domingo, 22 de mayo de 2022

Orrios. "Leedme niñas". Aviso para chupatintas culipardos de medio pelo.

 

 

 


 

      Aquel invierno fue el último en que asistí a la escuela en Orrios. Recuerdo soledades, angustias y algún llanto silencioso de mi madre y el cepurro de carrasca para ponerlo en la estufa con que nos calentábamos.  Mi padre, después de dos años emigrados en busca de jornal en Valencia, había encontrado un lugar para cobijarnos.

            Sin saber cómo pasé de la cartilla lectora, con la eme con la a ma y con la pe con la a pa, a dar el salto de una lectura al catón de páginas gruesas y ásperas al tacto de nuestras sebosas manos.

            Me aburría en mis juegos mentales inconscientes mientras miraba al frente los retratos colgados en la pared, detrás del maestro, de Franco y José Antonio, guardianes a diestra y a siniestra de la cruz sobre la que el Cristo desnudo, famélico y maltrecho lanzaba un grito silencioso en su agonía de muerte.

            Todo lo supe mucho después. Cuando entonces, después de terminadas nuestras bellaquerías en torno a la estufa alimentada con los cepurros de carrasca portados por nuestras manos, volvía al pupitre y devoraba el único libro que teníamos en la escuela. Era un volumen titulado “Leedme niñas”. Un manual enviado hasta allí, para la escuela de niñas, por los mandos subordinados del ministro Ibáñez Martín, a quien nacieron en Valbona, responsable máximo de aquel atroz desmoche del profesorado español durante tantos y tantos años.

            Pero Doña Elvira Sorrulla, aquella gran maestra que fue, ni siquiera lo había recogido de las manos de su colega maestro que, en la fiestas, vestía la camisa azul añil adornada con el yugo y las flechas rojas,  con quien cantábamos el “caralsol” de todos los días.

            No había otro libro. Nos lo pasábamos de mano en mano en nuestro aburrimiento cuando sin darnos cuenta habíamos aprendido a leer de corrido. 

            Hace poco tiempo recuperé aquel texto y me encontré con páginas como las que ahora dejo aquí.

            ¿Les suenan a ustedes ahora, lanzadas por bocanchas macarronas olonas, payusadas, monteras espinosas, diabólicas vocecitas bífidas, dolzaineras destempladas, babosadas y pelagatas con que los jefes y las jefas de tanto predicamento idéntico a tantos años atrás nos castigaban y aún nos atemorizaban?

 

 

Bandera, escudo con aguilucho, araña falangista, la reina pepona. "Tanto monta Isabel como Fernando". ¿Dónde montaban? ¿Quién a quién? ¿Eran montaraces? ¡Vaya manera de conocer la Historia!

    

¡Franquito! Gorro cuartelero y bigotillo en ristre. Tan necrófilo que hasta se llevó el brazo (incorrupto dicen) de santa Teresa a su casa en el Pardo. ¡Menudo pardillo! Salvó a España de la cicuta del error, dice el texto. A ver cómo se digiere todo eso y por el imperio hacia dios.

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