El runrún me acompañó en los años de la
infancia. Era el runrún diario. El runrún iba y venía. Aparecía un día. Y otro.
Y otro.
Era una palabra, un gesto, un
arquear las cejas, un chasquear la lengua, un entrechocar las manos, un caminar
cansado, un golpe seco, un hachazo a destiempo, un árbol tronzado sin sentido,
un macagüendiós como un trallazo, una brizna rusiente escapada del fuego, un
abrazo sin fuerza, una risa desganada, una nostalgia sin fondo, una amargura
rabiosa, un pedazo de pan seco, un puñao de olivas, un brazo alzado caralsol,
una nieve escarchada en la femera, una noche de negra helada, un candil
apagado, unos libros escondidos, unas páginas rasgadas, unas ovejas
hambrientas, unos mulos tozolones, el maquis, una gitana descalza con su cesta
de mimbre, las alpargatas esparteñas, las albarcas, la guardia civil, el abuelo
escondido en el pajar, un granero enloquecido con sonidos de esquilos movidos
por el cierzo, era la abuela, era el miedo…
Eran las vidas destrozadas por la
guerra.
Las encontré muchos años después.
Entre los papeles de los archivos.
Mentiras y más mentiras.
Torturas.
Así se construyeron los Juicios sumarísimos.
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Miguel Simarro Quílez, había sido comisario político de la 40 Brigada mixta que actuó en Teruel en los duros días de finales de diciembre de 1937 y comienzos de 1938.
En marzo de 1939 fue detenido en Valencia junto a su mujer Carmen Ríos Martín. Ambos se habían conocido en esos duros días de Teruel. Ella se había cobijado en el asilo de San Julián. En Valencia se habían casado unos meses antes de ser detenidos. Alguien debió ver a Miguel por el asilo de san Julián, cuando en ocasiones visitaba a su entonces novia.
Esa fue la causa por la que se vio envuelto en un Proceso sumarísimo junto a trece personas más. Todos los encausados fueron obligados a delatarse unos a otros, como autores de crímenes. Dos de ellos no pudieron llegar al juicio celebrado en octubre de 1942. Murieron a consecuencia de las torturas.
Miguel Simarro Quílez y siete más fueron fusilados a las seis y media de la mañana del 29 de mayo de 1943 en el cementerio de Torrero (Zaragoza).
Lean los documentos que siguen extraídos de su expediente.
Así se construyeron los Juicios sumarísimos.
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Miguel Simarro Quílez, había sido comisario político de la 40 Brigada mixta que actuó en Teruel en los duros días de finales de diciembre de 1937 y comienzos de 1938.
En marzo de 1939 fue detenido en Valencia junto a su mujer Carmen Ríos Martín. Ambos se habían conocido en esos duros días de Teruel. Ella se había cobijado en el asilo de San Julián. En Valencia se habían casado unos meses antes de ser detenidos. Alguien debió ver a Miguel por el asilo de san Julián, cuando en ocasiones visitaba a su entonces novia.
Esa fue la causa por la que se vio envuelto en un Proceso sumarísimo junto a trece personas más. Todos los encausados fueron obligados a delatarse unos a otros, como autores de crímenes. Dos de ellos no pudieron llegar al juicio celebrado en octubre de 1942. Murieron a consecuencia de las torturas.
Miguel Simarro Quílez y siete más fueron fusilados a las seis y media de la mañana del 29 de mayo de 1943 en el cementerio de Torrero (Zaragoza).
Lean los documentos que siguen extraídos de su expediente.
(Simón y Dámaso no llegaron al juicio. Murieron como consecuenca de las torturas
a que fueron sometidos. Ángel Sánchez Batea, también torturado, fue al único
al que no consiguieron los torturadores una declaración contra los demás).
Sin embargo, acompaño a continuación algunos documentos aportados al juicio sumarísimo por el propio Juez instructor de la causa, el teniente Antonio Rodríguez Pineda.
Léanlo con calma. Conozcamos la Historia. Es necesario.
Las torturas no lo mataron. Lo fusilaron después, a su tiempo, el 29 de mayo de 1943. ATJZ. |
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