lunes, 15 de enero de 2024

Alfambra. Año 1955. De cuando mosén César Navarrete era el amo del cotarro.

 


Mosén César Navarrete. Brazos cruzados, porte distinguido, mirada firme, protagonista. Los demás, incluidos los acólitos curas, son comparsas en la representación escénica. (El lenguaje corporal también importa, e impone)

Notas para un estudio de la lengua durante el franquismo. 

A la manera del maestro de filólogos Viktor Klemperer (La lengua del tercer Reich. LTI)


     Estamos en 1955. Puro esplendor de Franco y sus gentes en el sometimiento de todos sus súbditos, los españoles. Quedan, después de la batalla, las cárceles y los fusilamientos.

    Uno de los suyos, de los vencedores, es el cura de Alfambra y vaya cómo escribe y cómo impone lo que dice. 

Cuarta y última página de la hoja parroquial quincenal.

Bregado en Goebbels, Alonso Bea, el Tebid Arrumi, Manuel Aznar y José María Pemán. No sé si los había leido pero estaba impregnado de todos los topicazos que se repetían en los programas de radio, sobre todo en el "parte" de las diez de la noche que emitía radio nacional de España y en el periódico "Lucha" de Teruel.

    Lean, lean la cuarta y última página de aquel panfletillo quincenal redactado por la única mano escrituraria, la del cura, la del mosén, aunque su nombre nunca aparecía. Se convierte en maestro de historiadores y cuenta la Historia como él quiere que sea. Así "los franceses fueron expulsados de nuestro suelo". Ganamos, dice, pero oh subconsciente "la revolución francesa (madrastra vencida en los campos de batalla) produjo desórdenes y calamidades interiores". Y la conclusión que extrae: "la pérdida de nuestro Imperio de América".

    Ah, el Imperio. Luego vendrá lo de "por el Imperio hacia Dios". A ver quién es el guapo que desentraña el significado de la máxima anterior y la similar "España es una unidad de destino en lo universal". 

    Y todo esto, ténganlo bien claro, con esta afirmación tajante: "esto dura desde las Cortes de Cádiz del año 1912 hasta la Cruzada de Liberación del año 1936". (Dónde quedan, por ejemplo, la guerra del Rif, la dictablanda de Primo de Ribera o la Segunda República) .

    Todo resumido en su afirmación tajante, doctrinaria, franquista.

    


    Porque, claro, la LIBERTAD no era más que un ataque a la Religión, a la Patria, que son quienes mantienen la paz y el bienestar social (Libertad, Religión, Patria, Paz, Bienestar social. Agítense estos sustantivos y escúpanse a placer y saldrán de su boca las "libertades de perdición").

    Período vergonzoso este, dice el cura, e insinúa que desde el poder "alentaban contra la propia vida de la patria. ¿Recuerdan aquella jota Patria y virgen es mi lema, patria y virgen mi cantar, mi patria es España entera, mi virgen la del Pilar? Pues eso, machaque lingüístico diario, festivo y quémásdá.

    De ahí a las guerras carlistas. Opone a los de la boina roja con los liberales, es decir entre los isabelinos y sus opuestos por convertirse en reyes, que de eso se trataba. Otra vez la palabra "libertad" que el cura interpreta como propiedad de los liberales en un galimatías lingüístico que se queda estancado. Y sigue con libertad, liberales y liberación y de la España "no digna" del "triunfo" carlista. Y, claro, no podía faltar la intervención de Dios, salvador de errores y pecados y de las fuerzas del mal que condujeron (a España, la Patria) al borde del abismo.

    Y ahora es cuando el cura revoluciona y retuerce sus neuronas para darle vueltas a su cotarro lingüístico y mezclar providencia, sangre, sacrificios, monumento a la libertad demolido por los carlistas que "ahora", en lo que llama Cruzada, son salvadores e hijos de los héroes, aunque carlistas, vencidos en 1874. 

    Y llegamos a la plaza de la Libertad actual protagonizada por el obispo Polanco, emblema del triunfo sobre el "dominio rojo" bajo el yugo de la Patrona (la Virgen, la más santa de las santas que así entendía por Virgen) y todos "mártires" de la Religión y de la Patria (sustantivos propios y por eso con mayúsculas).

    Y todo se resume en "nuestra aportación en sangre a la Cruzada de Liberación del año 1936". ¡Cuánto tiempo sacudió esta palabra Cruzada y Liberación! Faltaba el adjetivo que siempre se añadía "Nacional", aunque para mosén César Navarrete no hacía falta añadir o historiar, porque como él mismo escribe "la llevamos escrita en nuestra propia carne", como un hierro marcado a fuego en nuestra identidad. Todo eso cerrado con una revolera taurina dedicada a un tal Palancas, Palanquicas, que parece que los tenía bien puestos aunque no añada el sustantivo que los lectores imaginan.

        


    

    Miren ahora la altivez escrituraria de nuestro mosén para cerrar esta página volandera quincenal que entregaba durante la misa dominical a las gentes previo donativo dinerario "obligatorio".

      Se bautiza a dos niñas: María Rosa y María Teresa. La primera hija de dos destripaterrones que no merecen el tratamiento de "Don" ni de "Doña" antepuestos a sus nombres, la segunda, cual hija del señor Veterinario y su esposa merecedores del título de tratamiento. 

    Siempre ha habido clases sociales marcadas por el uso lingüístico. 

      Más adelante da cuenta el mosén del fallecimiento de una niña de nueve meses, hija de Marcelino y de Florentina, esta última hermana de aquella Doña Isabel y cuñada de Don Bernardo, los veterinarios. 

    Y una de las obsesiones del cura, la primera comunión, que defendía en estas mismas hojas volanderas a machamartillo y que se celebraba en la fiesta de Corpus Cristi, recibida por los niños primero y las niñas después, que siempre ha habido clases, acompañados de sus padres según riguroso orden de memorización de la doctrina católica atornillada por las obstinadas mujeres catequistas de Acción Católica.

       Pero... el calendario sufre una excepción celebrada el 26 de julio, cuando Don Joaquín y Doña María pasaban sus vacaciones en Alfambra y traían a su hija Ana María. Una comunión única y exclusiva para ella que por algo tenía el padre el título de Maestro y su derecho al Don, aunque no sé si el mosén sabía que había tenido que pasar, el Maestro, por la depuración correspondiente y por el tribunal de responsabilidades políticas, consecuencia de aquella "Cruzada de Liberación Nacional, por sospechoso.


       Una vez más la "lengua al servicio del Imperio". Y estamos en agosto de 1955.





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