Alfambra en los años de la guerra civil. Foto. I.E.T. |
Carlos Llorens acababa de terminar sus estudios de Arquitectura cuando los militares africanistas se erigieron en protagonistas de la sublevación contra la República apoyados, eso sí, por una sociedad reaccionaria, adinerada y caciquil.
Era, ya saben, en aquel mediado
julio de 1936.
Vivió los primeros días entre la
alarma ciudadana y los desmanes de incontrolados pirómanos a quienes les dio
por quemar algunas iglesias a la manera de las hogueras falleras.
Era en Valencia. Su familia, de
clase media ilustrada, apoyaba la aún débil República española.
La desorganización y falta de apoyo
internacional a las tropas republicanas hizo que se comenzaran a formar
brigadas de voluntarios civiles de distinta procedencia, ideología y formación,
tanto escolar como humana.
Carlos Llorens se inscribió en la
brigada que estaba formando Francisco Galán en Gandía, reclamado por la
necesidad de alguien con conocimientos de Topografía, que tan útiles podían ser
para el trazado de mapas y planos del terreno en donde se desarrollaban las
acciones bélicas.
Con aquella ya llamada 22 Brigada
mixta estuvo por las tierras cercanas a Teruel. En sus memorias nos habla de
Valdecebro, Corbalán, El Pobo, Camarillas, Pancrudo, Rillo, Camañas. Orrios,
Escorihuela, Celadas, Villalba baja, Peralejos, Alfambra.
Se movía de un lugar a otro
conociendo sobre el terreno la orografía tan áspera de estas tierras y tomaba
notas que luego trazaba y dibujaba sobre el papel, en improvisados estudios
topográficos instalados en habitaciones desvencijadas de las casas ocupadas,
pajares y aun parideras en los pueblos donde se asentaban las tropas y planas
mayores de aquel ejército más voluntarioso que profesional.
Los últimos días de aquella guerra
sufrió en sus carnes la derrota y la huida desde tierras de Javalambre hasta
Valencia, en una desbandada colectiva que lo llevó más tarde a ser apresado,
condenado y encarcelado. Redimió penas por adhesión a la rebelión, ya saben
“la justicia al revés”, y pagó sus deudas de culpa en el campo de trabajo que
construyó el pantano de Benagéber. Hasta 1948 no salió de la cárcel.
Después, con mucho esfuerzo y con
una familia dispersa y exiliada, con hermanos por Europa y América, vivió y
sufrió aquella larga posguerra en la que los vencidos tuvieron que pagar las
culpas que les atribuyeron los vencederos.
En 1978 publicó unas memorias
recogidas en “La guerra en Valencia y en
el frente de Teruel. Recuerdos y comentarios”. Edit. Fernando Torres. Valencia.
Dejo aquí una selección textual referida
al pueblo de Alfambra en donde estuvo casi todo el año 1937.
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