telesforo o Recaredo y cuando le apetece y qué más da me sacude un Marcial porque sí.

            Siempre lleva a medio encender un cigarro entre sus labios cuarteados por todos los vientos y una barba de varios días por donde se le agarran las volutas del tabaco que sacude de cuando en cuando.

            Hoy Eustaquio me dice lo de que la cabra siempre echa pal monte. Ya lo veo, ya, le digo mientras señalo al macho cabrío que se adelanta a las ovejas, un ya viejo choto al que le crujen las articulaciones de las patas, presumido de una barba erguida y que huele apestoso aún de lejos mientras de cuando en cuando nos mira en un desafío sin remedio.

            Pero Eustaquio me dice que no. Que esta mañana ha soltado el ganado algo más tarde porque cuando al hacerse de día ha venido hasta la paridera ha visto que la mañana iba a estar gris y de cuando en cuando llegarán los arreboles de este marzo marceador. Por eso no tiene ninguna prisa. Total hoy las ovejas no comerán nada y me tocará echarles pienso en las comederas. Y cada día el pienso nos sale más caro. Y luego nos viene esa presumida que he visto en la televisión cuando he vuelto a casa para coger el caldero con el guiso preparado para los perros.

            Todos los miércoles se levanta de su asiento más pincha que un ocho y comienza balanceándose de un lado a otro, de izquierda a derecha, con su pelo negro separado por una raya desde la frente hasta el cogote. Antes dice algo que me hace mucha gracia y que no sé lo que quiere decir. Aquello de “con la venia señor presidente”. Pero si quien preside es una mujer con los pelos teñidos de un rubio que son más tiesos que un caracol muerto.

Se balancea de un lado a otro, abre una  carpeta en la que no sé qué lleva apuntado, presume de una mascarilla donde ribetea una bandera española tú eres linda, lanza unas palabras llenas de salibilla con mala baba a otra mujer que es ministra de trabajo o no sé qué, le dice no sé cuántas veces de los sindicatos que los quiere para que esa ministracomunista, como le llama siempre, los utilice para que la aplaudan, se mete con que la tal ministra tiene un piso de cuatrocientos metros cuadrados o no sé cuántos más y por el que no paga ni luz, ni agua, ni calefacción ni perrico que le ladre.

            Y un día sí y dos también, creo que es los miércoles, porque hoy es miércoles. verdá tú, Marcial, lleva unos vestidos que le apelotonan un cuerpo que, mira tú, está bien ancona como decimos por aquí. Y se los pone de todos los colores, bien apretados y bien dejados caer. Y, eso sí, con su raya bien derecha, como la crin de la yegua que tenía el tio Tolosa, desde la frente hasta el cogote. Y siempre con ese deje achulado y flautesco con que si es abogada de estado no sé qué o del diablo  vete tú a saber. Y que si ella ha llegado a eso pues todas las mujeres pueden y que es cuestión de echarle codos al asunto y ya está.

            Codos no sé si habrá que echarles pero sentadas en el coche que dice del que presume por los madriles, con un aiga de esos que llevan un tigre o león o no sé qué, con la boca enseñando los quijales y dando pitadas con su banderita tú eres linda por Madrid, diciendo que no le llega para pagar la gasolina.

            Joder con la tipa esta. Más chula que un ocho, ya te digo. Pero si es que desbarra más que la burra que yo tenía hasta hace unos años y a la que montaban tus nietos, ¿te acuerdas? La burra aquella nunca se dejó que la herrasen. Por eso tenía las pezuñas tan largas y tan jodidas. Desbarraba y desbarraba. Como esta tipa que hoy le ha dado por ponerse una guerrera que ya hubiera querido yo pa mí mientras estuve en la mili.

            Y me se ha puesto encima de su teta izquierda una banderola de marras relamida y reluciente y, al otro lado, encima de la otra teta su nombre, que ni siquiera sé cómo se llama, sin graduación de sargenta o tenienta o lo que sea. Y le ha sentado como si le hubieran dado una patada en ese sitio que tú sabes y no te voy  nombrar. ¿A santo de qué viene llegar vestida de militara para decir lo de siempre y como siempre y acabar con lo de ministracomunista?

            Y va y se apoltrona después de un último balanceo con su anca a la izquierda y a la derecha. Y a su lado un barbas que sólo sabe leer en una pantalla, que tendrá mucho de los monteros con sus rehalas de perros persiguiendo al jabalí, pero no sabe nada de estos cerros y de estos montes. Que se venga por aquí y verá si aprende o no. Lo mismo que el otro de su lado, ese que no ha trabajado en su vida, el del chiringuito de siempre, el que no hizo la mili por mucho que mire a esta tipa con la guerrera militara que se nos ha puesto hoy y que le sienta como una patada donde me lo callo. Y luego los dos, hala, venga, como palmeros y tracatrá.

            Ya te digo, Marcial, la cabra siempre tierra al monte.

Pegó un chiflido al ganao y arreó para arriba y no sé qué dijo que ya casi ni oí, algo así como, coño con la chotacabra.

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